Beatriz Suárez-Vence Castro
Dos grandes lecciones
Parece mentira lo lentos que somos los adultos para aprender las cosas realmente importantes.
El 25 de julio de 1914 estalló la Primera Guerra Mundial. Los muertos, una vez terminado el conflicto, se contabilizaron en más de nueve millones. Aunque el asesinato del archiduque Francisco Fernando de Austria se considera el detonante, hubo un caldo de cultivo en el Imperialismo de las Grandes Potencias.
Por Imperialismo entendemos una doctrina política que implica la dominación de un pueblo o estado sobre otro. Esto supone una relación humana y territorial desigual. El estado que domina parte de una idea de superioridad. Se ha justificado a lo largo de la historia desde perspectivas diferentes, ideológicas, políticas, religiosas y sobretodo, económicas. Desde la posición superior en que se coloca el estado que domina considera que es él quien puede traer prosperidad al dominado. Pero a la vista de los resultados suele acabar en explotación y la explotación, lógicamente en un polvorín que desencadena la guerra.
La Primera Guerra Mundial cambió el mapa de Europa y tras ella se fundó la Sociedad de Naciones con la idea de que no se produjera nunca más un conflicto tan grave. Sin embargo tuvimos una Segunda Guerra Mundial veinte años más tarde. Y veinte años no son nada cuando hablamos de la Historia del mundo.
Ahora, como sucedió al estallar la Segunda Gran Guerra, los estados democráticos no parecen ser tan fuertes como parecían, crecen los nacionalismos y la crisis económica es grande. Palestinos e israelíes se matan por un territorio. ¿De verdad, hemos aprendido algo?
Por primera vez, cien años después del primer gran conflicto armado, los presidentes de Francia y Alemania (países enemigos entonces) han hecho un llamamiento conjunto a la paz mundial. Françoise Hollande y Joachim Gauck sentaron las bases de lo que será el primer museo franco-alemán a inaugurar en el año 2017 en la región de Alsacia, al noroeste de Francia, uno de los "puntos calientes" durante la guerra.
Gestos como este se hacen necesarios en una sociedad que está asqueada de la clase política pero le sigue interesando la política en sí. Si nos atenemos a su significado, la política es la ciencia de la gobernación de un Estado o país. También es el arte de la negociación para conciliar intereses. La política tiene que ver con lo público. No podemos perder el interés por ella porque lo público nos afecta a todos. Nos interesa enderezar el mundo, equilibrarlo, y ver que a la clase política le interesa también. Y que es consciente de los problemas que todavía, a pesar de las dos grandes lecciones que nos ha dado la Historia con las Grandes Guerras, quedan por solucionar. De que tenemos que seguir aprendiendo de los errores.
El reconocimiento de Hollande de las debilidades de la democracia mundial al afirmar que la U.E, si bien reunificó el continente europeo, no ha aportado la prosperidad esperada y su llamamiento a la unión y la movilización ante los retos pendientes, lo entiendo como un ejercicio de humildad y de voluntad de mejora. Y para mí tiene un punto de extraordinario porque es el reconocimiento por parte de un mandatario de que una Institución Internacional no ha conseguido lo que pretendía. Los países que decidimos en su momento entrar a formar parte de la Unión Europea lo hicimos pensando que crear un Mercado Común con una moneda para todos, iba a evitar otra crisis económica. No ha sido así y el presidente francés lo ha dicho. También espero que no se quede sólo en una declaración impactante. Que en un futuro próximo tanto él como el resto de los líderes mundiales hagan efectivos sus gestos.
El discurso del presidente francés fue valiente y extraño porque reconocer las dificultades de una organización pública fundamental no es algo que se suela hacer, pero solo tendrán auténtico valor sus palabras si además de manifestar la voluntad de cambio, se lleva a la práctica.