Beatriz Suárez-Vence Castro
David Cal
El deporte español se ha quedado sin una de sus figuras más relevantes. La que más si nos atenemos al número y metal de las medallas olímpicas que ha conseguido: Cinco, en cinco finales, una de oro y cuatro de plata. En los campeonatos mundiales su rendimiento también ha sido sobresaliente: un oro, dos platas y un bronce.
Sin entrar a valorar conversaciones personales entre él y su entrenador, Suso Morlán, que han trascendido a los medios, a mi modo de ver sin que debieran haberse hechos públicas, es una decisión dura. Tiene 32 años y ha perdido la ilusión. Es muy joven para eso. Todavía podría haber optado a un buen puesto en Río 2016. Sin embargo, lo tiene claro: se va.
Sería muy fácil hablar de malos y buenos en esta historia porque da la sensación de que a David lo han dejado "solo ante el peligro". Pero, como siempre, hay que prestar atención a las dos partes. Suso Morlán entiende que el deportista se ha cerrado en banda y no atiende a razones y que ya no le importa representar a España. Y David se siente incomprendido e injustamente tratado.
El desencuentro de ambos profesionales se ha producido en Brasil, donde Morlán y Cal se encontraban desde el año pasado. Morlán entrena al equipo olímpico brasileño y también entrenaba a David para los próximos juegos olímpicos. El entrenador aceptaba así la propuesta que la Federación Brasileña de Piragüismo le había hecho para entrenar al equipo anfitrión de las Olimpiadas. Quizá el detonante del abandono de Cal haya sido precisamente ese: Necesitaba mayor atención para preparar su campeonato, como siempre, sólo con su entrenador. Ha sido para él imposible adaptarse a este cambio de ritmo de trabajo y de país.
Ser deportista de élite exige muchos sacrificios. En España especialmente. Sólo vemos la parte bonita, pero para llegar a donde están los mejores hay que superar muchos obstáculos y cambios constantes: de país, de horario, de clima. Necesitan además seguir una dieta muy estricta para mantenerse en un peso estable, la mayor parte de las veces marcado y obligatorio para poder competir. El aspecto psicológico es tan importante como el físico. Pasan mucho tiempo lejos de su familia y amigos.
Las exigencias por parte de las distintas federaciones en cuanto al calendario deportivo son muy grandes y la recompensa económica, si no hablamos de fútbol, baloncesto o tenis, es insuficiente. Se hace difícil, además, compaginar los estudios con el deporte y las becas son escasas. Los competidores acaban poniendo dinero de su propio bolsillo, incluso para transportar material necesario de un país a otro.
No parece, sin profundizar mucho en el asunto, que la Federación de Piragüismo se haya portado especialmente bien con David, que a mi modo de ver, habría merecido otro trato, independientemente de que le hubiese resultado más difícil que a otros competidores la adaptación que todos los cambios requieren.
Ha dado mucho al deporte español como para que nos quedemos con la sensación de que ha tenido que irse por la puerta de atrás. Era un deportista para mimar y para recibir toda la ayuda que fuese necesaria si la preparación en Brasil se le hacía cuesta arriba.
El deporte se convierte en ocasiones en un asunto económico más que humano, como tantas otras cosas.
David, demostrando una vez más su humildad y saber estar, ha dado una rueda de prensa en la que, sin poder evitar las lágrimas, dijo simplemente que se retiraba porque le faltaba ilusión. "Creía que el proyecto de Brasil iba a resultar ilusionante y no ha sido así". No ha contestado a ninguna de las declaraciones que desde la Federación hacían referencia a él directamente. No ha hecho alusión a las conversaciones filtradas.
Los que hemos seguido su carrera, especialmente desde Pontevedra, ciudad en la que nació, valoramos enormemente su trayectoria, y respetamos el fin que ha decidido ponerle, aunque su marcha pueda parecer precipitada. Porque tiene derecho a decidir qué hacer con su futuro, sin más explicaciones. Su trabajo habla por él. Lo demás, sobra.