Fue un 19 de septiembre de 1991 cuando el matrimonio formado por María Seara y José Ángel Díaz "Pepe" abría su tienda MercaMas en el número 1 de la avenida de Lugo, en Pontevedra.
Algo más de 32 años después, este viernes 17 de noviembre, a las 21:30 horas, la tienda que fue una referencia en su barrio, bajaba la persiana definitivamente por jubilación de sus propietarios. "El día de hoy lo estamos viviendo con cierta melancolía porque llevamos aquí tantos años, pero bueno, sabemos que todo tiene un comienzo y un final y nos tenemos que acostumbrar a la nueva vida", asentía Pepe.
Una de las cosas a las que se tendrán que habituar es a descansar. "Tendremos vacaciones por primera vez en 32 años", coinciden en afirmar Pepe, de 65 años, y María, de 68. "Ella esperó por mí para que me jubilase", añade Pepe, resumiendo lo bien avenido que está este matrimonio, que ya cumple 40 años.
Su nieta de un año o dar largos paseos sin mirar el reloj son algunas tareas pendientes que piensan realizar. Atrás dejan jornadas de trabajo maratonianas que arrancaban a las 7:00 de la mañana, "para preparar la charcutería, fruta, antes de abrir", y se prolongaban hasta las "diez o las once de la noche, porque siempre quedaba trabajo por hacer", completa María.
Incluso los domingos, Pepe se acercaba a la tienda para colocar la mercancía. "Mis hijos estudiaron en el Sagrado Corazón y después en la universidad también estuvieron los dos, y había que trabajar para pagarlo todo", dice Pepe con el orgullo de haber podido dar a sus hijos estudios. ¿Ha valido la pena? "Sí, claro que sí".
Antes de disfrutar al cien por cien de su "tiempo de júbilo" aún les resta cerrar el papeleo final, que calculan que se prolongará hasta el mes de febrero.
El local es de su propiedad y ya nos avanzan que tienen acordado alquilárselo a una empresa que próximamente instalará un negocio cuyas características no pueden desvelar, por petición de esta firma, pero que no estará destinado a alimentación. "Hubo mucha gente interesada por el traspaso para seguir con el supermercado, pero no nos convencieron".
INICIOS EN AMÉRICA
La historia de este matrimonio arranca en Venezuela. María, originaria de Soutelo de Montes, llegó con sus padres al país americano con 6 años. Pepe se trasladó desde su Asturias natal con 18 años en busca de un futuro laboral, con su título de FP de Mecánica de Motor bajo el brazo.
Cuando se conocieron, María, tres años mayor que Pepe, acababa de terminar la carrera de Administración de Empresas. Ya casados, montaron un almacén de artículos de peluquería, porque la familia de María tenía una fábrica de champús y tintes y vieron la oportunidad de centralizar la venta de estos productos.
Económicamente las cosas marchaban bien para este matrimonio, pero, casi de un día para otro, la situación en el país cambió radicalmente. La "Tierra de Gracia", como la había bautizado Cristóbal Colón, se convirtió en un país hostil, con mucha inseguridad en las calles. "Cuando las cosas empezaron a ponerse allí malas, teníamos los niños pequeños y dijimos ‘ahora o nunca’, y decidimos venirnos".
"Cuando las cosas se empezaron a ponerse allí malas, teníamos los niños pequeños y decidimos venirnos"
La llegada a Pontevedra fue a principios de los 90, pero la idea de regresar se empezó a gestar años antes. "Nosotros vivíamos allá en Venezuela con mis padres, que son de Soutelo, y el que construyó este edificio era también vecino de Soutelo. Entonces, en 1983, entre todos se fue comprando aquí y, cuando vino el momento nos vinimos todos con mis padres", explica María.
Entonces, el Grupo Froiz diversificaba su oferta de supermercados con pequeñas tiendas. María y Pepe fueron a hablar con los gestores y de esa conversación salieron con su contrato de franquiciados bajo la marca MercaMas. El matrimonio tiene un recuerdo entrañable de Magín Alfredo Froiz.
Por ello, Pepe pide "agradecer a Froiz la confianza que depositaron en nosotros durante tantos años, y sobre todo a José (hijo de Magín Alfredo) que siempre nos ayudó cuando lo necesitamos". En este punto, se le entrecorta la voz. Tuvieron que ser complicadas esas circunstancias a las que alude porque, pese a insistir, fue imposible que concretase qué es lo que ocurrió. Solo alcanza a añadir que "siempre que fuimos allá nos atendió muy bien", y de nuevo se emociona.
MOMENTOS INOLVIDABLES
Paradójicamente, con más aplomo, Pepe relata el día en que unos atracadores estuvieron a punto de acabar con el negocio, y con su propia vida.
"Fue en el año 2000, más o menos, una banda organizada rumana. Golpearon a mi mujer contra la estantería, yo oí el ruido, vine a ver qué pasaba y ya vi al hombre con la caja en las manos. Se la intenté quitar, sacó un cuchillo, me pinchó y salió corriendo. Perdí mucha sangre, y vino mucha gente a taparme la herida", relata mientras enseña la cicatriz aún visible en su cuello. "Nos vinimos de Venezuela por la delincuencia y al final… Por lo menos lo podemos contar".
En la pandemia, los propios vecinos del barrio ayudaron a descargar y colocar la mercancía
Esta solidaridad de su clientela la revivieron veinte años después, con la pandemia de la Covid. Pepe rememora las largas colas que se formaban a las puertas del establecimiento para comprar. "Venía la mercancía y no nos daba tiempo a colocarla". Hasta que un día, empezaron a llegar vecinos a ofrecerse para echar una mano. "Después de comer venimos y os ayudamos a colocar", decían. "Los mismos vecinos, todos con las mascarillas, descargábamos, poníamos los carros por donde podíamos, por el almacén o por el medio, y la gente preguntaba ‘¿dónde va esto? pues colócalo aquí’, después abríamos, y al día siguiente de nuevo así".
María y Pepe quieren agradecer a todos los vecinos y clientes de esta tienda que en 32 años se han convertido ya en familia. "Tenemos abuelos, padres y nietos, varias generaciones, algunos clientes también han desaparecido". Recuerdos entrañables que inundan la última jornada de trabajo de este matrimonio que no ha parado de recibir buenos deseos para este tiempo de jubilación, e incluso regalos, como el ramo de flores que un mensajero traía mientras realizábamos la entrevista.
"¡Feliz jubilación! ¡Gracias! (de) Olaya, Aida y Diego" rezaba la tarjeta en la que se contiene el sentir de todo un barrio.