Paco Valero
Podemos, la autoayuda en la política
Podemos. Somos. Ganemos. Son los nombres del partido político, el sindicato y la plataforma electoral que en estos momentos están en boca de todos. Son la gran esperanza de cambio político e institucional en España al parecer. Pero a mí, sin quererlo, la cabeza se me va a otra cosa cuando oigo estos nombres. En concreto a los libros de autoayuda, muchos de los cuales no son más que elaboraciones de esta trilogía: somos (la hostia), podemos (lo que queramos), ganamos (seguro). ¿Es mera casualidad o existe alguna relación más allá de la nominal? Tiendo a creer que sí, pero puede que la olla se me esté yendo por una cuestión de edad, la mía (¿se sigue utilizando la frase "perder la olla" por perder la cabeza?).
Cuando yo entré al mundo adulto existía la lucha de clases y los partidos no ocultaban su identidad política sino que la portaban orgullosos en el nombre: socialistas, comunistas, cristianos, populares, nacionalistas Por existir, aún se mantenían calientes los últimos rescoldos de la denominada "cultura obrera". ¡Qué tiempos aquellos de ocho horas de trabajo, ocho horas de cultura y ocio liberador y ocho horas de sueño reparador! Hoy esa aspiración es historia: las ocho horas de trabajo las puedes hacer en ocho días, con suerte, y con ocho contratos diferentes. El ocio y la cultura vienen a ser ya lo mismo: una banalidad más o menos embrutecedora para pasar el rato y olvidarse de los agobios. El sueño, se ha vuelto químico. Y en cuanto a la lucha de clases, sigue existiendo, pero la van ganando los ricos, como ha dicho, no sin humor, el billonario Warren Buffet. O sea que estamos en otro tiempo.
Y a tiempos nuevos, formaciones políticas nuevas, para las cuales eso de izquierda y derecha parece no tener ya sentido. Aunque puede ser una cuestión de disimulo, de empanada mental o de estrategia política, porque sus principales impulsores proceden de esa izquierda estrafalaria que pone una vela al régimen teocrático de Irán y otra a Chávez y su pajarito. Quién sabe. Lo indudable es que estamos en otra fase histórica. ¿Cuál? El sociólogo Zygmunt Baumann dice que éste es un "tiempo líquido", en el que nada es sólido ni duradero. Tal vez sea eso: Podemos, Somos, Ganemos son formaciones líquidas para un tiempo líquido, en el que las identidades tienen que ser flexibles, versátiles, por si acaso mañana hay que cambiarlas. ¿Pero se puede construir algo sólido con algo líquido? Parece una contradicción cuanto menos.
El caso es que muchos ciudadanos dicen que van a votarlos, entre ellos amigos míos. Cuando les pregunto por qué suelen responderme que para acabar con la "casta", ese término fetiche que identifica a los supuestos causantes de todos nuestros males, un concepto vago utilizado para descalificar a cualquiera que ocupe un cargo público o tenga una responsabilidad empresarial, sin hacer distingos entre corruptos y honrados, entre los que han hecho las cosas pasablemente bien y los que han errado. Todos culpables. Un arma arrojadiza que coloca a los dirigentes de Podemos en el mejor lugar posible: ellos contra todos los demás. Y que da salida y alimenta el afán de revancha, de hacer pagar la crisis, que se ha instalado entre nosotros. Un bregado periodista de la ciudad me dijo, por ejemplo, que había votado en las europeas a Podemos para hacer un corte de mangas a todo. Tal vez sea eso. Antes de volver al redil de la redacción, a las páginas sin fin que cada día han de rellenar los pocos que han quedado y que se escriben muchas veces "à contrecoeur", se permitió un desahogo. El suyo fue un voto terapéutico, algo para aliviar los síntomas personales y disimular el miedo que trajo la crisis, pero ¿ayuda a curar la enfermedad?
Para saberlo hasta ahora no disponíamos de mucha información porque Podemos carecía de ideario político y de programa. No se sabía qué proponía realmente salvo generalidades del tipo acabaremos con los malos, haremos que los ricos paguen muchos impuestos, nos jubilaremos a los 60 años y todos tendremos derecho a un salario que nos garantice una vida digna. Ante algo así solo cabe decir "Amén" y pasar a otra cosa. No creo que fuero esto lo que los aupó en las encuestas, sino lo otro: la casta y la revancha. Pero llegan elecciones y tienen posibilidades de tocar poder y han hecho un programa "realista" (todo lo realista que suelen ser los programas electorales) que cuesta diferenciar del tradicional de IU. ¿Era esto el cambio? No. El cambio es que la izquierda en general no "emociona" y ellos sí. Lo dice Juan Carlos Monedero y a las emociones apela una y otra vez Pablo Iglesias. Algo coherente con este tiempo nuevo en el que la razón es sospechosa y las emociones son liberadoras, en el que los libros de autoayuda sustituyen en las librerías a los escritos sobre el difícil arte de vivir de filósofos y ensayistas como Epicuro, Séneca, Montaigne, Schopenhauer, Bertrand Russell Pero claro, es que unos pretenden solucionarlo todo sin esfuerzo y en poco tiempo: adelgazar comiendo lo que queramos, dejar de fumar en tres semanas, superar la timidez y ligar, tener éxito económico ¡Incluso el cielo tenemos al alcance de la mano! Y los otros solo nos ofrecen un pasar grato y honesto en el mejor de los casos. Lo que digo, no hay color.