Cantemos a la Naturaleza y a Carmen Laforet

04 de febrero 2025

Si nos fijamos en la gran escritora Carmen Laforet, en 1955 más de media España era rural, por lo que el campo era su realidad. Grandes territorios de esta Iberia, tan larga y tan cercana en el tiempo, seguían siendo rurales.

Volvamos a cantar el sosiego y el ruido de la montaña, de los ríos, de los aires, de los fríos, de los calores. Volvamos a contar y narrar el canto a la Naturaleza.

No tiene que ser como Virgilio, Horacio, Ovidio, los griegos antiguos, los romanos o los del Renacimiento. Quizás se trate simplemente de volver a la Naturaleza con sentido común, prudencia y racionalidad. No solo como destino de turismo, viaje y economía, sino con sosiego en la mirada. No solo y en soledad, sino acompañado, por seguridad propia y por diversidad de pareceres y motivos. Caminando y recaminando, mirando y remirando, percibiendo y repercibiendo, dejando y redejando que, desde el interior, emerjan y reemerjan los recuerdos, los dolores y las alegrías.

Aquí aconsejamos cosas que el escribiente no hace, pero le gustaría realizar. Esos paisajes no tienen por qué estar a cientos de kilómetros, sino quizás solo a unas decenas o cientos de metros de tu lugar de cobijo. Siempre, reitero, con prudencia en los caminos, no vaya a convertirse un paseo en motivo de dolor.

Tenemos que volver y revolver otra vez el gusto por la Naturaleza, el campo y la montaña, en frío o en calor, en primavera o en otoño. Existen cientos de pueblos pequeños y medianos con la Naturaleza metida en su seno, en su seno metida la Naturaleza. Todo está, todo es, todo parece ser, y todo ser, parece. Volver a la Naturaleza, placeres sencillos y pequeños. Ir viajando, ir viendo, irse viendo, ir viéndose. Cada uno en sus circunstancias. Llegar y arribar a un pueblo, quedarse una tarde o una noche y pasear al amanecer o al atardecer alrededor de una montaña. Toda ciudad o lugar, grande o pequeño, tiene Naturaleza a su alrededor y dentro de su seno.

Reiteramos: siempre con prudencia, si es posible acompañado, en los ojos, en los vientos, en las narices, en las aguas, en las orejas… Reitero: por seguridad personal.

En este viaje por el articulismo hispánico, me he encontrado con Carmen Laforet Díaz (1921-2004), quien, en Informaciones, el 14 de febrero de 1955, lanzó al aire, a otros ojos y a otros oídos, un artículo titulado Invierno: Campo y ciudad. En él, describe esa interrelación entre un corazón humano y la Naturaleza. De alguna manera, somos sol, nube, agua, aire, niebla, montaña, río… Hemos olvidado que somos una naturaleza, una naturaleza humana, pero inserta en la Naturaleza: la Naturaleza del planeta Tierra, la Naturaleza del Universo. Incluso admitiendo que somos alma-espíritu inmortal, también somos Naturaleza.

Muchos rostros viajan cientos de kilómetros a playas y arenas. Tienen derecho. Nadie indica lo contrario. Esto es también Naturaleza, pero en su trayecto atraviesan cientos de lugares, comarcas, pueblos y aldeas, y nunca se detienen a ver sus hojas de árboles, sus calles —casi desiertas o repletas de personas—, sus campos. A verse a sí mismos en esos espejos de la naturaleza. Muchos viajan miles de kilómetros a otras ciudades de otros continentes. Nadie les niega su derecho, pero no han visitado pueblos, aldeas o paisajes naturales a cincuenta mil metros de su hogar. Van volando para ver y visitar tal acontecimiento a miles de kilómetros, pero nunca han tenido tiempo de viajar con el corazón, la mente y el alma a diez, treinta o cuarenta mil metros de su casa.

Es el misterio, uno de tantos de los humanos: todos hablan de un lugar y olvidan los cientos que tienen al lado. Cualquier ciudad o aldea, grande o pequeña, dispone de Naturaleza, de montaña y de río a su alrededor. No adoramos la Naturaleza, pero debemos sentirnos parte de ella. No podemos olvidar que somos naturaleza en la Naturaleza.

Si nos fijamos en la gran escritora Carmen Laforet, en 1955 más de media España era rural, por lo que el campo era su realidad. Grandes territorios de esta Iberia, tan larga y tan cercana en el tiempo, seguían siendo rurales. En aquellos tiempos, cuando ya parecía amanecer un nuevo horizonte, el campo y la naturaleza eran el modo de vida de media España, de los corazones de media España. No olvidemos que en aquellos años, tras dos traumas gravísimos en Europa, la mitad de la población española vivía y sobrevivía en la España rural. Una gran parte había migrado o estaba migrando a otros lugares de esta Celtiberia antigua, algunos incluso fuera de esta Piel de Toro.

Pues en esos tiempos, la genialidad de Laforet, la visión antes de la visión, la llevó a percatarse de que la Naturaleza no solo es un lugar de trabajo, sino también de percepción, reflexión, meditación, oración. La Naturaleza completa y complementa al ser humano. Somos naturaleza en la Naturaleza. No lo olvidemos.

Volvamos, alguna vez, cada año, cada semestre, cada mes, algún día, algunos días, al sosiego de la Naturaleza, esa Naturaleza que tenemos a unos miles de metros de nuestro hogar.

Lo dice alguien que hace tanto tiempo que no va a la Naturaleza.

Paz y bien.