Laura Ferrero: "La pandemia nos ha enseñado a no dar por sentado las cosas. Ahora las pensamos mucho más"
Tras recurrir a la autoedición para iniciar su carrera como escritora, Laura Ferrero (Barcelona, 1984) se ha convertido a pulso en una de las narradoras más sobresalientes de la literatura española actual. Lo ha hecho primando un género, el relato, en el que se siente muy cómoda.
Diecisiete de estas historias componen La gente no existe, su tercer libro editado por Alfaguara y que ha presentado este martes en la Librería Cronopios de Pontevedra.
Una mujer que se enamora de un vecino por cómo cuida las plantas de su terraza. Un hombre que organiza una fiesta para celebrar el final de su enfermedad. Una niña que acompaña a su madre a ver pisos que nunca podrán permitirse o un padre que lleva a su hija adoptada a conocer a su madre biológica son algunas de estas vidas fotografiadas.
¿Por qué La gente no existe cuando es gente común la que protagoniza tus relatos?
Mi intención era hacer una reflexión sobre la existencia, sobre cuánto del tiempo que estamos aquí estamos realmente aquí. Son historias que hablan de las maneras que hay de escaparse de la realidad. Vivimos todos en una sociedad muy centrada en el hacer y tan poco en el saber quedarse sentado a escuchar, a ver qué pasa cuando no todo pasa tan rápido.
Son historias, en todo caso, que le pueden suceder a cualquiera y que no solemos contar.
Creo que la literatura tiene esa misión, la de intentar contar lo que nosotros mismos no sabemos contar. Tengo la sensación de que vivimos la vida como en directo. No hay borradores. La literatura te permite poner esa distancia para parar y que te surja. Eso es lo que te ayuda a acercarte al destello de las cosas, a su realidad.
Apelas además a los sentimientos, lo que hace que sea fácil verse identificado...
Son historias sobre lo cotidiano. Son relatos universales, sobre las cosas pequeñas. La pandemia nos ha enseñado a todos a que las cosas pequeñas son las más importantes. Antes dábamos por sentado muchas cosas y ahora las pensamos mucho más.
¿Has tenido que hurgar mucho en la naturaleza humana?
No me he ido muy lejos para contar estas cosas. Estoy segura de que en relaciones familiares o amorosas todos tenemos muchas cosas en común. Las experiencias que nos definen son las mismas. Si nos sentamos a hablar de verdad, más allá del todo bien, siempre se encuentran muchos puntos de unión. Estos relatos hablan de todo esto que tenemos en común.
"Estoy segura de que en relaciones familiares o amorosas todos tenemos muchas cosas en común. Las experiencias que nos definen son las mismas"
Hablabas antes de la pandemia, ¿serían ahora diferentes tus relatos que cuando los escribiste?
Los relatos los escribí antes de la pandemia, pero hay uno que habla de la muerte de mi abuela, que fue por covid-19. Si hoy escribiese estos relatos serían distintos, pero no mucho. Parecen hechos para tiempos en los que nos toca reflexionar sobre lo que está ocurriendo.
¿Qué es lo que te atrae de una historia para decidir contarla?
Depende del tipo de historia. A veces es una imagen, a veces una persona. Me voy a dar una vuelta por mi barrio y veo cosas. O leo un poema que me atrapa. La inspiración te viene en el momento que menos te lo esperas o cuando no la buscas. Procede de muchos lugares.
¿Y es más complicado escribir esas historias o los relatos que tienen tintes autobiográficos?
No es que sea más difícil uno que otro, pero si es autobiográfico sí es verdad que tienes más miedo. Piensas que te la juegas más, que te expones. Eso no ocurre cuando no te afecta. Pero cuando apelas a algo que es tuyo es más fácil de escribir. Tiene su contrapartida.
¿Y por qué relatos y no una novela?
