Paco Valero
ÿbola en un mundo global
Como ha escrito ya más de uno: solo nos faltaba el fantasma de una epidemia de ébola en España para acabar de oscurecer un poco más el panorama que tenemos delante Es evidente que han fallado cosas que han puesto en peligro la vida de personas y ahora podemos enredarnos como siempre hacemos, unos acusando a otros desde el primer momento, sin apenas información, y los otros excusándose en "fallos personales" o echando tinta de calamar. Por una vez deberíamos obrar con mayor seriedad. Eso también es regeneración democrática. Podemos suspender el juicio hasta que se sepan más cosas y exigir que sean expertos independientes y cualificados (servidores públicos en el sentido pleno del término y no funcionarios que destacan por su lealtad a los jefes) los que investiguen, analicen y concluyan por qué no se atendió a las señales de alarma previas realizadas por colectivos profesionales y en qué han fallado los protocolos de seguridad. Solo después cabrá dirimir quién hizo mal su trabajo técnico o político. Porque responsabilidades, hay. No por traer de África a los dos infectados españoles, como algunos ya apuntan. Eran ciudadanos que enfermaron llevando a cabo una labor ejemplar, de una humanidad impracticable por la mayoría de nosotros, y merecen el reconocimiento público, y cuando vivían, todas las posibilidades de supervivencia al alcance de nuestro país. El error no se produjo por traerlos, sino por algo ocurrido posteriormente. Falta de información a los profesionales, falta de recursos, desmantelamiento de recursos públicos para el control de epidemias, infravaloración política y técnica del riesgo potencial Todo eso y más tendrá que ser investigado, al igual que cómo es posible que la enferma se enterara por los medios de comunicación de que había dado positivo al ébola, que no se tomaran medidas de protección con ella cuando empezó a tener el primer síntoma y acudió al médico o que la vivienda y el edificio donde vive no hayan sido limpiados hasta días después. El protocolo de actuación, de existir, era claramente deficiente.
Otra cosa es el riesgo cero por el que algunos claman. No existe. No hay fronteras que impidan realmente el paso de los virus, ni hay problemas que no se puedan exportar en el mundo globalizado en el que vivimos. Globalizado no por la política, como suele decirse, sino por la técnica, los transportes y la economía. Ese es nuestro mundo, para lo bueno y para lo malo. Y la labor de los responsables políticos debería ser potenciar lo primero y minimizar lo segundo.
Una prueba de ese mundo globalizado la ha dado el servicio HealthMap de Harvard, que detectó la emergencia del actual brote de ébola el 14 de marzo, nueve días antes de que lo anunciara la Organización Mundial de la Salud (OMS). ¿Cómo lo supo? No tiene a nadie desplazado en ningún país africano ni falta que le hace: dispone de un sofisticado algoritmo informático que detectó en varios blog de salud y en redes sociales de Guinea que algo estaba pasando con pacientes con síntomas que se parecían a los del ébola Este logro ha sido presentado como una prueba más de las enormes posibilidades que tiene el análisis de metadatos para prevenir acontecimientos globales (algo que entraña, ciertamente, riesgos políticos y económicos, como algunos ya han alertado), pero también de las limitaciones de este campo que está echando a andar: esos nueve días de anticipación pudieron ser más si el algoritmo hubiera sido capaz de trabajar con otros idiomas diferentes del inglés, porque luego se ha visto que en foros africanos en francés ya se hablaba del tema bastante antes
El mundo es hoy un avispero, una colmena llena de señales que se pueden interpretar. Pero esa capacidad luego sirve de bien poco. Al menos para minimizar riesgos para la salud pública. ¿Hubiera servido realmente de algo conocer con mayor antelación el brote de ébola? Con las actuales estructuras globales, no. Entre el primer anuncio de la OMS y la declaración de "emergencia de salud pública de importancia internacional" (realizado el 8 de agosto) pasaron casi cinco meses, un tiempo suficiente para evitar la expansión del virus. Pero no se logró, aunque por sus características (el virus no se propaga por el aire) podría haberse conseguido con una movilización internacional no demasiado costosa. De hecho, en agosto la OMS estimó que para controlar y erradicar la epidemia necesitaba "sólo" 100 millones de dólares extras. Pero no hubo tal movilización. Y dos meses después se habla ya de miles de millones de dólares necesarios y los muertos se calcula que podrían ser no miles sino decenas de miles. El escenario se ha ensombrecido. Y no tenía por qué. En España y en África.