Alba Piñeiro
Profesiones de élite ¿Y el plan B?
Desde pequeños estamos tratando de labrarnos nuestro propio éxito. Escuelas y familias fomentan una preocupación por el futuro que en más de una ocasión excede a la preparación que proporcionan. La primera gran pregunta a la que se enfrenta un niño acerca de su porvenir es "¿qué quieres ser de mayor?". La sociedad categorizará a ese niño o joven en función de su respuesta y se mantendrá a la expectativa a ver si lo cumple, la familia le inculcará valores para que llegue a ser lo que ellos esperan que sea y el sistema educativo se encargará de encajonarlo al máximo, decidiendo que si quiere ser aquello, en aquello se habrá de formar. Los ingenieros no serán también poetas, ni los poetas entenderán de ciencias. La multidisciplinariedad, favorecedora de una buena comunicación, de sinergias e interconexiones, es vista con recelo: todo el que se haya molestado en tener una formación que le permita ser versátil automáticamente generará el pensamiento siguiente: o no es muy bueno en nada, o es un individuo inestable.
¿Qué sucede cuando aparece un impedimento sobrevenido, real y permanente para culminar un sueño perseguido durante toda la vida? Una sola palabra lo describe: frustración. Tantos años preparándose para que al final todo se quede en nada, porque no hay un plan alternativo, solo se sabe hacer una cosa muy concreta.
En esta última semana hemos visto el caso de deportistas de élite que no pasan por su mejor etapa. Alguno que otro piensa en recuperarse y en seguir mejorando su manera de competir. Otros directamente anuncian su retirada, temporal o permanente. A partir de ahora tienen las siguientes opciones: derivar su futuro laboral en enseñar a otros lo que ellos aprendieron en su disciplina deportiva o formarse a la manera tradicional e invertir lo que ganaron compitiendo. En su día tuvieron que elegir entre continuar sus estudios o centrarse de lleno en los entrenamientos.
La sociedad debería de dejar de fomentar y retroalimentar la premisa de que solo obsesionándote con algo llegarás a ser el mejor. La experiencia es un grado, pero no necesariamente la práctica hace al maestro, la correlación entre la práctica y el talento es un poco más discutible. Las metas, el afán por hacer las cosas lo mejor posible y las ganas de evolucionar son inequívocamente necesarias. Las fijaciones, los fanatismos, los perfeccionismos asfixiantes y los acosos a los que no encajan en una idea predeterminada de éxito pueden derivar en comportamientos absolutamente negativos y sin posibilidad de negociación.