27 días: Resucitar con Jesús

20 de abril 2025

Sé que muchos ven la vida desde perspectivas diferentes, y eso está bien. Cada uno es un ser único. En mi caso, el Viernes Santo me llena de decepción hacia nosotros como humanidad

Algunos elegimos vivir con la fe de que hay algo más grande que nos trajo a este mundo y que, eventualmente, vendrá por nosotros. Es como cuando tus padres te dejan en la escuela y regresan por ti en la tarde, después de que hayas aprendido las lecciones del día. A veces, esa espera puede sentirse como un abandono cruel, incomprensible. Nos llena de preguntas, dudas, y hasta decepciones.

Sin embargo, es esa misma fe la que nos aferra a la esperanza de que, al final, nos espera algo más hermoso, más real, más justo. No se trata de vivir pensando cada día en la muerte de Jesús; seamos sinceros, no es algo que reflexionemos constantemente. Pero creo que, de alguna manera, todos cargamos una cruz propia, ajustada a nuestras capacidades. Las lágrimas que a veces surcan nuestras mejillas parecen purificarnos de un dolor que solo el corazón comprende.

Cada año, el Viernes Santo nos recuerda la crucifixión de Jesús. Es una oportunidad invaluable para conectar con su sacrificio, agradecer su entrega y reflexionar sobre nuestra vida. Por ejemplo, ¿Qué lugar ocupa Dios en nuestra existencia?

Sé que muchos ven la vida desde perspectivas diferentes, y eso está bien. Cada uno es un ser único. En mi caso, el Viernes Santo me llena de decepción hacia nosotros como humanidad. Me avergüenzan las cosas que le hicimos a Jesús. Mi corazón se envuelve en angustia, y no puedo evitar sentir pena por lo que somos. Cada día, siento que vivimos un eco de lo que Él soportó en su cruz. ¿Es justo? No lo sé.

Hoy, Domingo de Resurrección, no puedo evitar preguntarme tantas cosas, dudar de otras y seguir creyendo en aquello que no podemos ver. Esa mezcla de emociones en mi alma me lleva a bajar la cabeza y pedir sabiduría para no fallar. Cada día enfrentamos batallas internas, castigos propios y luchas invisibles.

Solo puedo pedir tener la fuerza para resucitar con Jesús cada día, en un mundo que a veces no entiendo y al cual, en ocasiones, siento que no pertenezco. Resucitar con Jesús es recordar que cada día es una oportunidad para empezar de nuevo, para dejar atrás el peso del pasado y abrir el corazón a la fe, al amor y a la esperanza. Porque en cada amanecer, Él nos invita a cargar nuestra cruz con valentía y a caminar hacia una vida plena, sin miedo al dolor ni a la incertidumbre.

Pero, al final, la fe es la prueba de que nunca estamos realmente solos.