Beatriz Suárez-Vence Castro
No sin mis meñiques
He descubierto un sentimiento nuevo: Tengo un cariño enorme a mis meñiques de los pies. Esto ha surgido espontáneamente después de enterarme de que lo último en moda-quirófano femenina es amputárselos para que el pie entre mejor en los zapatos de horma estrecha y tacón muy alto. Menos mal que no se le ocurrió hacerlo a una de las hermanastras de Cenicienta. Si no, habría cambiado mucho el cuento.
Yo había oído ya que algunas modelos se sacaban las últimas costillas a ambos lados de la cintura para parecer más esbeltas. Nunca supe si esto era cierto. Pero parece que a nivel de calle más de una se ha sacado muelas para tener los rasgos más angulosos. Y ahora lo de los meñiques.
A mí, para ser del todo sincera, hay algún meñique que me parece fuera de lugar, en concreto el de la mano que levanta alguna gente cuando toma su café porque le parece más fino y acaba casi peinándose una ceja. Les debe resultar un poco molesto el movimiento. A ellos y a algún compañero de café tertulia a los que la idea de la amputación no les debe parecer muy descabellada.
Pues esas fantasías malévolas de Jack el Destripador que a veces nos asaltan, ya han tomado forma. La moda viene, como no, de Estados Unidos.
Además de amputarse el dedo pequeño, también parece ser que va bien para evitar el dolor que causa el uso prolongado de tacones altos, inyectarse colágeno en la planta de los pies. Justo en el arco, que es la zona más castigada.
Hace años me decía una señora durante un viaje que los tacones altos eran a Occidente lo que el Burka para Oriente. Que se habían inventado para fastidiar a la mujer. Radicales hay en todas partes, pero sin ser tan retorcida como mi compañera, la verdad es que las mujeres no podemos pretender que nos hagan caso mientras sigamos sometiéndonos de mil formas. No hace falta llegar al burka ni a la ablación que son temas serios. Pero la moda es otra tiranía que nos han impuesto. Y en este caso porque nos hemos dejado. La talla 40 se considera ya, por algunas marcas, una talla especial, por lo que para no sentirnos gordas tenemos que entrar en una 38 como mucho. Hablo de la mujer de la calle. Lo de las pasarelas ya es literalmente para morirse de hambre. Hay mucho modisto vago que prefiere coser líneas rectas que curvas, porque es más fácil. Pues que deje de hacer ropa para mujer y la haga para niñas. Hay mucho cirujano al que lo único que le interesa es llenarse el bolsillo y si para eso se tiene que convertir en el Dr Frankenstein, adelante. Pero somos nosotras las que tenemos que demostrar un poquito más de "sentidiño", que decimos por aquí. Y para ayudar a las que no lo tienen, pedir que haya algún tipo de mecanismo controlador por encima del Dr Frankenstein y del modisto que no cose en curva y sancione sus desastres.
Hace muchos años, en China se vendaba los pies a las mujeres para que no les creciesen porque el pie pequeño se consideraba más bello. El famoso" pie de loto". Afortunadamente esta tradición se ha ido perdiendo y sólo quedan algunas ancianas que sufren sus consecuencias: Dolor y falta de movilidad.
Pero sigue habiendo costumbres bien bestias que afectan directamente a la salud de la mujer. En Birmania, las Padaung (mujeres jirafa) se van colocando anillos en el cuello desde los cinco años. Estos anillos empujan la clavícula hacia abajo y van alargando el cuello hasta deformarlo para conseguir una longitud mayor que la normal. El gobierno birmano intentó acabar con esta odiosa costumbre pero viendo que los turistas iban buscando a las mujeres jirafa como objetivo para sus cámaras, se decidió que era más rentable mantenerla. También existen en Tailandia y en África. Sin embargo, algunas mujeres se rebelan ya contra tal práctica que las deshumaniza y las convierte en monos de feria a merced del turista bobo.
Aquí, en lo que llaman primer mundo, hemos decidido en cambio que como decían nuestras abuelas "para presumir hay que sufrir" así que además de pasar más hambre que Carpanta y subir nuestras piernas de palo a una altura de vértigo, nos vamos a cortar un poquito los dedos. Total, la utilidad del meñique nadie nos la ha demostrado.
A mí, que siempre me ha gustado ir mona, y tengo que reconocer que sigo la moda con más interés del que merece, esta vez voy a pasar de las tendencias.
No iré a ninguna fiesta sin mis meñiques. He descubierto que a mí me resultan un complemento indispensable y ahora que se acerca el buen tiempo, me apetece lucirlos en la playa. Caprichos de chica.