Entre los demonios más activos de esta época está la enfermedad por el virus Zika transmitido por un mosquito llamado Aedes, que además también es el causante del dengue, la fiebre amarilla y la chigungunya.
Absolutamente conmovido, asustado y acongojado, me dispuse a realizar un viaje de trabajo a un país tropical que se significa especialmente en la proliferación de este insecto.
No pude menos que dirigirme al supermercado a comprarme los productos que me aconsejaban en la página del Ministerio de Asuntos Exteriores; un spray repelente, pulsera ahuyentadora de mosquitos, parche para la ropa, raqueta eléctrica matainsectos, mosquitera, comprimidos para la diarrea...
Una hora antes del aterrizaje, sucedieron cosas extrañas. Casi todos los pasajeros entraban con una bolsa en el baño y salían unos con ropa de camuflaje, otros con escafandra. Los menos con una pulsera en la muñeca, dos parches en la zona del corazón y con un olor a mestizaje de albahaca, citronela y eucalipto que a punto estuvo de obligar al piloto a abrir las puertas antes de que el airbus aposentara su barriga sobre la pista.
Me coloqué la pulsera, el parche, expandí por todo mi cuerpo el repelente, me coloqué el sombrero Panamá calado hacia la izquierda, bajé las escaleras del avión, me arrodillé, besé el suelo y mi dirigí raudo hacia la parada de taxis.
El taxista impoluto, camisa blanca, pantalón blanco, zapatos rojos relucientes; ante la sobrecarga olorosa abre las ventanillas traseras. Es el momento en que ante mí asombro un enjambre de mosquitos se acerca en perfecta formación, escribiendo en el aire la palabra "Bienvenido".
@novoa48