Beatriz Suárez-Vence Castro
Demasiado pequeño para ser importante
Siempre hay zonas de actualidad menos pisadas. Más allá del triunvirato Política, Deportes y Corazón, hay también noticias. Esas pocas, esas diferentes, son las que nos permiten respirar aires nuevos.
Recuerdo cuando las columnas de Medio Ambiente que escribía Mónica Fernández- Aceituno, a la que debíamos leer solo unos cuantos raritos, eran consideradas una extravagancia. Sin embargo, se asomaban entre titulares de temas considerados más importantes, como un lugar en calma.
No sé qué habrá sido de la periodista que me enseñó tanto sobre Naturaleza, pero seguro que este año se habrá interesado por un viejo amigo que está empezando a desaparecer de las ciudades y que, al contrario que las palomas y las gaviotas, no causa problemas en los entornos urbanos: el gorrión.
Ha sido nombrado "ave del año" del 2016 en España. Esta distinción, al contrario de lo que pudiera parecer, tiene una connotación negativa. Ha sido necesario nombrarlo, por la Sociedad Española de Ornitología, para llamar la atención sobre el alarmante descenso de ejemplares que está sufriendo. Su población ha descendido un 71% desde 1977, principalmente por falta de alimento. Hay menos insectos, que son fundamentales en su dieta.
En las ciudades, la ausencia de zonas verdes con arbustos donde puedan anidar y el aumento de la contaminación, de la que huyen, está dificultando su reproducción.
El gorrión ha acompañado siempre a los seres humanos, cuando vivía con él en el campo y después, cuando se produce el éxodo a las ciudades. Siguiéndonos, se ha extendido por todo el mundo. Es el primer pájaro que recordamos, el primero que dibujan los niños. Y estamos acabando con él.
No es algo que parezca importante o que afecte a nuestra vida cotidiana porque nos iremos acostumbrando, si no despertamos de una vez, a no verle. Igual que nos hemos acostumbrado a la suciedad de los ríos y del mar. O a la polución del aire que respiramos. O a ver gente revolviendo en la basura, buscando qué comer, que es todavía peor que ver desaparecer a los gorriones.
Algún día les pediremos a nuestros nietos que dibujen un gorrión y no van a saber hacerlo. Y a eso, nos acostumbraremos también, porque al fin y al cabo, en nuestra vida hay cosas infinitamente más importantes.
Así lo creemos. Y así nos va.