Al principio no pensaba que Pedro Sánchez fuera tan cachondo. Parece un hombre serio pero, en el fondo, es un disfrutón.
Empezó a enseñar su vis cómica cuando nombró a Maxim Huerta, ministro de Cultura y Deportes, que no me digan que no tuvo gracia. Fue un chiste de esos cortos que al que peor le sentó al final fue al propio Maxim.
A Sánchez le va la vida loca: probar y a ver qué pasa, como si en vez de gobernar el país fuese ese personaje que, sin haber sido invitado ni por el novio ni por la novia, se cuela en la boda sin que el futuro de la pareja le importe un pepino; no tiene más objetivo que comerse los canapés.
También es cierto que una mala tarde la tiene cualquiera y ha podido pasar que le haya dado un subidón de testosterona, de esos traidores, y le haya dicho a su mujer una noche:
- Oye, Begoña ¿y si en vez de comprar en el centro, nos mudamos a la Moncloa? –
Ella le dio el segundo sí más importante de su vida y él se puso manos a la obra: ¿Que no me llegan los votos? Moción de Censura y lo que dure, oye, que total estamos aquí dos días.
Y como el mundo es de los osados, le salió bien. Bien para sus intereses, claro.
Luego pensó en otro golpe de efecto, así en plan mago, y se sacó un decreto de la chistera para exhumar a Franco: una cortina de humo perfecta para que no pensásemos en, si mientras duraban las excavaciones, se iba a subir los impuestos, abrir las puertas al independentismo, pasar ampliamente de la inmigración y cargarse a la poca clase media que queda, especialmente a los autónomos. Cuando nos hemos dado cuenta la fosa del caudillo sigue como estaba y Sánchez ya ha firmado con Iglesias todo lo que le ha pedido en su carta antes de que llegasen los Reyes Magos.
Después, ya que estaba con la corona puesta, se fue con Begoña a la Recepción Real a echar una manita. Otro momento para el recuerdo. Y allí, más canapés: Dame pan y llámame tonto.
Que será lo siguiente que haga no lo puedo imaginar, porque la cabeza de este hombre es una caja de sorpresas. A mí me recuerda a Zapatero pero en joven y guapo, que hay que reconocer que lo pongas en donde lo pongas, queda bien. Esto mismo ha debido pensar él para plantarse en el besamanos real: joven, guapo y con dinero, ¿qué más quieres, Baldomero?
Le da igual lo que dure el mandato, disfruta del momento hasta que lo pillan. Pero ya lo vamos pillando, igual que hizo el personal de Protocolo de la Casa Real.
El español es un pueblo con sentido del humor, pero también de sangre caliente, y la figura del trepa listillo al principio hace gracia pero luego empieza a vérsele el peligro. Tenemos el precedente de la reina que empezó presentando el telediario y, noticia a noticia, se nos plantó en el Trono. Aventaja sin embargo Sánchez a la reina en la soltura. Mete la pata, pero sin perder la sonrisa.
Si los Reyes Eméritos le hubiesen dicho a Don Felipe en su momento: ¡Venga hijo, ahora en serio, que va a ser reina!, y si el Congreso le hubiese visto el plumero a Pedro Sánchez con la Moción de Censura, otro gallo cantaría. Pero no, nos va tanto la juerga que le abrimos la puerta al más gracioso y así nos va. Que les ríes la gracia y terminan sentándose una en el trono y el otro en el despacho del Presidente. Luego cuando les ves actuar, tú ya con la cabeza más fresca, piensas ¿Y esto cómo habrá pasado? Pues pasando, como cuando sales una noche de fiesta y te despiertas con alguien al lado sin acordarte de nada. Que luego igual las consecuencias son mayores de las que pensabas y te encuentras formando una familia por no decir que no.
En lo de Leticia no podemos intervenir. Hay que dejarlo en manos de Don Felipe o en las de la princesa Leonor, cuando se haga mayor. Confío más en ella que en su padre para manejar el tema.
Pero a Pedro hay que ponerle freno, como diría la DGT. Tantos accidentes no pueden ser casualidad: La moción, el ministro de Cultura y Deportes, la exhumación, la recepción real, un no parar en lo que va de legislatura.
Según él, aún le queda tiempo gobernando. A estas alturas me lo voy creyendo porque aunque le den con una urna en la cabeza, es un hombre de ideas fijas y si no quiere que se use, pues no se usa y punto.
Con el apoyo del Congreso y, pasada la ilusión inicial, el pueblo está como anonadado, con ese descontrol nervioso en que se pasa de la risa al llanto. Un día estamos contando la última de Pedro Sánchez como si fuera el antiguo Jaimito y, al otro, tenemos que contar el dinero que nos queda para pagar el recibo de la luz.
Yo creo que hay que buscar la manera de parar los disparates de Pedro, que ser presidente de un país es una cosa muy seria como para dejarlo en manos del primero que aparece.