Beatriz Suárez-Vence Castro
Juguetes
Los juguetes siguen siendo sexistas. La razón principal, creo yo, es que son escogidos por adultos. Ellos deciden si irá destinado a un niño o una niña.
La semana pasada entré en una juguetería, buscando un regalo para una niña. Cuando me ofrecieron un coche con control remoto, quedé encantada. Cuando vi el coche, ya no tanto: Era rosa, con corazones. La ratita Minnie iba al volante.
La dependienta, muy amable, me explicó que los hacían "así" porque eran para niña. "Como no suelen traer coches para niñas, han sacado este modelo". Yo llevaba un presupuesto bastante ajustado y me encajaba a la perfección, así que no discutí.
Cuando ya la dependienta se había ido a empaquetarlo, miré la estantería de al lado y allí estaba el mismo juguete, "para niño". El ratón Mickey iba al volante. El coche era rojo y azul. Ni bonito ni feo, corriente; sin corazones estampados. Pensé en cambiarlo pero no mejoraría mucho la situación, porque sería Mickey quien condujese. El coche ya no parecería de una Barbie loca, pero Minnie no habría podido sacarse el carnet. Ante semejante disyuntiva, me quedé con el rosa de corazones, con Minnie de conductora. Pero me encantaría que la niña destinataria no lo quisiera y lo cambiase por un Transformer o algo similar.
Pensarán ustedes que me complico la vida por tonterías, pero la palabra micromachismo se inventó por algo.
Mi opción era la siguiente: Si conducía una chica, el coche era de diseño supuestamente femenino, entendiéndose lo femenino como lo más cursi que hay en el mercado. Si quería un coche normal, el conductor tendría que ser de género masculino.
El pobre Mickey empezó a caerme fatal sin tener culpa de nada. Me llevé el juguete porque la niña destinataria también es inocente, pero me fastidió tanto el asunto que me dejé olvidados los libros que llevaba en la tienda. Me di cuenta al llegar a casa y tuve que volver a por ellos.
Comencé a sentir una nostalgia tremenda de un coche teledirigido que tuve de pequeña, con un cable gordísimo, (eran los ochenta), pero rojo, como el de Mickey; sin corazones, ni flores, ni lazos. Tampoco tenía conductor. Ni conductora.
En algunas cosas parece que retrocedemos en lugar de avanzar.
Al día siguiente a la compra del coche, me encontré, navegando por Internet, un vídeo que había grabado un padre americano porque su hijo había escogido una muñeca de la sirenita como regalo. El padre salía enseñando la sirenita y contando lo que había pasado, para luego soltarles a los niños de unos tres y dos años, y a la cámara al mismo tiempo, un discurso en el que decía que siempre les apoyaría en sus decisiones porque estaba orgulloso de quererles tal y como eran, sin importarle su condición sexual.
Los niños por supuesto, ignorantes de su condición sexual, no se enteraron de nada. Al mayor le gustó la sirenita, de la misma forma que a mí, cuando era pequeña, me había gustado el coche teledirigido. Este señor asumió que su hijo era gay porque le gustó la muñeca y se lo contó al mundo en un video que se ha vuelto viral, en el que se le alaba muchísimo y poco menos que lo nominan al mejor padre del año.
Gracias a Dios mi familia me dejó en paz hace treinta años con el coche teledirigido, sin hacer la más mínima referencia al lesbianismo como posible trasfondo de mi elección.
No sé qué me tiene más perpleja: que el padre monte semejante numerito porque al niño le gusta la sirenita o que el video tenga tantos miles de admiradores, (del padre, no del niño) que el hombre ha abierto una página donde muestra el día a día de su familia, compartiéndolo con el mundo entero, como ejemplo de tolerancia y respeto en el seno familiar.
Los niños, por supuesto, quedan expuestos, sin la más mínima intimidad, ante millones de personas, y reducidos a elementos decorativos, totalmente eclipsados por su padre. Él hace muchas poses y todos los que lo siguen dicen que es guapísimo.
Sólo un par de personas se atreven a comentar que tiene un ego como un mundo y que debería dejar de dar lecciones porque no se entera de nada. Un chico ha sugerido que este señor lo que realmente quiere es protagonizar un reality, y que es él, y no el niño, quien realmente tiene una confusión de conceptos. Los fans de la nueva estrella mediática no se lo han tomado nada bien.
Parece ser que la opinión general es que si eres niña y te gustan los coches, o niño y, te fijas en una muñeca, tienes un problema de identidad de género y tus padres tienen que correr al psicólogo contigo o, si son tan modernos como este padre, grabar un vídeo en el que sales tú, con tus juguetes "saliendo del armario" con tres años y toda la familia sonriendo al lado.
Hay una tercera opción que, según observé en la juguetería donde olvidé mis libros, ofrecen algunos fabricantes de juguetes a las niñas: Coches rosas con corazones. Que debe ser una elección menos comprometida. Para los niños que prefieren muñecas o cocinas aún no se les ha ocurrido nada. Denles tiempo.
Estamos perdiendo el sentido de la proporción: O estrechamos las miras como caballos de tiro o abrimos tanto la mente que dejamos salir el seso.
No quiero imaginarme lo que puede pasar este año con las cartas a los Reyes Magos.