Puede uno varear un nogal y hacer todo el ruido que quiera sacudiendo las hojas, pero lo importante no es lo fuerte que le pegue al árbol, si no lo habilidoso y tenaz que sea para hacerlo de manera que caigan los frutos.
Cuatro mujeres de actualidad, al menos de la parte de la actualidad que me gusta destacar, han conseguido recoger las nueces en medio del ruido.
Dolores Agra Rodríguez, la persona con más años cotizados en España. Empezó a trabajar a los 14 años porque era necesario que todos colaborasen en el mantenimiento del hogar. Su primer sueldo fue de 12 pesetas en negro.
En los años 80 decidió trabajar por cuenta propia y abrió, en la zona de A Pasaxe en A Coruña, una lencería a la que puso el nombre de su hija: Marta.
Hoy, después de haber recibido la Medalla de Plata al mérito en el Trabajo, se jubila a los 78 años, sin alharacas, ni memorias ni homenajes, tal como abrió la tienda y como la está liquidando con ayuda de su hijo Ricardo, de la misma manera que recibió la medalla del Gobierno, recogiendo el fruto del esfuerzo sembrado, sin más escaparate que su trabajo diario.
Alison Rose, británica, nacida en la década de los 70, será la primera mujer en dirigir uno de los cuatro grandes bancos de Londres. El pasado 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, se hizo público el Informe Rose, realizado por ella a petición del Gobierno y en el cual se reflejan las dificultades adicionales que, debido a la conciliación entre trabajo y familia, tienen las mujeres para montar un negocio.
Casada y con dos hijos adolescentes, la carrera de Alison es más que brillante. En ese difícil camino su marido y su madre han sido dos pilares imprescindibles, así como la persona que le ayuda en el trabajo doméstico.
La futura presidenta del Royal Bank of Scotland aconseja a todas las niñas que hagan aquello que realmente les apasione porque se les dará bien y que nunca, nunca, dejen de ser ellas mismas. Su meta, además de la propia, es asegurar a todo emprendedor con una buena idea que tendrá la ayuda necesaria para llevarla adelante, especialmente si se trata de empresarias.
Daida e Iballa Ruano son dos jóvenes gemelas canarias que suman 29 títulos mundiales. Son al Windsurf lo que los hermanos Márquez al motociclismo. Su trabajo, que no su presencia en los medios, las ha llevado a donde están. Forman parte de esa generación de deportistas femeninas que tienen en su esfuerzo y talento la mayor razón para reivindicar la igualdad para mujeres y hombres y lo hacen exigiendo que la dotación económica de los premios en los campeonatos deportivos sea la misma en el cuadro femenino que en el masculino.
Dolores, Alison, Daida e Iballa han agujereado con la dureza de la nuez todos los techos de cristal que se han encontrado sobre sus cabezas, sin utilizar su condición de mujer como ariete, haciéndola valer honestamente para contribuir a que tanto su vida como las de los demás, sea un poquito mejor.
Sin querer establecer un agravio comparativo entre las cuatro resulta especialmente meritorio el caso de Dolores Agra. Si bien Alison Rose ha sabido sacarle partido a su privilegiado entorno, pudo recibir una educación académica que la preparó de manera más segura que a la coruñesa para su carrera empresarial.
En cuanto a las chicas Ruano, aunque demuestran madurez al no dormirse en los laureles, han nacido en una época en que, aunque queda mucho por hacer, otras antes que ellas han allanado el camino.
Dolores es una de esas pioneras, quien desde sus iniciales 12 pesetas en negro ha llegado a cotizar más tiempo que nadie como autónoma. Emprendedora por decisión propia, se ha subvencionado a sí misma, algo que muchas personas, hombres incluidos, no se han atrevido a hacer. Loli, como le gusta que la llamen, ha levantado un negocio de la nada y ha vivido de él, criando además dos hijos junto a su marido.
Poco tiempo parece que haya perdido la coruñesa en lamentaciones y, probablemente, las manifestaciones en la calle la hayan pillado trabajando, pero poco importa porque ella constituye por sí misma el mejor manifiesto feminista.
Las manifestaciones son necesarias especialmente para dar voz a aquellas mujeres que la han perdido a causa de la violencia machista y ya no pueden defenderse, pero la mezcla de consignas y la politización en la que incurren, hace que muchas mujeres también feministas prefieran luchar de otra manera contra la desigualdad, dando ejemplo con su vida, sin victimizarse, sin ofenderse por cualquier comentario que salga de la boca de un hombre aunque no les haya faltado al respeto, sin aprovechar el carro para subir a él sus propias miserias, sin denuncias falsas, sin utilizar a sus hijos en los procesos de divorcio y sobretodo sin interpretar la Ley de Violencia de Género como les sale del moño, no teniendo en cuenta, ni ellas ni sus asesores, el daño que causan al verdadero Movimiento Feminista, ese que busca la igualdad de derechos de mujeres y hombres en el cumplimiento de las mismas obligaciones.
Queda mucho por hacer y los crímenes machistas son la versión más atroz de ese supuesto orden de cosas ancestral que las mujeres ya no aceptamos como algo directamente establecido por una ley que no está escrita en ninguna parte más que en los anticuados parámetros de una sociedad patriarcal. Sustituirlo por un matriarcado, sin embargo, me parece igual de parcial y con el peligro potencial de convertir algo que sería justicia con mayúsculas en una simple vendetta.
Las vidas de Dolores, de Alison, de Daida y de Iballa son ese espejo en el que muchas queremos vernos reflejadas, un espejo libre de los efectos deformantes de aquellos otros de las antiguas ferias, tan trasnochados como el propio patriarcado.
Todo lo que se aleja del objetivo común sin olvidar el propio, todo lo que no consiga defender un derecho colectivo sin pisotear el individual, no deja de ser, a fin de cuentas, mucho ruido y pocas nueces.