Beatriz Suárez-Vence Castro
Mafalda
Quino hizo del mundo un lugar más agradable cuando creó a Mafalda. Justo es que se le reconozca su valor con el premio Príncipe de Asturias.
Mafalda, debajo de ese gran lazo que asoma en medio de una mata de pelo encrespada, tiene una cabecita inquieta. Está siempre seria y con cara de desconcierto. Porque la sociedad en la que vive la deja siempre perpleja. Observa, opina y sus opiniones dan siempre en el clavo. Quiere a sus amigos y a su familia tal como son aunque a veces no los entienda. Rebelde desde la sensatez, sólo odia una cosa: la sopa. Es una niña sabia, muy sabia pero no perfecta. Sus amigos Susanita y Felipe le recuerdan siempre su mayor defecto: El pesimismo.
Seguramente Quino no pretendía hacerla modelo de nada pero nos dio valor a las mujeres como "personas pensantes". Algo que, a pesar de ser una verdad natural, era necesario recordar cincuenta años atrás cuando ella nació y también ahora. Mafalda quiere mucho a su madre y la respeta pero también quiere para ella misma una vida mejor que la que su madre tiene. Desea realizarse como persona sin molestar a nadie.
También dio Quino, a través de ella, más valor a los niños aunque su personaje esté hecho para adultos y le haya salido una niña muy precoz. A veces hablamos de "los niños" como si no fuesen personas y no tuviesen un criterio propio sobre lo que les rodea. Mafalda , y sobre todo, su hermano Guille y su amigo Miguelito, "el del pelo de escarola", nos recuerdan la lógica sencilla y aplastante de la infancia que más de una vez aplasta los esquemas de los mayores .
Tiene Mafalda una mascota muy particular que aparece poco por las viñetas porque es muy lenta y le cuesta muchísimo doblar la esquina del pasillo para llegar hasta la mano que le da de comer: Una tortuguita a la que su dueña ha puesto por nombre Burocracia.
La amiga que mejor entiende a Mafalda, va a ser la última en incorporarse a la pandilla. Se conocen en la playa. La niña llama la atención porque es muy bajita para su edad y cuando le preguntan cómo se llama contesta que la gente hace relaciones muy estúpidas entre su estatura y su nombre: Libertad.
Quino es más que Mafalda pero aun teniendo en cuenta el conjunto de su estupenda obra, es sobre todo, Mafalda. La niñita nos enseña a juzgar el mundo con benevolencia, a pesar de todos sus defectos, como hacen las madres con sus hijos. No espera mucho de Manolito, un niño de buen corazón pero bastante bruto, como su padre que es el dueño del ultramarinos del barrio y pone de oferta los productos cuando empiezan a estar un poquito pasados.
Esta niña valiente se levanta todos los días con el pelo hecho un desastre y pocas ganas de salir de la cama pero en cuanto se acomoda el lazo, planta los pies bien firmes, dispuesta a afrontar el día. Una vez en la calle, mira hacia arriba, luego hacia abajo y comparte con nosotros su reflexión: "Al fin y al cabo, la humanidad no es más que un sándwich entre el cielo y la tierra".
Para que no corramos el riesgo de creernos demasiado importantes.
Gracias, Quino.