Rodrigo Cota
El caso Bárcenas y todos los casos
No nos sorprende el nuevo caso, el Bárcenas. A pesar del ruido mediático, asistimos al caso Bárcenas como vemos un Ponferradina-Mirandés sin ser aficionados a uno ni al otro equipo. Después del caso Guerra, del caso Naseiro, del caso Filesa, del caso ERE, el caso Gürtel, del caso Pokémon y de tantos casos, ya sabemos de sobra cómo se financian los partidos. Lo sabemos todos y cada uno de los ciudadanos y lo sabemos desde siempre, por mucho que salga ahora la Cospedal haciéndose la sorprendida.
Vamos a ver. Los que han llevado las finanzas del PP son asquerosamente millonarios: el propio Naseiro donó al Museo del Prado parte de una colección de bodegones que se valoró en 26 millones de euros, lo que nos da una idea de hasta dónde puede llegar su fortuna. Su amigo y sucesor, Sanchís, que se hizo cargo del asunto en el partido y también fue imputado en el caso Naseiro, tiene hoy una finca de 30.000 hectáreas en Argentina y es el rey de los cítricos. Bárcenas, por su parte, tenía 22 millones en Suiza y sabe Dios cuántos más por ahí. Tesoreros todos del PP. Y como tontos no somos, podemos imaginar de dónde han salido esas fortunas: del mismo sitio que las de miembros del PSOE, como Roldán, del mismo que la fortuna de la familia Pujol, el dinero de Unió, las quinielas de Fabra o los sobres con dinero en efectivo que, según reconocen algunos, se han repartido entre dirigentes del PP. No somos tontos, por mucho que lo parezcamos.
Otra cosa es que estemos anestesiados, que lo estamos. En cualquier país que esté pasando la mitad de lo que estamos pasando aquí, no se consentiría que los gobernantes organizaran sus partidos como una banda de delincuentes. Aquí cualquier concejal de pedanía se puede pringar hasta el cuello y nunca pasa nada. Rara vez la justicia condena a alguno, y cuando lo hace suele ser indultado. Son contadísimos los políticos que han entrado en prisión a pesar de que son miles los que se han implicado y miles los millones que se han llevado.
Puede que nuestra falta de reacción se deba a que éste es el sistema del que tan orgullosos estamos, porque lo hemos construido entre todos y bla, bla. Pues sí, entre todos lo que hemos construido es una porquería de sistema en el que los gobernantes, o los partidos que los sustentan, roban a manos llenas mientras el pueblo no puede pagar la última subida de la luz. Eso es lo que hemos hecho. Claro que antes era peor, y esa es nuestra excusa: veníamos de una dictadura y esto es mejor. Por supuesto que es mejor, pero eso no convierte en solución el que nos conformemos con lo que vemos y que acudamos cada cuatro años a elegir como borregos a una panda de listillos que se organizan para delinquir. Y me refiero a todos los partidos, por si alguno se atreve a sentirse más aludido. A fin de cuentas aquí no hay un caso Bárcenas y un caso Pokémon y cien casos más: hay un único gran caso que los engloba a todos y en el que están metidos todos los partidos. Todos.
No somos tontos, y por eso, por mucho que nos lo jure Cospedal, no nos creemos que Bárcenas no tenga nada que ver ya con el PP cuando hasta ayer mantenía despacho, secretaria, coche y plaza de garaje en la sede del PP. Hasta ayer mismo aparecía en la web del PP, aunque se han apresurado a romper el enlace. No creemos esa mentira descarada como no creíamos las mentiras de Roldán, pero las aceptamos como una especie de pecado original que nos acompaña cada día, porque ya se ha dicho alguna vez que lo más macabro de todo es que las víctimas nos sentimos culpables.
Un sistema que encarcela a un choricillo mientras permite que políticos y banqueros estafen impunemente miles de millones; un sistema que embarga la tele a una señora que tiene una deuda con el Estado mientras los que toman esa decisión se reparten sobresueldos de miles de euros al mes; un sistema en el que el ciudadano no elige a los representantes que quiere, está viciado en origen. Vamos a ver: ¿cuántos de los actuales diputados, o concejales, serían elegidos uno a uno en un sistema de listas abiertas? Muy pocos. Eso también lo sabemos todos. Un candidato no se debe a sus representados para salir diputado, sino a un señor que decide quién entra y quién no entra en una lista cerrada. Eso favorece la complicidad: sólo aquellos que se muestren más firmes en su lealtad a los jefes de la banda; aquellos que se presten a mirar hacia otro lado ante un chanchullo o directamente a participar en él serán los elegidos, de la misma manera que los Corleone deciden quién entra en la familia.
Y como hablamos mucho del peligro de la desafección de los ciudadanos hacia la política, deberíamos esperar que aquellos políticos honrados, que los hay y conozco a unos cuantos, intentaran cambiar el sistema desde dentro y cuanto antes. Pero no lo harán. Primero porque saben que su poder es nulo o muy limitado; en segundo lugar, porque son minoría en cualquier partido; y en tercer lugar, porque quien se mueve no sale en la foto, como nos enseñó hace décadas Alfonso Guerra.
Así pues, la salida estaría en manos de los ciudadanos. El problema es Facebook. Ahora los ciudadanos nos quejamos en nuestro muro y creemos que ponemos al sistema de rodillas si conseguimos catorce me gusta. Deberíamos empezar a pensar si esa vía es la más efectiva.
22.01.2013