Manuel Pérez Lourido
Jabois
Puestos a escribir sobre este periodista y escritor, son tantos sus defectos, tan profundos y variados, que se hace difícil no caer en la tentación de mencionarlos, siquiera de pasada. Pero, por esta vez, no alimentaremos la inquina de sus muchos detractores ni sacaremos de su error al grupete de trastornados que lo alientan. Sea, no obstante, esta semblanza un homenaje a las personas de indómita lucidez que han denunciado la mediocridad moral de este sujeto movidos por su desinteresado deseo de servir a la sociedad pontevedresa.
La primera vez que leí una columna suya detecté señales de un maremoto lejano, que terminaría produciéndose no mucho tiempo después y que casi se lo lleva a Madrid. Luego coincidimos en una cena para celebrar un libro sobre el cambio de Galicia en el milenio, que se abría con un horrendo poema mío y en que él se encargaba del prólogo. Charlamos de literatura y del R.Madrid. No se puede descartar que la enjundia y contundencia de las opiniones a las que fue expuesto entonces le llevase años después a escribir Grupo Salvaje, una memoria de su filiación futbolística.
Luego, convenientemente ataviado con pinturas de guerra, entré en su blog blandiento youtubes y sentencias amables, o sea, incitando al canibalismo en mi propia persona. Quedamos para cenar o para beber, no logro acordarme, por lo que debió ser para esto último. Después recogió su artillería en Irse a Madrid y asaltó las librerías aquí y en la capital, convenciendo a tirios y a troyanos. Pedro Jota le tiró los tejos y él se dejó querer, pero de lejos. Ahora, además de los suyo, colabora en El Mundo y en Jot Down y lo llaman de lugares tan distintos como Muy Interesante y Vogue, lo cual prueba algo, aunque no sé exactamente qué es, porque no llego a su altura, en ningún sentido además.
Es Jabois un tipo de buena planta y rostro de galán o de malo con morbo, según se mire. El juega a ser esto último por timidez y para que no le arañen la piel, mucho más delicada de lo que pretende hacer ver. A pesar de dejarse las pestañas en la pantalla del ordenador, tiene en los ojos oscuros la chispa de los niños listos, los que haraganean hasta el último día porque saben de su talento, y que este los sacará del apuro. Por no decir que la profe los adora y toda la clase también. Cuida su media melena con mimo porque es un Sansón atado a una columna tras otra, pertinaz en sus símiles veloces y certeros, sagaz para la cita, puntual en cada envite. La prosa de Jabois rezuma urgencia y puntería, salpica ideas envueltas en metáforas, aturde con su eficacia.
Tiene una cuenta pendiente con la novela, puesto que reniega de La estación violenta, crónica en clave poética de una juventud peligrosa. Escrupulosa actitud que acerca la posibilidad de otra incursión en el género. Siempre, claro, que se produzca algún tipo de expiación por su parte, que lo lleve a convertirse en el escritor respetuoso, íntegro y veraz que sus incontables enemigos aspiran a no ver jamás. Jabois: historia de una redención, esperemos tener la dicha de leer un día en algún sitio.
5.12.2012