Beatriz Suárez-Vence Castro
Algunos hombres buenos
Soy de las que aún guardan una fe en el ser humano a prueba de bombas y genocidios. Tanto en las mujeres como en los hombres.
Estos días en que la realidad vuelve a estar plagada de violencia machista, estaría bien evitar caer en lugares comunes. Aquello de "todos los hombres son iguales, hija", me parece muy injusto. Porque no es verdad, aunque suene a perogrullada decirlo. Igual que nosotras somos distintas unas a otras. Los valores, las aspiraciones, las aficiones, los afectos. Todo eso, lo importante, es lo que nos diferencia a unas personas de otras; independientemente del género.
Sufrimos una crisis de pánico cada vez que un hombre mata a su pareja, en una reacción similar a los atentados del Yihad. La conclusión que sacamos es que todos los árabes quieren reunirse con Alá, despedazando por el camino al resto de la Humanidad. Pues no. Igual que hay ciudadanos árabes que no entienden absolutamente nada de terrorismo, hay hombres que tratan bien a su pareja, incluso, fíjense, aunque ésta sea la que los trate mal. Lo que ocurre es que el hombre es, de los dos miembros de la pareja, el que tiene la fuerza física y cuando abusa de ella, el resultado es, por desgracia, un daño grave o la muerte.
La ley contra la violencia de género se hizo para acabar con la plaga de violencia machista, pero en ocasiones, se utiliza como arma arrojadiza contra los hombres. Especialmente en cuanto a los derechos de los padres a participar en el cuidado de los hijos. A veces no nos entendemos a nosotras mismas. Pedimos que los padres de nuestros hijos se preocupen de criarlos igual que nosotras y luego, ¿no les dejamos hacerlo?
No se puede negar la evidencia de los crímenes horribles contra mujeres a manos de sus maridos y aún peor (a mi modo de ver) de padres contra hijos. Pero ¿cuál es la diferencia entre que un niño o niña muera degollado a manos de su padre a que lo haga a manos de su madre? Lo digo porque la repercusión mediática no es la misma. Y porque los niños parecen contarse distinto cuando su asesino es su padre a cuando lo es su madre. Cuando es su madre, corremos un tupido velo. Y son muchos, también. Uno solo ya habría sido demasiado.
No todos los malos tratos de niños por parte de sus madres son debido a una depresión post-parto. No todos. Y aunque así lo fuese, proteger al menor, debería ser lo primero. Ninguna ley debería amparar el derecho de un adulto, sea hombre o mujer, en detrimento del de un niño.
La educación machista es terrible. Ha hecho mucho daño y probablemente la oleada de violencia que estamos sufriendo sea consecuencia de ello. Pero la ofensiva feminista parece estarse yendo un poquito de las manos. Porque da la impresión de ser eso: ofensiva.
La madre de una amiga mía, asistió a una conferencia en la que una de las mujeres que intervenían hizo el siguiente juicio: "todos los hombres son maltratadores en potencia". La madre de mi amiga comentó que su marido jamás la había maltratado, ni de acción ni de palabra. Y su hijo, tampoco. Esto ocurrió hace dos años y la premisa sentada por aquella ponente sigue teniendo eco.
El machismo continúa arraigado en la sociedad como un quiste, contra el que es necesario luchar desde todos los frentes, pero si las mujeres aspiramos a hacer del feminismo un movimiento que discrimine negativamente al hombre, nos equivocamos porque querámoslo o no, es nuestro colaborador necesario en esto de la vida.
Si hombres y mujeres remamos juntos va a ser mucho mejor que si nos atizamos unos y otras con el remo. Y sobre todo cuando hay niños y niñas por el medio que se pueden llevar los peores golpes. El feminismo es necesario, el revanchismo, no.
Quienes matan a sus mujeres o a sus hijos son infames, pero no por ser hombres, sino por ser asesinos. La mujer que quiera hacer de ello una ventaja y aprovecharse en una separación o divorcio de lo caliente que está el patio para sacar algún beneficio, se equivoca de plano. Y los abogados que tiran por ahí, lo mismo. Y el sensacionalismo de algunos medios con bombardeos acribillantes o selectivos, también.
No somos mejores por el género con el que nacemos. El hecho de que en muchos países nacer mujer sea un estigma no implica que en los países en que eso no sucede caigamos en el victimismo. Si yo no presento un trabajo a tiempo y mi profesor es un hombre, lo más probable es que no me lo acepte porque he llegado tarde, no porque soy mujer. Si ese mismo profesor me ofrece aceptar mi trabajo a cambio de acostarme con él, entonces sí sería machismo, pero son situaciones sustancialmente diferentes. También me gusta pensar que, si mi jefe es un hombre, y le gusta mi trabajo es por la calidad del trabajo, no porque tiene otro tipo de interés en mí . ¿Soy una ilusa por eso?
Sé que no soy la única que sigue valorando a los hombres como compañeros de viaje, pero a veces me dan miedo las cosas que oigo.
Hace poco comentaba con un compañero, hombre, profesor y británico, las diferencias de género en las profesiones, como algo que nos resultaba curioso. En su país, el trabajo de "nanny" o niñera, tiene una tradición de siglos. Siempre ha sido desempeñado por mujeres. Yo le pregunté si no habría la posibilidad de que un hombre pudiese ganarse la vida de semejante forma, porque allí es un trabajo bien pagado e incluso hay escuelas preparatorias para el oficio, a las que no accede cualquiera. "Imposible", fue su respuesta. "Si lo hace, la mayoría de la gente pensará que es un pederasta". Me quedé horrorizada, pero luego pensé que en España vamos por el mismo camino. La sociedad de hoy en día se ha preparado para que la mujer pueda trabajar como ingeniera pero no para que un hombre haga de canguro. O de secretario. O de empleado de hogar.
Si evolucionamos que sea por ambas partes, por favor. Porque a pesar de los horrores diarios, créanme, aún quedan, como en la película de Jack Nicholson, algunos hombres buenos.