Bernardo Sartier
Mi tío es un mono
Un señor alto de bigote se quedó mirando a Groucho y le dijo "si usted es detective privado mi tío es un mono". Groucho paseo sus ojos por él y tras dar una calada al puro replicó: "oiga, no meta a su familia en este asunto".
El otro día recordé este gag de "Tienda de locos", una de las obras maestras de los "Hermanos Marx". Ahora, en el tráfago resacoso del pseudo referéndum catalán volví al gag de marras.
Urnas de cartón que parecían microondas de juguetería; censos que eran como la nota del Super; listeros por interventores; voluntarios bienintencionados movidos por el cinismo de La Generalitat; observadores internacionales de Mali y, en fin, Arturiño el Trapalleiro transido de una erección política y excretando su bufonada: "si la fiscalía busca algún responsable que me mire a mí". Luego añadió, en relación a las denuncias en fiscalía, "ladran, luego caminamos". Por cierto, del Quijote, algo muy español.
Mas es el próximo personaje de "Torrente 6", el nuevo Jesusín de una misión butifarra que a la peña independentista le pone. Montilla fue el maestre supremo de una logia de mandil (que dejaba el culo al aire) que pergeñó esta ceremonia iniciática de astracanadas populistas y teledirigidas. Elaboraron un Estatut con faltas de ortografía (y de sintaxis) que se quedó agarrado a la epiglotis del Constitucional, se acuerdan, el Estatut que iba a apoyar el personaje más simplón de la historia política patria. Aquello se quedó en suflé que no subía porque en un Estado de derecho no se puede ir convocando referendos para tapar la vergüenzas de la mala gestión. Entonces una parte de los catalanes, la intelectualmente más adolescente se enrabietó como el infante al que privan de su juguete favorito y empezó a jugar a la independencia aun sabiendo que ese juego era entretenimiento lúdico que tenía a la realidad jurídica como un vecino incómodo, un mecano que no pasa del cartón de la urna del 9-N cuando todos sabemos que las urnas son de cristal, y no esa caja como las que abandonan las empleadas del textil, al caer la tarde, cuando cierran sus establecimientos. Encima, las urnas sin precintar.
No soy anti catalán. Mi tío Olegario vive allí y ayudó a levantarles el país; ni anti independentista; ni soy anti Convergencia ni anti Unió porque cómo voy a denostar a quienes me recuerdan a los personajes de "Tienda de Locos". Podría ser anti todo eso porque me ampara la Constitución y porque ellos me legitiman para serlo cuando dicen que les robo. Pero no es el caso. Y como pretendo quitarle hierro al asunto me gusta recordar lo que escribió Dalí, que era un catalán de estirpe ancestral, el año 1.930 en una nota del número de octubre de "Le Surréalisme au Service de la Révolutión" (resumiré la literalidad de texto de Dalí por más que en algunas partes su sintaxis sea opinable): "creo que es absolutamente imposible que exista en la tierra un lugar que haya producido nada tan abominable como lo que comúnmente se conoce como intelectuales catalanes; son verdaderos puercos, llevan los bigotes siempre llenos de verdadera y auténtica mierda además, la mayoría de ellos se limpian el culo con papel en lugar de enjabonarse el agujero comme il faut, como se hace en otros países, y los pelos de los cojones y sobacos rezuman una infinidad purulenta de pequeños y furiosos "Mâitre Millets" y "Ángel Guimerás". A veces estos intelectuales se ofrecen corteses reuniones en honor de ellos mismos, y conceden recíprocamente que sus respectivas lenguas son muy hermosas y bailan danzas realmente fabulosas como la sardana, por ejemplo, que por sí misma bastaría para cubrir de oprobio y vergüenza a un país entero si no fuera imposible, como ocurre en la región catalana, añadir un solo aspecto vergonzoso más a los que ya forman el paisaje, el clima, las ciudades etcétera de este innoble país".
Dalí también se refería a los castellanos. Ustedes y yo, por supuesto, no compartimos eso. Pero lo traigo aquí como broma. La misma, aunque menos pesada, que la que nos gastó Mas el 9-N. Dice que votaron dos millones incluido "Aguabendita" Guardiola, que está por el derecho a decidir pero que no diría no a un contrato como seleccionador nacional de España si la oferta fuese jugosa (el corazón a la izquierda, el bolsillo a la derecha). Siguen sin cuadrarme las cuentas. Me faltan cuatro millones. Cuatro millones que merecen el mismo respeto que el que le ha faltado a Mas por las resoluciones del Constitucional, al que denuesta pero al que recurrió antes para impugnar disposiciones estatales obteniendo sentencias favorables. En esas circunstancias, claro, el Constitucional era un órgano docto y respetabilísimo. Ahora no.