Marta Guirado
La fiesta popular en la pintura de Lubiáns
La muestra de Lubiáns abierta este mes en Sanxenxo es parte de una obra que orbita desde hace años sobre lo circense, lo festivo y lo popular. Lubiáns no sólo pinta, también esculpe y graba y trabaja nuevas técnicas y materiales, creando personajes curiosos y seres fantásticos, a veces monstruosos pero de algún modo siempre amables.
De la tradición costumbrista de quienes reflejaron la fría y húmeda realidad del rural gallego, al retrato protesta de la escena popular que busca denunciar una situación social, media un paso de lo que había a lo que no debería ser. De aquel siglo de valoración de mitos y creencias ancestrales queda en pintura la imagen etnográfica, articulada en un nacionalismo de corte cultural. Más tarde, la pintura adquiere un carácter más político, reflejado en la obra gráfica y pictórica, que oscila entre lo humorístico y lo trágico y descarnado. Lo vemos en esas escenas de mar y campo, de los personajes fuertes pero golpeados de Laxeiro y Castelao. Después esta línea se agota, y el tópico de la campesina y el marinero se desdibuja, al surgir otro horizonte industrial y desarrollista. Es en el hecho de la fiesta donde lo popular encuentra continuidad. Porque la fiesta popular sigue, con su ambiente de trajes, gaitas y romerías, desligada de la reivindicación.
Lubiáns, a contracorriente y sin considerar los prejuicios hacia la tradición costumbrista que no pocos desdeñan, recoge esa fiesta viva, despojada de sufrimiento, donde los tipos populares, dulces y serenos, tocan instrumentos y sostienen pequeñas criaturas con sus manos gruesas ya sin callos, y en la que los pescadores ya no sufren cuando muestran el quiñón. No es alegría desbordante y no es acción suspendida, son personajes dignos e introvertidos en un momento de sosiego.
Pintor de oficio, compone circunscribiéndose al marco, subordinadas frontalmente las figuras a los límites del cuadro, simbólicamente estáticas o levemente inclinadas, siempre suavemente acomodadas en planos medios y cortos, y antes dobladas que fragmentadas.
Más pintor que dibujante, hace una aproximación expresionista en la mezcla de masas de color. De un color emocional que proporciona vigor a la imagen porque no es simple luz. Una densidad material que Lubiáns cocina al óleo en fondos pétreos, contornos imprecisos y fronteras oscuras como plomos de vidriera, pero con el valor plástico, la espontaneidad y el entusiasmo del niño que acaba de descubrir que la pintura mancha.
O Parrulo, 32x24,5, óleo sobre papel hecho a mano