Carlos Xerardo Casais
Palabras enjauladas: Maldita ansiedad
Nuestro cerebro no es tonto -dicho así familiarmente para que se entienda-, y tiene a su entera disposición muchos mecanismos complementarios y complejos que, funcionando de forma simultánea y correcta, condicionan y determinan nuestro comportamiento social, nuestra forma de ser y de andar por el mundo. Muchas funciones vitales son reconocidas por todos y racionalmente entendidas y ejecutadas con conocimiento de causa y con la voluntad del individuo, por ejemplo: comer, andar, etc. Sin embargo, hay otro montón de medios auxiliares que el cerebro tiene incorporados, cuyo funcionamiento es independiente al de nuestro entendimiento, y que contribuyen notablemente a nuestra calidad de vida, verbigracia: hacer la digestión, sudar, etc. Esto es fruto de la evolución.
Para ilustrar más lo anterior, cabe decir que nadie está pensando constantemente, por ejemplo, en parpadear; y lo hacemos, por supuesto, sin enterarnos y varias veces por minuto. Con la función respiratoria pasa otro tanto, con el sentido del equilibrio idem de lienzo, y así podría citar supuestos hasta aburrir. En efecto, hay una larga ristra de módulos independizados sobre los que el cerebro, como nos conoce al dedillo y desconfía del portador, asume íntegramente su control, liberándonos de tener que tomar varias decisiones por segundo, por lo que pudiera pasar. Esto es fruto de la especialización.
Del comportamiento de estas últimas unidades expertas y autónomas, es decir, de las evolucionadas, uno de los más curiosos e importantes es el que se pone en marcha para preservar nuestra integridad física ante supuestas amenazas o peligros externos. Ciertos estímulos neuronales se encabritan porque han aprendido, a base de tiempo y de meterle cambios a nuestros genes, que detrás de tal evento sucede tal otro, cosa que ha supuesto miles millones, diría- de años de ensayo y error en nuestra masa encefálica hasta llegar a como lo tenemos hoy de prevenido y de listo. Esto es fruto de la mutación.
Sí, amigos, menos mal que nuestro coco toma decisiones unilateralmente, sin preguntarnos, si no no sé qué sería de nosotros. Ante ciertos acontecimientos se disparan sensores internos, un sistema de alarma generalizada que nos pone en vigilia, para protegernos. Pero lo curioso de este mecanismo de estado preventivo es que, básicamente, las reacciones con las que respondía en los primeros momentos de nuestra aparición sobre la tierra y a las que sigue respondiendo en la actualidad del mismo modo, son dos: o huir del peligro o enfrentarse a él. Esto es fruto de la experiencia.
Bueno, a lo que iba, pues este estado de alerta corporal se denomina ansiedad. Dicho así, la ansiedad podemos considerarla como una señal corporal positiva, ya que en ello nos va la salud, cuando no la permanencia vivos y coleando. Pero, claro, todo tiene su medida: ansiedad por ansiedad no. Porque, en el fondo, recordemos, el estado de ansiedad supone forzar un poco los mecanismos del cuerpo para poner pies en polvorosa o liarse a mamporros. Y este estado, como es obvio, no debe ser permanente sino meramente ocasional. Esto es fruto de la eficiencia.
Si estuviésemos todo el día en estado ansioso estaríamos gestionando mal nuestro sistema de alertas y sus correspondientes defensas, de modo que nuestro cuerpo estaría, de continuo, defendiéndose de enemigos inexistentes y gastando energías en plan estúpido. Es como si el ejército estuviese siempre en estado de guerra, sin ver al enemigo y malgastando la munición a troche y moche. Y esto, lo de la ansiedad, según mis observaciones personales, por desgracia, es un mal muy extendido actualmente. Esto es fruto de la modernidad.
Hasta no hace mucho tiempo me tenía por un tipo bien informado y trataba de estar siempre al loro de los aconteceres diarios en cualquier parte del mundo, pero hoy paso. He llegado a un punto en el que el caudal de noticias me resulta tan deprimente y afecta tanto a mi salud que, en un acto legítimo de defensa contra la ansiedad y desazón, me he reconvertido en justamente lo que criticaba sin paliativos: si antes leía los periódicos de cabo a rabo, ahora solo miro el horóscopo: si antes veía los telediarios de principio a fin, ahora sólo me interesan los Simpson; si antes no me perdía el Informe Semanal, ahora me sumerjo en el Sálvame de Luxe hasta altas horas de la noche. Incluso me he anotado al fútbol los lunes, martes, miércoles ¿sigo? Esto es mi actual ansiolítico.