La promesa del Galaico con diabetes que cambió el reglamento de la natación
Por Manu Otero
Sacrificio y constancia son valores imprescindibles para cualquier deportista, pero los nadadores deben llevar esas dos palabras tatuadas en un lugar bien visible de la piel. Estos titanes están hechos de otra pasta, de lo contrario no podrían soportar esas sesiones interminables en soledad en la piscina. Nadie duda de su mérito, pero su espíritu competitivo se queda pequeño ante la historia de superación de Ignacio Meijón, un nadador del Galaico de 17 años que, tras ser diagnosticado de diabetes, mantuvo su rutina de entrenamiento y superó las trabas administrativas que le impedían competir junto a sus compañeros. "Nado desde hace cuatro años, cuando me diagnosticaron diabetes tenía 15. Al principio me estresé mucho, pero cuando vi que todo iba bien me fui relajando", resume el joven pontevedrés el proceso de adaptación a esta enfermedad.
La relación entre Meijón y la natación fue un flechazo. "Probé varios deportes antes, el atletismo y el baloncesto, pero no me gustaban. Probé la natación y ya me quedé", sostiene el nadador, que es incapaz de decantarse por una especialidad pero que disfruta más en las pruebas cortas de estilo libre. Este año apenas pudo competir, pero con los entrenamientos le basta para estar feliz. "Entreno 8 o 10 horas a la semana, pero lo llevo bien porque estás con los amigos y tenemos bastante descanso", admite.
Uno de los momentos más amargos de su todavía corta carrera en la piscina le llegó hace dos años, cuando le diagnosticaron diabetes tipo 1. "Fui a hacer el camino de Santiago con el colegio, llevé 40 euros y los gasté en agua. El pediatra no quiso hacerme la analítica y cuando me cambié para el médico de cabecera, me la hizo. Al ver los resultados, tenía 400 de azúcar (los niveles normales oscilan entre 80-120 miligramos por decilitro de sangre) y me mandaron para Montecelo", recuerda Meijón. Por su carácter optimista y relajado, el estrés inicial del diagnóstico no le duró mucho. "Cuando vi que en el primer mes todo iba bien, me fui relajando. Y durante el año y medio siguiente la endocrina siempre me ponía como ejemplo", recuerda con orgullo.
En ningún momento dejó de competir, pero tanto él, como su club y el propio reglamento tuvieron que adaptarse para evitar que su salud se pusiese en riesgo. "Al competir no lo notaba, pero al entrenar me daban bajones en medio de la sesión, aunque el cuerpo se va a acostumbrando y en dos o tres meses lo tenía controlado", detalla. Aun así, el Galaico tuvo que adquirir unas neveras para guardar el tratamiento y poder administrárselo de forma rápida y segura si fuese necesario. Para los desplazamientos a otras piscinas, el club dispone de neveras portátiles en las que además del agua para el resto del equipo almacenan su insulina.
La federación tampoco puso grandes impedimentos para dejarlo competir a pesar de ser diabético, los problemas llegaron con el parche medidor que lleva en el brazo. "Hace dos meses me colocaron el sensor y tuve problemas porque no podemos llevar nada en el cuerpo", explica Meijón que tuvo que remitir a la Federación Galega todos los informes médicos para demostrar que el sensor no supondría ningún tipo de lastre ni ventaja en la piscina. "En una semana ya me autorizaron. Fue más difícil conseguir el parche", confiesa Ignacio. Desde hace meses, el Sergas concede este sensor que permite leer los niveles de glucosa mediante tecnología NFC a través del móvil a todos los menores con diabetes, pero parte del mérito de este logro lo tiene Meijón y Anedia (Asociación de Nenos, Nenas e Xente Nova con Diabetes), que forzaron varios encuentros con el conselleiro para hacerle ver la importancia de esta herramienta para el bienestar de los pacientes.
El nadador está muy involucrado en la visibilización de la enfermedad y en la defensa de sus derechos. No solo colabora con Anedia, también forma parte del consejo de jóvenes de la Federación Española de Diabetes, desde la que lanza mensajes de apoyo a chicos y chicas que se ven en la misma situación que él. "Que no se estresen mucho. Hay que llevarlo al día y bien controlado, luego es una vida normal", sostiene.
Aunque durante las vacaciones escolar tiene que seguir levantándose pronto para ir a entrenar, algo que "a veces cuesta un poco", Ignacio Meijón no piensa renunciar a su pasión y menos de haber demostrado que es capaz de superar cualquier tipo de obstáculo. Y su club y familia no ocultan el orgulloso de verlo competir al máximo en cada campeonato, aunque este verano se lanzará pocas veces del trampolín porque está formándose como juez. No hay quien lo pare.
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