En la época dónde todo valía, la corrupción era de dominio público, las tropelías se realizaban a plena luz del día, sin contemplaciones, léase: Gurtel, Ere… Todos los ciudadanos cercanos al epicentro sabíamos, quién era quién e, incluso muchos de nosotros utilizábamos "esas palancas" en la búsqueda de un beneficio personal y/o familiar.
En los últimos tiempos en que la corrupción no es una de las mayores preocupaciones de los españoles, las cosas parece que han mejorado, pero me atrevería a decir, sin negar una minoración de esa problemática, que también se advierte una cierta sofisticación en algo tan sensible y dañino para la sociedad, que fomenta sin ninguna duda el clientelismo y el desplazamiento en muchos de los casos de las personas más preparadas.
¿Cómo funciona el sistema? Se utilizan empresas e incluso organizaciones privadas vinculadas al tercer sector (acción social, asistencial), que previa contratación pública con "un traje" hecho a medida, es decir, se habla con la empresa para que facilite las bases que mejor se adaptan a ella o en otros casos las mismas organizaciones se ponen de acuerdo para repartirse el melón y realizan ofertas al alimón dependiendo del servicio a adjudicar (mantenimiento, limpieza, atención domiciliaria, atención social…) y todos tan contentos.
Los "representantes públicos", aprovechan esa coyuntura para colocar a las personas que les interesa, creando una red de clientelismos que da muchísimos votos. Son tramas de enchufismo en toda regla, liderada por determinados políticos, con la participación de unos “cooperadores necesarios” que serían determinadas empresas u organizaciones.
Lamentablemente, en algunos casos, llega a haber tal connivencia entre lo público y lo privado, que familiares de los políticos o ex políticos, están en las propias directivas o acaban siendo responsables máximos de las empresas u organizaciones privadas.