Beatriz Suárez-Vence Castro
Chocolate por Pascua
Los entusiastas del chocolate somos fácilmente reconocibles durante los días previos a la Pascua. Mayores y niños nos quedamos pegados a los escaparates como si llevásemos una ventosa en la nariz. El cuadro que pintamos no es bonito, pero no lo podemos remediar. Si además, somos ahijados y padrinos o madrinas, las caras más sonrientes, son las nuestras. Nos queremos todo el año, sí. Pero estos días son para nosotros. Y el chocolate, para qué nos vamos a engañar, refuerza el vínculo.
Por mucho que los mayores clamemos contra el consumismo, hay situaciones muy pero que muy difíciles de resistir. Todos tenemos una debilidad, y esas casitas con sus jardines y caminos en los que hasta las vallas son de chocolate, nos superan. Aunque intentemos acordarnos de la bruja de Hánsel y Grétel, da igual, entramos en la confitería y allí nos quedamos mirándolo todo hasta que el dependiente nos saca de nuestro ensimismamiento para ayudarnos a escoger y acelerar un poco el proceso y evitar que sigamos atascando la fila de clientes.
Ayer me encontraba en este trance en una de las pastelerías de Pontevedra que más tradición tienen en la confección de las "monas" cuando me encontré con una colega en estas cosas del madrinazgo.
Estaba bastante disgustada porque su ahijado, y también sobrino en este caso, es diabético y no hay manera de encontrar en toda la ciudad una figura de chocolate de Pascua que no lleve azúcar, como no sea por encargo, para el que no alcanza un presupuesto medio. Hay rosca, pero cualquiera que lea esto y que sea "chocolatero" comprenderá que no es lo mismo ni se le parece.
El niño tiene una hermana que, por suerte, no padece la enfermedad y cuando llega el domingo de Pascua, la comparación es inevitable. La sufrida madrina me contó que acabará, como todos los años, yendo a Vigo para que su ahijado tenga, una vez al año, lo que tanto le gusta.
Aunque pueda parecer una frivolidad así contado, el problema del precio en los alimentos para diabéticos, celíacos e intolerantes a la lactosa, es realmente importante. Pueden renunciar al chocolate, de acuerdo, pero hay muchos alimentos, realmente necesarios, especialmente para los niños, que cuesta encontrar. Cuesta, no tanto por escasez, como por precio.
Hace no tantos años resultaba misión imposible encontrar estos productos y ahora, aunque hay más oferta, sigue sin cubrir la demanda de las familias.
Casi todos conocemos a alguien con necesidades alimentarias especiales para los que la cesta de la compra, y más en estos tiempos de crisis, se convierte en una odisea. Ya tienen bastante con padecer la alergia en cuestión como para que, encima, les salga cara.
Además, en el caso del diabético hay una especie de estigmatización, como si uno tuviera diabetes por comer demasiados dulces o por estar gordito o por llevar un estilo de vida poco saludable. No siempre es así.
Los niños diabéticos tienen claro desde muy pequeños, a su manera, por qué tienen que aguantarse y no comer lo que más les gusta. Recuerdo haber oído una charla infantil en que una niña de aproximadamente cuatro años le explicaba a su amiga, de la misma edad, que no podía comer lo mismo que ella porque tenía una" herida por dentro", y con los "pasteles normales" le dolía más.
Son muchos los niños y niñas pontevedreses y también sus padrinos y madrinas que agradecerían un pequeño esfuerzo por parte de los confiteros en estas fechas para poder tener monas de Pascua sin azúcar, aunque fueran pocas y pequeñas. Estoy segura de que les compensaría. Solo hace falta ver todas las manos que se levantan en Navidad durante la cabalgata de Reyes para recoger los caramelos sin azúcar que Sus Majestades, detallistas ellos, han incorporado desde hace un par de años, en esas pocas ocasiones en que todos estamos contentos con el uso de los dineros públicos.
En época Navideña tenemos turrones, polvorones y toda clase de dulces típicos de esas fechas, algunos de ellos de elaboración propia en el pequeño comercio, aptos para personas que deben seguir una dieta especial. No así en Pascua, una fiesta también, para muchos de nosotros, llena de significado.