Rodrigo Cota
Optimismo
Ya casi no recordamos los tiempos en que los propósitos para un año nuevo consistían en tonterías como dejar de fumar o ir al gimnasio para ponerse en forma. Eran épocas relativamente felices y nos proponíamos aumentar nuestra felicidad mejorando lo que había.
Ya no. Hoy formulamos metas como la de encontrar un trabajo, ahorrar cada día para llegar a medio mes o cambiar el coche por uno más barato. Es triste, pero es así.
Hace casi cuatro años me tocó escribir el guión de un cómic, Centolomán, con dibujos de Alejandro Viñuela y edición de Rei Zentolo. "Fodéronme o optimismo", se quejaba constantemente nuestro personaje, en constante y premonitorio arrebato de amargura. Nos han despojado, como a Centolomán, del único reducto de libertad que conservaba el individuo: el optimismo, o la esperanza, si usted lo prefiere. Nos han sumido en una depresión colectiva y crónica que nos impide vislumbrar un futuro mínimamente alentador.
Pero por no empezar el año de tan mala manera, pensemos que poco puede ir a peor, que el horizonte mejorará tarde o temprano, que hay alguien que nos aprecia, que el instinto de supervivencia nos mantendrá en pie un año más, que en 2018, por ejemplo, seguiremos vivos y, mal que bien, habremos comido cada día; que entonces seremos mucho más fuertes que hoy y habremos aprendido por el camino una batería de lecciones que aplicaremos cuando todo vuelva a normalidad; que esa normalidad será mejor que la de hace unos años y que nuestros hijos o nietos, que se están criando durante la peor época que hemos vivido, no cometerán los mismos errores que nos han traído hasta aquí, pues están conociendo valores que a nosotros se nos negaron.
Pensemos que nuestro sufrimiento de hoy hará más felices los tiempos que vendrán y apliquémonos para salir cuanto antes de este miserable pozo de impuestos, recortes, banca mala (que otra no ha habido) y políticas estúpidas de unos y otros.
Propongámonos, por ejemplo, recuperar el optimismo y no consentir que los gobernantes nos lo vuelvan a quitar; rebelarnos de verdad contra quien juega con nuestro presente y compromete nuestro futuro. Ese sería un buen propósito.
01.01.2013