Tras mi reciente llegada, avanzado agosto, con tiempo aun de gozar por la noche de la lluvia de perseidas, llegó septiembre y con él, el comienzo del nuevo curso escolar y la consiguiente y necesaria presentación y saludo a los compañeros del claustro del colegio de Artenara al que yo había solicitado acceder por concurso de traslados. Enseguida intuí un agradable clima de trabajo y esa tensión educada del desconocimiento del otro que no te deja ser tú mismo en una temporada, se disipó enseguida. Días antes de comenzar el curso con alumnos, en un momento de relax, José Luís, el director del centro a mí llegada, un hombre recto y exquisito con su cometido y en su trato, esbozando una sonrisa, tras una breve aseveración, mezclando tuteo con ustedeo, me hizo una pregunta.
-Carlos, ustedes en la Península llaman afortunadas a nuestras islas, pero las sitúan mal, y muchos niños canarios, en un principio nos sitúan en el mapa que ustedes imprimen, enmarcados en el interior de un trapezoide al lado del archipiélago balear. Me imagino que a los niños peninsulares les ocurrirá otro tanto, y fíjese donde estamos. ¿Te das cuenta?
Intuí en aquello lo que realmente ocurría. En realidad, la política peninsular ahorraba papel y no hacía zoom en los mapas por una cuestión de vergonzante distancia que para los insulares africanos significaba un mayor aislamiento, al menos espiritual. Supuse que aquella era mi primera prueba de novato. Quedé cortado y apenas balbuceé lo que todos sabíamos sobre la distancia, tratando de escapar de la respuesta política que doy hoy a mi amigo, que subía a diario desde Valleseco a Artenara en una vieja moto arriesgando el tipo, bordeando barrancos por una horrible carretera en los meses de viento y mal tiempo.
Amigo mío:
Espero que vuestro corazón siga fuerte en estos momentos de salvaje desconcierto en que el fuego y el viento devora vuestros animales, vuestras casas y vuestros huertos. Sé que superareis la visión horrorosa de la negrura de ese paisaje que tú siempre comparabas con mi Galicia. No os merecéis la magnitud de ese desastre que asola, arrasa y destruye tu tierra debido al viento del abandono.
Habéis contribuido con lo poco que políticamente disponíais en la política nacional a que los partidos que han gobernado la nación en democracia hayan logrado mayorías que les permitieran gobernar y ahora, cuando más lo necesitáis, dependéis de un puñetero avión, ¡uno solo!, que tiene que recorrer una distancia real y no de escala cartográfica de manda carallo para llegar a vuestros fuegos y apagarlos. Realmente alguien viene pensando que salvo el sur que da dinero, Gran Canaria, una de las siete( porque no olvidemos que son siete), vale bien poco, que todo se olvidará y a otra cosa, aunque esta política de pin pon deje que arda incluso Tamadaba.
Veamos el mapa, enfoquemos la puñetera lupa donde hay que enfocarla. Madeira y Canarias podrían ser el inicio de un acuerdo luso español para una base con suficiente dotación de medios de extinción de incendios como el actual de Gran Canaria. También Rabat – Canarias podría serlo y exigir así un poco a Marruecos su cada vez mayor aproximación a la C.E., pero no.
Amigo, mi hijo Marcos me recuerda tu exigencia en el conocimiento del medio cuando le hacías estudiar hasta la mínima charca, fuentecilla, embalse, barranco, pico, roque… de la geografía de tu isla y decías, cuando lo sometías a examen y obtenías respuestas acertadas:
- Si un peninsular lo sabe, todos deben saberlo.
Espero que las horas venideras os sean propicias y que alguien mejor que la política os eche una mano.
Realmente afectado por vuestra situación, ruego a Dios un milagro.