Beatriz Suárez-Vence Castro
La cocina del infierno
Hells kitchen (la cocina del infierno) es un barrio de Manhattan, Nueva York. Su nombre proviene de una conversación entre un policía novato y otro veterano que observaban una pelea a la altura de la calle 39, cerca de la décima Avenida. El novato comentó a su compañero que aquel lugar era el infierno y el veterano respondió: "El infierno es más templado, esto es la cocina del infierno".
Hoy en día a este barrio se le conoce también como Clinton y es bastante menos "caliente" que antaño.
El nombre original sirvió para bautizar su programa de cocina a Gordon Ramsey, un chef archifamoso en Gran Bretaña y uno de los más premiados de su tiempo. Ha presentado también "Pesadilla en la cocina" y la versión norteamericana de Master Chef.
Sin discutir su buen hacer en los fogones, entre otras cosas porque cocino poco y mal, el estilo de Ramsey como presentador deja mucho que desear. Su ego no cabe en ninguna cocina, trata a los concursantes como los trapos que usa para limpiarse las manos; grita, y las palabras que emplea son de todo menos bonitas. Tiene lo que ahora se da en llamar eufemísticamente "un estilo propio".
El caso es que en España estamos perdiendo imaginación televisiva en los formatos de los programas. Y copiamos todo lo que viene del mundo anglosajón. Antes teníamos a Arguiñano que era un tío simpático en la cocina, poco pretencioso y que daba a lo que hacía la importancia justa. De haber presentado un reality habría conseguido ganarse el cariño de todos los concursantes y del público.
Ahora, por lo que he podido ver, se lleva el toque Ramsey, es decir, poner por los suelos al pobre aspirante a cocinero cada vez que hace algo que no le gusta al amo y señor de la cocina: El chef.
Este nuevo estilo de chef se comporta en la cocina como si cada vez que fuese a trinchar un pollo, operase a alguien a corazón abierto y el mundo entero se parase para contemplar su habilidad que está siempre por encima del común de los mortales, con margen cero de error.
No suelo ver estos programas, pero ya que tenemos una señora pontevedresa estupenda en uno de ellos cometí el error de hacerlo. Lo doy por bien empleado, sin embargo porque Churra, nuestra representante, me encanta, como también me gustan la mayor parte de los concursantes. Pero los presentadores tiran a copia de Ramsey y el resultado a mí me parece bastante desagradable.
Aunque se les nota que están haciendo un papel, el chorreo que les cae a los concursantes por parte de las tres figuras maestras es tremendo. Esto sin contar la presión que les meten concursando que ya es para que les dé un ataque de nervios antes de terminar. Vale que la cocina de un restaurante sea estresante y que para espabilar en la vida a veces es necesario que te regañen duro. Pero, ¿tanto?
La primera expulsada fue una chica de veintiun años a la que pusieron a pan pedir en tres segundos. Todo se lo soltaron, claro está, delante del resto de sus compañeros y de media España que ve el programa. La pobre consiguió no echarse a llorar haciendo muchos esfuerzos.
Esto de meterse con el concursante parece ser que se lleva mucho en los realities, forma parte del show pero ¿no es un poco innecesario?
Siendo además un programa en el que los concursantes van a aprender, parecen recuperar los profesores aquello de "la letra con sangre entra".
A mí me carga en cualquier tipo de programa el estilo del presentador déspota que se cree con derecho a todo, entendiendo por todo, poner en ridículo al invitado o concursante.
Se puede hacer un programa ameno sin machacar a nadie. El formato de los programas de cocina era amable hasta que llegó Ramsey con su "Cocina del Infierno" y sus "Pesadillas en la cocina" pero al menos ya daba pistas de por dónde iba la cosa y, en su momento, fue rompedor.
Ahora esto de la cocina-terror, aunque sea a la española, ya empieza a cargar y esa figura del rey de los fogones, amo y señor de su cocina, al que hay que contestarle todo el rato "Sí, Chef", "Gracias, chef" me recuerda al señor de las películas de Tarzán al que los porteadores le decían "Sí Bwana", "sí, Bwana", cada vez que se dirigían a él.
Antes, el cocinero-presentador entre vuelta y vuelta de sartén, le contaba un chiste al concursante para relajarlo un poco y para hacérselo más ameno a los espectadores. Ahora entre vuelta y vuelta, los pone más verdes que a las coles que tienen delante, mete los dedos en el plato que están preparando para ir probándolo y no les arrea un guantazo porque parece que ser agresivo está bien visto, pero solo si es maltrato de palabra.
Espero que a nuestra cocinera Churra le vaya muy bien pero, sobre todo, espero que nos la devuelvan sana y salva. Después de lo que he visto no me fío un pelo de los tres elementos que tienen que evaluar sus platos.
Y encima, yo así, no mejoro nada mis flojas habilidades culinarias. Llámenme antigua, pero echo de menos a Arguiñano. Me salía mejor el pollo con arroz viendo aquella sonrisa perenne que estos ceños fruncidos.