Alegato al buen periodismo

01 de abril 2014
Actualizada: 18 de junio 2024

La liberación de dos periodistas españoles en Siria demuestra que practicar esta profesión supone asumir una serie de riesgos inevitables cuando se persiguen las historias hasta el final. Reportar sobre la realidad de quienes sufren en un conflicto bélico o en un contexto de injusticia social tiene un precio humano y personal imposible de evitar.

Con la liberación de Javier Espinosa y Ricardo García el periodismo ha logrado salvar la difícil espina de encontrarse secuestrado más días y horas, a todos los niveles. Ha vuelto a ganar la batalla a la mordaza de un Estado o de un sistema. Lo más curioso es que el apresamiento de periodistas no es algo nuevo; y mucho menos, en aquellos territorios donde la contienda se impone por la fuerza. De hecho, no serán los últimos de la larga lista de profesionales de la comunicación retenidos contra su voluntad. A día de hoy, son muchos los que todavía permanecen en la misma o peor situación que Ricardo y Javier hasta hace unas horas. Y, en algunos casos, la cosa parece que va para largo.

Entretanto, la sociedad reconoce a regañadientes está clase de compromisos ante la mala prensa de la que goza la prensa en la actualidad. Sin ganas o empeño de separar el grano de la paja, el periodista sigue siendo un ser público demonizado por sus continuas equivocaciones o manipulaciones para servir a los poderes fácticos. Y esa podría ser una parte de la verdad que refleja que, como en todas las profesiones, hay buenos y malos profesionales.

Pese a todo, perdura una especie de deseo de revancha colectiva contra las malas prácticas del periodismo. Para quienes sufren lo indecible (lo que no está escrito) por informar sobre aquellos hechos marcados por el horror humano se sobreentiende que es una mera obligación como expertos del sector. Y así debe ser. Aunque, se echa de menos un trato más justo para quienes entregan su vocación y compromiso periodístico al valor crítico de la sociedad.

En una ocasión, un empresario del sector naval confesaba que "si no fuese por los historiadores y periodistas la humanidad seguiría portando taparrabos". Quizás, en esta expresión, había un porcentaje de pasión o admiración por las dos materias. Pero, razón no le faltaba: Todos los días, por no decir a todas horas, consumimos información. Nos hemos convertido en una sociedad necesitada de estar informada al minuto, 'on time'.

Sin embargo, escasean las personas que se plantean como llega esa noticia, reportaje o crónica a la pantalla del ordenador: ¿Qué habrá pasado hasta que la composición de 500 palabras y una foto dan cuenta de una situación determinada?, ¿cómo se habrá elaborado esa crónica o reportaje?, ¿cómo son las condiciones en las que se trabaja? Y el número de preguntas continuaría tirando de una abultada lista⿦

Aún así, son pocos los que pretenden dar respuesta a estas incógnitas por considerar que los pormenores, la intendencia, no tienen ningún interés informativo. Pero, si lo tiene. En especial, para valorizar y recordar a una sociedad que, aspira al desarrollo diario y apoya sus cimientos en la información y formación, no puede discriminar a sus promotores. A los prescriptores de una disciplina que dan respuesta a una demanda social.

El alegato del buen periodismo también existe y se práctica. Solo es cuestión de buscar y aprender a separar lo beneficioso de lo nocivo. Tan sencillo como eso. En alguna ocasión, nos hemos sentido en deuda con ese médico o cirujano que nos ha devuelto la calidad de vida tras una insoportable dolencia. Y hemos acabado celebrando con él, los resultados de toda una vida entregada al estudio de la medicina.

Pues, en el periodismo, también podemos encontrar buenos atributos y ejemplos en el ejercicio de una profesión que aspira - a pesar de no conseguirlo - a tener más amigos que enemigos en su día a día.