Paco Valero
El medio ambiente mal entendido
Leo la frase "un sentido del medio ambiente mal entendido" y me pongo en alerta. No puedo evitarlo. Me recuerda a otras parecidas: la libertad mal entendida, la democracia mal entendida ¿Qué se quiere decir realmente con estas expresiones? Más o menos: dejémonos de puñetas y limitemos la libertad, la democracia, el medio ambiente para ponerlos al servicio de las causas importantes. La Patria, el Orden, la Industria. Por ahí van seguramente los tiros. Aunque puedo equivocarme y entonces espero que me saque de dudas el grupo de empresarios que ha dicho tal cosa. Me gustaría saber qué leyes ambientales les están impidiendo invertir en la comarca y crear empleo. Deben ser leyes tremendas, de esas que ponen a los pajaritos por delante de las personas y que están provocando el paro en España O peor, de esas que no hay posibilidad de saltárselas alegremente confiando en la lenta justicia y la comprensión de algunos políticos. Aunque no se me ocurre cuáles pueden ser porque basta recordar lo ocurrido con el relleno ilegal del puerto de Marín para ver que la ley de los hechos consumados, más propia del Far West que de un Estado de la UE, se sigue imponiendo a las otras.
Pero vayamos al asunto de fondo, que es cosa seria. ¿Se puede achacar la desindustrialización de la comarca a las leyes ambientales, a los grupos ecologistas y al modelo de ciudad? Esto último no lo dicen directamente los empresarios, pero es evidente que está implícito en el mensaje. La respuesta a la pregunta, en todo caso, es que no. La comarca no tiene leyes ambientales diferentes a las del resto de Galicia o de España. Ni diferentes a las de la UE, Alemania incluida, donde las leyes ambientales se cumplen con el mismo rigor que las penales y eso no les ha impedido mantener y desarrollar la industria más poderosa del continente. El culpable debe ser entonces el gobierno local, pero ¡ay!, carece, como todos los ayuntamientos, de competencias de política industrial, y resulta algo exagerado achacárselo. Si así fuera habría que responsabilizarlo también de la desaparición generalizada de empleo industrial en España, lo cual espero que les parezca excesivo incluso a los más acérrimos enemigos del modelo de ciudad Veamos algunos datos.
España ha encabezado el ránking de destrucción de empleo industrial en la UE durante la crisis: Más de 700.000 trabajadores del sector secundario han ido al paro en ese tiempo. Una tendencia destructora que viene incluso de antes, de los años de vacas gordas (entre 2001 y 2007). Entonces también las ocupaciones industriales estaban entre las que perdieron más empleo. De hecho, la industria en nuestro país, y en casi todos los países desarrollados, da trabajo cada vez a menos personas. Y eso pasa incluso en las grandes potencias exportadoras: Alemania, Japón y Estados Unidos. Como concluye el politólogo Roger Senserrich: La próxima vez que un político diga que de esta crisis salimos ganando competitividad para exportar más y que la industria será el motor de empleo, recordad esto. La productividad en la industria crea muy poco empleo, al menos para humanos. Los robots sí que están que se salen.
La causa de la desindustrialización de la comarca pontevedresa no hay que buscarla, pues, ni en las leyes ambientales ni en el modelo de ciudad. Sino en algo más genérico, que ha afectado profundamente a España. Los tiempos han cambiado y hoy hay países que compiten con nosotros en costes y tecnología en la fabricación de coches, barcos y otros bienes industriales. Pero no son solo causas ajenas. También tiene que ver con causas propias, entre ellas la escasa capitalización y la limitada capacitación profesional de las pequeñas y medianas empresas españolas, de las que depende en mayor porcentaje el empleo y la creación de riqueza en nuestro país. Por eso, cada vez que viene una crisis batimos récords de destrucción de empleo. Estas empresas son como castillos de naipes: de estructuras endebles, caen al menor soplo y unas derriban a las otras. Y más cuando, como en esta ocasión, hay una crisis financiera que les cierra el grifo de los créditos. Revertir algo así, cambiar el tejido empresarial, conseguir que crezcan las empresas y se hagan más sólidas, requiere cambios profundos que van más allá de las leyes ambientales y del modelo de ciudad, que se señalan como culpables, aunque probablemente los que defienden esto solo pretenden fabricar un espejismo político. Buscan en realidad quitar a unos para poner a otros (más amigos) en el Concello. De ahí la salida en fechas electorales y tanto otras cosas. Allá ellos. Pero lo hacen desde una concepción alarmante del medio ambiente y de las leyes que lo (mal) protegen hoy.
Alarmante porque lo que diferencia a la comarca no son las leyes ambientales ni nada parecido, sino su elevado capital natural, los ricos entornos que han sobrevivido a duras penas a décadas de expolio privado, que en el pasado fueron garantía de vida para la comarca y que deberían ser la base para un nuevo impulso económico. Incluida una industria respetuosa con él.