Calcetines

19 de febrero 2025

Usted y su prójimo o prójima se desnudan para proceder a un romántico intercambio de fluidos empleando el método de la fricción corporal. Y ya están ambos en pelota picada pero no se han quitado los calcetines. Se miran y se ven en calcetines

La prenda menos sexy del mundo no es una prenda, son dos: los calcetines. Pienso explicarlo despacio pero prométame que estará usted atenta, querida homo sapiens, digo mujer sapiens, digo, no sé lo que digo. De ahí la necesidad de prestar mucha atención.

Piense usted en un hombre alto y fornido. "Fornido" suena mal, lo sé, suena incluso sucio, sí, en ese sentido de suciedad, que en realidad no tiene nada de sucio. Ya nos estamos liando otra vez.

Alto, fornido y guapo. Y que viste algo deportivo y ajustado: unas mallas de lucha libre, un bañador de competición, un traje de hombre bala... de tal manera que es patente la musculatura que adorna su anatomía, especialmente definida en las piernas. Ahora bien, abajo, a la altura de los pies, puesto que es en los pies donde los lleva puestos, aparecen unos calcetines largos. Da igual el color y el material: ha desaparecido la magia, donde la magia se refiere a la salivación (a veces el rubor en las mejillas, en fin, depende de la materia prima). No hay mejor manera para pinchar el globo del erotismo que unos buenos calcetines.

Vamos a describirlo de otro modo, para que nadie se sienta discriminado. Imagínese una mujer alta, aunque no demasiado, delgada y bien proporcionada. Y cuando digo bien proporcionada, quiero decir bien proporcionada y usted ya me entiende. Colabore un poco. Y que viste prendas ajustadas, las que usted quiera imaginar, y una minifalda. Al final de sus largas y esculturales piernas aparecen un par de calcetines. En los pies, claro, ¿dónde iba a ser? Allá va toda la magia, donde la magia se refiere a la afluencia de sangre a cierto sitio o a la precipitación de la baba mentón abajo. Puede estar usted ante la Venus de Milo, o de Emilio si no tiene confianza, que de pronto es como si en vez de Venus viese a Saturno, el que devoraba a sus hijos. Igual no le gustan mis chistes malos, pero es que no los tengo mejores.

Otro escenario: usted y su prójimo o prójima se desnudan para proceder a un romántico intercambio de fluidos empleando el método de la fricción corporal. Y ya están ambos en pelota picada pero no se han quitado los calcetines. Se miran y se ven en calcetines. Eso no hay quien lo remonte. Ya no digamos si los calcetines huelen, que suelen hacerlo, salvo que sean ustedes de amoríos diurnos y muy tempraneros. Vale, no quiero ser talibán. Puede que la pasión sea tal que hasta sería usted capaz de arrancarle los calcetines a mordiscos a su pareja, donde por pasión se entiende estar más salido que el pico de una plancha.

En fin, no sé si he demostrado que los calcetines son las dos prendas menos sexys que hay, pero que me aspen si no lo he intentado.