Beatriz Suárez-Vence Castro
Vendettas. Chicago-Nueva York-España
He llegado hace unos días de Chicago. Una ciudad maravillosa a la que todavía le pesa la sombra de Al Capone aunque se la tomen con humor. Un tipo curioso este. Como los disgustos que le dio a su madre no fueron pocos, se le ocurrió edificar una iglesia para pedirle perdón. No una capillita, no crean, él lo hacía todo a lo grande: Una iglesia de tamaño considerable que él mismo contemplaba desde su oficina. Porque aunque le gustaba más el trabajo de campo también tenía oficina, situada en un elegante edificio por el que iba más bien poco. El día que, por fin, lo fueron a detener, no había ido a trabajar.
El caso es que Al Capone, que no se engañaba a sí mismo, sabiendo que no era trigo limpio, cuando fue padre no quiso que su hijo fuese como él y el pequeño acabó convirtiéndose en la antítesis de su padre. Albert Francis, que así se llamaba, acabó retirándose el apellido paterno.
A "Cara cortada" Capone, el primero de la saga, le llamaban así porque en un ajuste de cuentas le cruzaron la cara a navajazos. Ya se sabe que a la mafia lo que más le gusta es una buena vendetta.
No sabemos si por el trauma del cuchillo, Al, era más de pistola. Formaba parte de sus principios y, práctico como buen mafioso, nos dejó esta gran frase: "Se llega más lejos con una sonrisa y una pistola que sólo con una sonrisa".
Después de Chicago me quedé unos días en Nueva York y en el barrio del Bronx, por el que no conviene mucho pasearse solo, estuve admirando el arte grafitero de los chicos de la zona. Los grafitis allí son cuadros que cuentan historias. Una de ellas es la de "Headache Nelson", un chico que fue obligado a matar a su propio hermano por los miembros de la banda callejera que lo ayudaba, debido a un ajuste de cuentas motivado por algo tan simple como un choque durante un partido de béisbol.
Cuando una se topa con estas historias le entra la añoranza de su país. Empieza a pensar en lo tranquilo que se vive en España, al menos en cuanto a tiros se refiere. Y de vuelta me encuentro con lo de León.
La vendetta de León y los posteriores comentarios de los fans de la presunta asesina en las redes supera con mucho la impresión que me causó lo del muchacho del Bronx. ¿Cuándo hemos empezado a perder el sentido de la proporción?
Se puede entender la desesperación de quien sufre una injusticia e incluso el arrebato violento para defenderse de un maltrato cuando está en juego la vida propia pero este crimen ha sido premeditado y alevoso. Una ejecución al estilo Capone.
Para mayor ironía, el padre de una de las presuntas asesinas es policía, la misma profesión de una tercera persona implicada en el asesinato.
El hijo de Capone se cambió el apellido y este señor, de momento, ha pedido un traslado. Normal.
Qué miedo da pensar que podemos sentir desprecio por la vida de otro hasta el punto de pegarle un tiro. Un tiro muy pensado además. Por venganza. Y qué miedo da que a un presunto asesino le salgan admiradores.
Me he sentido muy triste con lo que me he encontrado al regresar. Chicago es más que la historia de la mafia. Nueva York es más que un tiroteo en el Bronx. España es mucho más que el horripilante episodio de León.
Que no se nos vaya la cabeza.