Beatriz Suárez-Vence Castro
El turista accidental
Los efectos del turismo pueden llegar a ser tan devastadores como los del caballo de Atila.
La diferencia entre el viajero y el turista suele ser que al primero no es fácil seguirle el rastro que deja y al segundo sí. El viaje deja huella en el viajero, en forma de experiencias, vivencias y momentos únicos. El turista, refiriéndome siempre al tipo que todos hemos visto alguna vez, uniformado, apurado y pegado a algún aparato tecnológico, suele dejar su huella particular en los lugares que visita.
Los últimos estragos del turismo masivo los ha sufrido el Puente de Las Artes de París. Los monumentos siempre han sido un blanco fácil.
Hace ahora un año, una de las barandillas del puente cedió ante el peso de los "candados del amor". Las parejas de turistas llegaban al puente con un candado en el que previamente habían escrito sus nombres; lo abrían, lo incorporaban a la estructura del puente, lo cerraban y después de jurarse amor eterno, tiraban la llave al Sena. Más romántico imposible. Lo malo es que somos mucha gente y el planeta está superpoblado de parejas que acuden a París como ciudad del amor por excelencia. Así el Puente de las Artes se fue llenando más y más de amor hasta que reventó. Señal triste esta pero que los más escépticos veíamos venir.
La culpa de todo la tiene Federico Moccia, el escritor de novelas románticas, que selló el destino de los puentes de todo el mundo cuando en su novela Tengo ganas de ti , los protagonistas pusieron en el Puente Milvio de Roma el primer candado de la serie siguiendo una tradición que parece ser que proviene de Europa del Este. El libro fue un best seller y así ha acabado la cosa. La mente del novelista no pudo prever en su momento semejante avalancha de hierro. Es lo único que se me ocurre para disculparlo.
Los ferreteros de todo el mundo empezaron a aumentar sus ventas a medida que temblaban los puentes de Nueva York, Londres o Estocolmo. Parece ser que incluso en la Gran Muralla China se han colocado candados. Puede parecerse un poco a un puente, si lo piensan bien
La cuestión es que aunque el amor no tiene fronteras, la paciencia, sí. De las declaraciones de Bruno Juliard, el teniente de alcalde de París, se desprende que está hasta el gorro: "Los turistas podrán seguir declarándose su amor en la ciudad pero de otra forma que no implique degradar el patrimonio municipal", ha dicho. A este señor se le podrá acusar de poco romántico pero no de no hablar claro. Y es que cuando se tienen más de veinte años hay que tener "sentidiño" con las demostraciones amorosas, sobre todo si hay un monumento de por medio. A mí lo mejor me parece escribir los nombres en la arena de la playa. De todas las formas de dejar constancia de tu amor es la más ecológica. Dibujar corazones rascando con una navajita en la corteza de los árboles es bonito también pero dañas el árbol. Además si la historia en cuestión no sale bien, luego no hay forma de borrarlo y ya no te quedan ganas de volver a pasear por el monte. Por eso lo mejor es la arena porque la marea va y viene y lo borra. Siempre se puede volver a escribir.
Otra tradición turística que no es tan peligrosa para el patrimonio como los candados del amor pero que a mí siempre me ha parecido que queda fatal es lo de meterle mano a las estatuas. Y hacerse luego la foto, todavía peor. Quien haya estado en Nueva York y haya visto a la gente frotarle los huevos (lo de testículo aquí me queda cursi) al toro de Wall Street sabe de lo que hablo. Menos mal que el toro los tiene bien grandes porque no paran de tocárselos. Parece ser que si se los tocas y luego, le manoseas el morro, tus finanzas mejoran.
El caso del toro no es único. En la ciudad de Verona, Italia, está la casa donde se supone que vivía Julieta. Desde el balcón, ella se asomaba para hablar con Romeo. Pues bien, los turistas llenan el atrio de la casa con cartas de amor, escritas de su puño y letra. Hasta ahí todo bien. Mucho menos gravoso para la estructura de la casa que los candados del puente de París. Pero resulta que en el patio de la casa hay una estatua que representa a Julieta y la tradición manda que hay que tocarle el pecho derecho para tener suerte en el amor. Se lo juro. No me lo estoy inventando que he estado allí y lo he visto. Hay que sobarle el derecho. Si uno se confunde y le toca el izquierdo me imagino que no hará el mismo efecto. Pero ¿qué tradición manda estas cosas? Porque lo de los candados viene del Este de Europa y lo ha recuperado Motta pero y lo de meter mano a todas las estatuas de dónde viene? ¿Alguien lo sabe? Para mí que empezó a hacerlo alguien una noche cualquiera y se ha ido repitiendo así, a lo tonto.
Una cosa parecida sucedió con "El santo de los Croques", en la Catedral de Santiago. Más casta por ser un entorno religioso, pero parecida. Había que meter la mano con los cinco dedos cada uno en su hueco de la piedra y luego darse un porrazo para que el apóstol nos protegiese. Lo de la mano parece ser que emulaba el gesto de los peregrinos que llegaban cansados y se apoyaban pero ¿y lo del porrazo? Total, que entre manos y cabezas estropearon tanto la piedra que hubo que prohibir la tradición. Lógico.
Tenemos también lo de las fuentes y las monedas. Aquí el que esté libre de pecado que cambie la moneda por una piedra. Yo lo hice. En la Fontana de Trevi, como otros miles de millones de personas. Para volver a Roma. No he vuelto pero no creo que la moneda tenga nada que ver.
La Fontana de Trevi es muy grande y da igual que se lancen monedas porque no pasa nada. Además parece que se recogen unos tres mil euros al día, un millón de euros al año que se destinan a las necesidades de los sin techo romanos. Me parece bien. Lo que no me parece tan bien es que allí donde haya una fuente con agua, venga o no a cuento, el turista llegue y lance la monedita.
En los Jameos del Agua de Lanzarote, hay una especie de cangrejos única en el mundo que vive allí. Son cangrejos blancos, muy pequeños y les va fatal el metal de las monedas. Hay un cartel que informa al turista de esto. Pues nada. Los cangrejos no se han extinguido de milagro. Allí siguen aguantando los pobres, rodeados de moneditas, arrojadas al agua del jameo para que se cumplan los deseos de los turistas que visitan la cueva.
Ahora que muchos de ustedes tendrán vacaciones, si van a conocer lugares nuevos, se lo pido por favor: viajen, no hagan turismo.