Carlos Xerardo Casais
Palabras enjauladas: Maldita dieta
Mi chica se levanta con los pelos desmadejados, con la cara somnolienta, con mi pijama de ositos puesto porque, denuncio, me regala esas prendas por Navidad para usarlas ella, va al baño, vuelve hecha una furia y me grita: «¡Desde hoy sólo verduras! ¡Estamos a dieta!» Ante mi delator silencio, insiste: «¿Oíste?». No contesto: doy media vuelta, miro el reloj y me doy una pequeña prórroga de cinco miserables minutos. Sé la que me viene encima camino de la oficina. Vienen siendo las 7:05 AM.
«Mira que lorza tengo. ¡Mira! El año pasado estaba hecha una tabla. Todo es por tu culpa, por tu dichosa manía de insistir en tomarnos un vinito y una tapita al salir del curro. Te lo tengo dicho». Su cara denota angustia, al menos la aparenta. Le doy nos damos un beso afectado de despedida y se encamina a su oficina toda mustia. Continúo mi camino con la radio puesta: Lady Gaga no acabo de entender cómo puede gustar esta señora al gran público, si acaso por sus excentricidades. Pero viene al caso: tiene buen tipo, lo reconozco. Vienen siendo las 8:20 AM.
La recojo puntual como siempre, aparcado encima de la acera y jugándome una multa también como siempre, entra en el coche pero su cara no es la siempre. «Desde hoy comemos sano» Sentencia compungida y sin mirarme a los ojos. Aclaro, para que no haya dudas: comer sano, en nuestra casa, es no comer, si acaso rumiar. «¡Atenta la compañía!: peligra el reino vegetal» Pienso, pero no me atrevo a manifestarlo en alto. «Y tú, ¿no dices nada?» Insiste ella, en tono machacón. Callo, luego existo. Vienen siendo las 02:45 PM.
«¿Cuánto pesas? ¿Eh?» Me grita: sin foco, pero sometiéndome a un intenso tercer grado. En los dos primeros segundos guardo un mutismo absoluto, en los siguientes cuatro intento poner en marcha una maniobra de distracción «¿Qué tal te ha ido en la oficina?», pero no cuela. En un instante, fugaz, se me pasó por la cabeza pedir un abogado de oficio. Sigue impertérrita con sus propósitos de enmienda: y con los míos haciéndoles forzosa compañía. Ha tomado el mando. En realidad no lo ha abandonado nunca, simplemente se ha dejado llevar por la rutina facilona de mesa a mantel puesto. Vienen siendo las 03:05 PM.
Se confirmaron los peores augurios: las bolsas de plástico contenían brócoli o brécol, o como se llame ese engendro verde, puerros, tomates y champiñones. «Desde hoy agua, nada de vino. Una copa en las comidas y, para eso, sólo las de los fines de semana». Vuelvo por la tarde a la oficina con un hambre espantosa. Llamo a Félix y me pone al corriente: es una pandemia. «Ángela está en las mismas. Se ha corrido la voz entre ellas». Vienen siendo las 05:45 PM.
Me levanto con el miedo en el cuerpo. Allí está, de pie señalando aquello, con el gesto severo. «Pésate, quiero mirarlo yo, que de ti no me fio ni un pelo». Condenado a pena de muerte, me digo. No, peor aún: a cadena perpetua a base de hortalizas. Y añade: «Es por tu salud. Mira que tripa tienes». La miro y no me avergüenzo de ella, esa es la realidad. A media mañana vuelvo a llamar a Félix y me da ánimos: «Es cuestión de resistir. Se han puesto de acuerdo». Quedamos en vernos esta tarde. Vienen siendo las 11:20 AM.
«La perspectiva de la playa las ha vuelto locas» Me dice. «Lo peor es que nos hacen sentir cómplices de su estrategia de cara al verano». Le demanda a Gervasio una botella de Matarromera 2005 y un poco de jamón. «Me encanta sentirme fuera de la ley, sentirme un delincuente» confiesa. Acabamos aquel plato y pedimos otro: pero esta vez de chorizo ibérico. «Es lo único decente que como hoy» Le revelo. «Calla y come, capullo, que tenemos ayuno para rato» Añade, guiñándome un ojo y con una sonrisa asomándole debajo del bigote. Vienen siendo las 8:45 PM.
La lluvia siguió cayendo con fuerza durante bastante rato, de modo que, no teniendo nada mejor que hacer, seguimos a lo nuestro: «Este es más potente de paladar, aunque para mi gusto estaba mejor el de la añada anterior» Me comentó mientras rellenaba nuevamente las copas. Lo miré, lo olí y lo paladeé con parsimonia: era evidente que estaba muy bueno. También era patente, que Félix quería saber mi opinión para analizarla, diseccionarla y, tal vez, vapulearme con su verborrea fácil y destructiva. Por fortuna para los dos no lo hizo. Fuimos terminando la botella a pequeños sorbos: gota a gota, frase a frase cumpliendo escrupulosamente nuestra dieta. Vienen siendo las 9:30 PM.