Beatriz Suárez-Vence Castro
Trapacero
El lenguaje es nuestro principal medio de comunicación y, así como la sociedad evoluciona y las formas de comunicarnos cambian, también lo hace el lenguaje. Muchas veces destrozamos nuestro idioma, otras, nos volvemos excesivamente quisquillosos con él, en aras de lo políticamente correcto y, con ello, hacemos más difícil la tarea de la R.A.E. de adaptar la definición al vocablo correspondiente.
El lenguaje es algo tan vivo que podemos utilizarlo como bálsamo para subir el ánimo de alguien o como pulla para causarle dolor. Una mala palabra es una bofetada en la que no hace falta utilizar las manos. Casi nunca somos conscientes del valor de las palabras.
El Consejo Estatal del Pueblo Gitano elevó una queja a la Real Academia de la Lengua por incluir la acepción "trapacero" en la definición de gitano. El trapacero, utiliza tretas, esto es trapacerías para engañar. Viene a ser algo así como "trapalleiro" en gallego. Tienen razón en sentirse ofendidos por ello.
La R.A.E, ha respondido a su queja, el pasado nueve de octubre, y, sin eliminar la acepción de trapacero, incluye en ella una nota advirtiendo de su uso ofensivo y discriminatorio. La solución no ha convencido y el pueblo gitano sigue exigiendo su retirada. Para ello han elaborado un vídeo en el que un grupo de niños gitanos buscan la definición que de su etnia se da en el diccionario y se llevan una sorpresa muy desagradable. Independientemente de que no me parezca bien la utilización de menores para estas cosas, como si no se utilizaran bastante en publicidad, el vídeo tiene su punto. No todos los niños que aparecen en él son morenos y bajitos. Hay una niña rubia, delgada y de ojos azules, también gitana, y otros de rasgos y voces que apenas se diferencia de los "payos". Así el Consejo Gitano se carga otro estereotipo, como de pasada.
Independientemente de lo que diga la R.A.E, nosotros mismos, utilizamos casi siempre la palabra gitano o gitana con un significado despreciativo. Así que no vendría mal que la Real Academia llevase a cabo el cambio que la comunidad gitana pide y nos diera a todos una lección.
Cualquier raza minoritaria en un país se debe proteger de la discriminación, de igual manera que las personas pertenecientes a ella no deberían hacer un uso abusivo de esa protección, de manera que esta acabe convirtiéndose en discriminación positiva. Con esto quiero decir que la etnia minoritaria debe respetar las normas de igual manera que la más abundante en número.
Recuerdo una anécdota al respecto que sucedió hará hace un par de años. Una mujer de raza gitana pretendía meterse con su furgoneta por un lugar en el que debía ceder el paso. El otro conductor, hizo uso de su prioridad y ella sacando la cabeza por la ventanilla, le llamó racista y se quedó tan ancha. Esto también es un uso abusivo y mal aplicado de un término, claro que la desviación en la aplicación vino por cuenta y riesgo de la mujer, no de la R.A.E. que es la guardiana del lenguaje y la que debería dar ejemplo. Así que sería mejor que la Real Academia de la Lengua Española dejase de parchear faltas con notas de uso y eliminase la acepción de trapacero asociado a gitano.
Por otro lado, el pueblo gitano además de exigir cambios como estos que nos benefician a todos, debe preocuparse también de mejorar su imagen en todos los aspectos de la vida cotidiana, cumpliendo las normas de la misma manera que los demás, porque solo así, trabajando en conjunto y poniendo cada uno un poquito de nuestra parte es como se consigue la verdadera integración.
Los auténticos maestros, en esto como en todo, son los niños. A ellos no les preocupa que un compañero suyo sea de otra raza, siempre que las normas en el aula sean iguales para todos y todos las respeten. A los adultos nos debería resultar igual de fácil, aceptarnos unos a otros, con nuestras diferencias.