El domingo 4 febrero tuvo lugar en Santiago de Compostela una manifestación en contra de la última reforma de la Ley de Salud que restringe el acceso a contratos y conciertos, retira atribuciones a hospitales comarcales y permite que la Investigación Pública sea explotada por empresas.
Hace cinco años, a causa de un problema de salud, comencé a ser tratada con una medicación de uso ginecológico cuya salida al mercado había sido aprobada hacía muy poco. Era la última alternativa que me quedaba, tras haber probado muchas otras, para evitar una intervención quirúrgica.
En aquel entonces, mi tratamiento fue gestionado a través de la Sanidad Privada de manera urgente y durante lo que se consideran tres ciclos de tratamiento. Funcionó y alivió considerablemente mi problema.
El año pasado, después de un nuevo brote, volví a necesitarlo y, ya que pago religiosamente mis impuestos y el medicamento en cuestión tiene un precio elevadísimo para lo que cualquier autónomo español puede permitirse, lo solicité por la Seguridad Social.
Hubo muchos inconvenientes para concedérmelo desde el principio, a pesar de que mi historial médico cumple todos los requisitos para recibir la prescripción. La razón fundamental entendí, a pesar de que argumentaron otras, fue su elevado precio.
Después de un informe favorable del facultativo que me atendió debido a un último ingreso en Urgencias y a mi propia insistencia, me fue concedido otro ciclo de medicación durante tres meses, tras pasar antes el medicamento en cuestión por un trámite de Inspección.
He seguido el tratamiento diariamente desde hace dos meses y he vuelto a mejorar, a falta de un mes para completar el ciclo, y pendiente de una nueva revisión que indique si será necesario o no completar el tratamiento hasta terminar todos los ciclos para los cuales ha sido sanitariamente aprobado.
En plena mejoría y, pensando ya que estaba en el camino correcto, recibo el lunes 12 de este mes un aviso de una amiga farmacéutica que me informa de que el medicamento ha sido retirado temporalmente, ante la sospecha de que las pacientes (y digo "las" porque se trata de un medicamento de uso exclusivamente ginecológico) que ya han sido tratadas pueden sufrir daños en el hígado. Debido a este motivo, deberán someterse a una analítica que informe del nivel de transaminasas antes de poder continuar con el tratamiento.
Además, todas aquellas mujeres a las que le ha sido prescrito, pero no lo han recibido todavía, ya no lo recibirán. La homologación que en su momento se concedió al producto farmacéutico para poder ser consumido, queda bloqueada y por lo tanto ha dejado de dispensarse.
El problema, además de que es un tratamiento que no debe ser interrumpido de golpe, es que nadie, dejando a mi amiga aparte, me ha informado de nada de esto. Ni la ginecóloga que me lo prescribió en su momento de forma privada, ni la Seguridad Social.
Tuve que ser yo quien, una vez recibida la la información, se la trasladase al médico de cabecera que está sustituyendo al que me correspondería, ausente por baja.
Les puedo asegurar que fue un momento muy desagradable. Toda una sorpresa para el facultativo que, por toda respuesta me mandó sin pérdida de tiempo a hacerme las analíticas correspondientes y me adelantó veintidós días la revisión ginecológica que tengo pendiente. De momento aquí se acaba el primer capítulo de esta historia sin asegurarse nadie de que todos los pacientes reciban esta información y sin que haya sido noticiable. Si no han querido alarmar, han conseguido lo contrario.
Como una no es especialmente aprensiva y ha aprendido a ser desconfiada cuando hay dinero de por medio, teniendo en cuenta el precio del medicamento y los recortes, estoy prácticamente convencida de que a mi hígado no le pasa nada y de que los posibles efectos adversos que el medicamento en cuestión haya podido tener sobre él y sobre los de las demás pacientes tratadas, es una cortina de humo para retirarlo del mercado. Sale caro.
Si la retirada definitiva se produjese, hasta ahora nadie ha informado tampoco de una medicación alternativa que sería absolutamente necesaria para poder continuar tratando la dolencia.
El grado de desinformación de los facultativos y de los profesionales de la Farmacia (salvo honrosas excepciones ) es de un bochorno abrumador y la indignación que tenemos ahora mismo las pacientes afectadas no encuentra adjetivo en todo el diccionario para describirse. Las pacientes, digo, que hemos tenido la suerte de enterarnos. Las demás no tienen ni el derecho a indignarse.
He tenido que madrugar un martes libre de obligaciones laborales, bajo una lluvia que parecía estar desaguando el cielo, para que me realicen una analítica que, de haberse hecho bien las cosas no tenía por qué haber sido necesaria. En cuanto obtenga los resultados sabré si puedo o no seguir tratándome o daré un paso atrás en la recuperación.
Todo porque en un medicamento, homologado hace al menos diez años, se descubre ahora un posible efecto adverso. Todo, diría yo, porque la Industria Farmacéutica nos considera cobayas o todo, quizá, porque el dinero que debería ser destinado a algo tan importante como la salud, acaba en otras arcas.
A quienes nos quede la alternativa afortunada de conseguir el medicamento pagándolo de su propio bolsillo, si finalmente se nos da la opción, claudicaríamos al hacerlo en algo tan necesario como defender la propia dignidad y los Derechos Fundamentales que con tanto trabajo hemos ido consiguiendo y en el mejor de los casos, nuestro dinero irá a hacer más ricos a quienes ya lo son indecentemente o pagaremos para que la medicina arregle una parte de nuestros cuerpos mientras destroza otra.
Con cualquiera de las dos alternativas se estará ayudando a financiar una injusticia.
Lo peor de todo esto es que, cuando la enfermedad aparece, es fácil que sacrifiquemos la dignidad por la curación. Y con eso cuenta quien maneja los hilos de la cruceta que nos han puesto en la cabeza para dirigir nuestros movimientos. Con esa desesperación, juegan.
Al salir de hacerme la analítica, fui al Cafetín de la Alameda a desayunar y me encontré en la sección "Gente de Hoy" del Diario de Pontevedra con la siguiente noticia: Cristina Pedroche se ha desnudado en su cuenta de Instagram para anunciar su perfume. La instantánea va acompañada de la frase: "En San Valentín y siempre, enamórate de ti misma".
Pedroche se considera a sí misma, como ha afirmado muchas veces, abanderada del "nuevo feminismo. Su foto de San Valentín ha conseguido 25.000 "I likes". Es noticia.
Si esta columna que escribo, sin creerme abanderada de nada, simplemente denunciando un atentado contra la salud de la mujer, consigue un solo "I like", me doy por satisfecha.
Si con esta comparativa sobre el número de "I likes" y maneras de entender los derechos de la mujer se han hecho una idea, suponiendo que no la tuviesen ya, de cómo es el país en que vivimos y la gente que lo puebla, entonces me sentiré más satisfecha todavía.
Y lo que es más importante: Agradecida. Muy agradecida al lector. O lectora.