En la década de los años setenta,el prestigioso arquitecto pontevedrés Alejandro de la Sota creaba la Casa Guzmán en la urbanización madrileña de Santo Domingo para el ingeniero Enrique de Guzmán, que había sido presidente de Construcciones Auronáuticas S.A., de RENFE y también de Iberia, además de haber ocupado la Subsecretaría de Aviación Civil durante los Gobiernos de Adolfo Suárez.
La casa era representativa de la arquitectura moderna, contaba con una estructura rectangular de una planta con un salón, una sala de estar, cocina, dormitorios y garaje con una prisma superior, de menor tamaño, en el que se encontraba la biblioteca y la zona de descanso. La obra fue fundamental en la carrera de De la Sota, que continuaría después con otras obras como el Gobierno Civil de Tarragona y el Gimnasio Maravillas en Madrid.
La construcción de la Casa Guzmán se convirtió en una obra de referencia visitada, estudiada, publicada y disfrutada por generaciones de arquitectos de todo el mundo, según señala la Fundación Alejandro de la Sota. Esta misma organización alerta ahora de que la obra del genial arquitecto pontevedrés ha sido demolida por el hijo de Enrique de Guzmán, heredero de la casa. Señalan que se enteraron de la destrucción a través de los profesores Pablo Latorre y Gonzalo García-Rosales del Departamento de Arquitectura de la Universidad de Alcalá cuando los estudiantes acudieron hasta el lugar para realiza un trabajo universitario.
El ingeniero fallecía en 2014 y, según señala la Fundación, el heredero rechazó desde entonces ayuda para encontrar un propietario para la casa que pusiera en valor la obra, restaurándola y conservándola. El heredero, en cambio, ha decidido construir una residencia que es definida por la Fundación como una "tontería".
La Fundación alerta de que la desaparición física de la Casa Guzmán es un asunto muy serio para la arquitectura española que debe hacer reflexionar y actuar a todos los implicados, a las administraciones públicas, a los colegios profeionales y a los arquitectos que toman decisiones. Señalan que falta cultura, criterio, compromiso y valentía para evitar este tipo de actuaciones. Denuncian que nadie se imagina que un heredero pueda destruir un cuadro, un libro o una escultura de un autor y, sin embargo, en arquitectura suceden este tipo de situaciones sin que exista amparo por parte de la ley.