Me gusta mucho el género del relato. Sé que en este país no lo leemos mucho y los editores siempre prefieren una novela, pero es muy querido para mí. Cuentas las cosas de otra manera. Decía Cortázar que la novela gana por puntos pero que el relato tiene que ganar por KO. No te puede sobrar ni una palabra, tienes que centrar mucho las cosas.
"Decía Cortázar que la novela gana por puntos pero que el relato tiene que ganar por KO. No te puede sobrar ni una palabra"
En La gente no existe hay una constante, ¿no? Personajes al borde del abismo.
La felicidad escribe en blanco. Es muy difícil empezar a escribir un relato en donde aparentemente no ocurre nada. No sé escribir de todo lo que está bien. Siempre escribo historias desde el otro lado. Me resulta más fácil. No sé si es porque veo más fotogénica esa vertiente de la vida. A la hora de escribir, la felicidad es plana.
Pero eso genera un efecto demoledor en la persona que los lee, ¿no crees?
El fin último del arte es conmover y me gusta pensar que estos relatos nos remueven. A veces siento que sí llegan a la gente y eso es lo que más feliz me hace. Intento que la gente reflexione al leerlos. Los finales son como muy abiertos, lo que permite que el lector entre en la historia. Si te lo dan todo cerrado, es como que ya no te puedes implicar en ellos.
De tus historias se desprende que tenemos que aprovechar el tiempo, ¿lo hacemos?
Nos perdemos un poco. Tenemos la sensación de que el tiempo está para llenarlo con cosas. Cuantas más mejor. Para mí no deja de ser una manera de perder el tiempo. Lo bonito a veces surge de saber pararse, de saber escuchar y de estar solo. Ahora mismo no valoramos esas cosas. Aprovechar el tiempo también es dedicarnos a nosotros mismos y a los demás.
En uno de los relatos dices algo que me ha llamado la atención: "Cuando deja de doler es que estás muerto"...
Es en Gangrena, en el que hablo del maltrato psicológico. Tengo muchos amigos médicos y un día hablamos de la gangrena. Te duele mucho porque es como si te arrancasen la piel. Pero llega un punto que, cuando deja de doler, ya no se puede hacer nada. Y claro, me pareció un símil muy bueno para hablar de muchas cosas en la vida.
"Tenemos la sensación de que el tiempo está para llenarlo con cosas. Cuantas más mejor. Para mí no deja de ser una manera de perder el tiempo"
En Verano 2017, con una temática similar, hablas más del miedo.
Es que todos tenemos mucho miedo a que nos abandonen y por eso hacemos muchas cosas que no debemos. Pero también tenemos miedo a sostener el amor de verdad. Asumir que alguien te quiere incondicionalmente puede asustar. Requiere asumir mucho compromiso.
Sin revelar muchos detalles más de los relatos, sí me gustaría que me hablaras de Principios de arqueología, en el que abordas la adaptación. No es una temática muy habitual.
Siento que se escribe muy poco sobre la adopción. Nació de un viaje a Nepal en donde asistí al encuentro de una niña con su madre biológica. A ella le daba igual estar allí. Te imaginas siempre la película Disney y la realidad a veces va por otro lado. Me hizo pensar en mis prejuicios. Fue importante escribirlo porque fue acercarme a un tema que me apetecía narrar.
Y en Atocha hablas de tu padre...
Vive en Madrid y yo en Barcelona. Es un retrato de lo que conozco de mi padre. Él siempre me viene a buscar a la estación de Atocha y nuestros días juntos terminan cuando me deja de nuevo en ella. Para mí ese lugar me recuerda mu padre, casi es mi padre. Es raro.
¿Y no has pensado en recuperar uno de tus relatos y ampliarlo como novela?
Yo estaría encantada. De hecho, me ha escrito una productora para desarrollar uno de estos relatos como película y yo haré el guion. Los relatos son como puertas a otras historias, pero las puertas se pueden quedar ahí. Cuentan lo que cuentan. Pueden contar mucho más, pero a veces no es el momento y es mejor esperar a que sea el adecuado. Si es que lo es algún día.
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