Bernardo Sartier
Ken, el pezón y el melocotón
Contrataca el Follett con uno de sus peñazos, una soplapollez bélico-familiar con algo de rollo "spanish" treinta y seis.
Saludada con ilimitado aparato mediático y apoyada en una "promo" de estética libertaria se titula el Invierno del mundo, y a juzgar por el estilo más que de invierno se trata de un glaciar literario.
De Los pilares de la tierra desistí a las diez o doce páginas porque para leer al Capitán Trueno me quedo con el de mi infancia, que qué dibujos, que cómo hablaba. Se aprendía un huevo con el Capitán.
Follett narra como un parrulo de primaria, intuyo que para simplificar y llegar a más lectores, y al cerrar el libro puedes jurar que se ha olvidado el estilo en una taberna de Cardiff. Hace tiempo que solo releo a los buenos. La decisión proviene de una novela de Rosa Montero donde comprobé horrorizado que a la areola del pezón la denominaba "aureola": Si una mujer que vive de escribir ignora como se denominan sus partes anatómicas (aureola la de los santos, Rosiña, la de los santos, no la del pezón) se comprenderá que el impulso lector se amorcille.
La novela viene degenerando hace tiempo. Incluso le dieron un premio a Marsé, cuya cumbre narrativa es haberse inventado un erectómetro en El Amante Bilingüe: consistía en colgarse un zapato de invierno del número cuarenta y dos de la punta de la polla; si el miembro resistía, la erección era reglamentaria; si no, una caca. Como patente pase. Como literatura, juzguen. Otro hito de las letras patrias fue Melocotones Helados, de Espido Freire, cosa de gemelas, que al terminarla no sabía yo si los melocotones eran las gemelas o si aquello iba de un helado de melocotón de la Ibense. De Novel, oigan.
Y entonces desembarca el Follett con una historia de guerra y paz que ya escribió hace muchos años un ruso, un "tal" Tolstoi, un tuercebotas, y va y le hacemos la ola como a un nuevo Proust. Mira, Follet: en España ya Gironella escribió las peripecias de un saga en forma de trilogía antes, durante y después de la guerra civil, correctamente contada aunque el estilo del "viejo", como lo llamó Umbral en la entrega del premio de novela Fernando Lara, no diese para mucho más que el entretenimiento.
Follett es un tío inteligente que se fuma la literatura con mayúsculas porque ha descubierto en el best-seller un filón de "esforzados de la página" formados en la cantera del Qué me dices, que piensan que haber leído Los Pilares supone un hito en su itinerario literario en virtud del cual han de merecer un sello de letraheridos: "yo leo mucho. Lo último Los pilares". Y el interlocutor se va pensando "éste es la hostia; qué nivel". A mi Follet me suena a kit preventivo de polvo adolescente para noche de botellón (condón y toallita húmeda perfumada). Quiero decir que las páginas del Ken me provocan la misma conmoción literaria que la lectura de las del libro de familia.
Me quedo con los cuates telemáticos de Pontevedraviva, que cuentan cosas con mayúsculas. Y con estilo, además.
6.12.2012