Beatriz Suárez-Vence Castro
Dudas viales
Llama la atención la cantidad de atropellos que se suceden en pasos de cebra. No sabría decir muy bien cuál es la razón. Parece ser que el protocolo ha cambiado: El conductor no se para siempre que se acerca un peatón. El peatón es el que tiene que decidir si se arriesga o no a cruzar.
Es cierto que Pontevedra no es Roma. En mi vida he pasado tanto miedo como allí para cruzar una calle. Ni siquiera en las ciudades de Portugal. Te juegas la vida. Lo dicen los propios romanos. Pero como sigamos así, en breve, igualamos el frenesí romano.
El padre de una amiga mía al que sus hijas y su mujer le recordaban constantemente que cruzase por el paso de cebra que era más seguro, es el primero que inauguró mi lista de conocidos atropellados, en su caso con fractura de tibia y peroné. Pensé en aquel momento, que era un caso de mala suerte, porque además se lo llevaron por delante llegando casi a la acera de destino, muy cerca de la Agencia Tributaria que es un sitio antipático de por sí para todos los que no hemos viajado últimamente a Panamá. Pero siguieron apareciendo más casos:
Otra amiga, que trabaja en el Ayuntamiento y que es fácil de ver porque mide un metro setenta y dos y es, además, guapísima, fue la siguiente víctima en mi entorno. En una calle del centro. Le costó un tiempo de rehabilitación con fisioterapeuta que tendrá que continuar en un futuro.
El viernes pasado, una chica de catorce años sufrió un atropello en la Avenida de Ourense. Y es que los pasos de cebra, icono urbano desde la famosa portada de los Beatles, son puntos calientes y sucede en ellos lo mismo que en Política: Cuando hay un altercado en sus inmediaciones, todos tienen la razón.
También se dan comportamientos curiosos entre los peatones: gente que cruza mirando el móvil, madres que ponen por delante el carrito del niño cuando van con prisa, ciclistas que no desmontan para cruzar, y gente que, como yo, ante el enfado cono ata al perro para pasar y se les queda atrás,mprensible del conductor que se queda mirando al animal como si en vez de un perro fuera un jabalí de los que aparecen de repente en las carreteras rurales. La gente con muletas también pone a prueba la paciencia del conductor ante un paso de cebra, pero esto es algo que no se puede remediar.
Pontevedra se ha vuelto tan peatonal que cruzamos como si todo el monte fuese orégano. Aún así algo estará pasando para que el número de atropellos en el único sitio donde se supone que uno está a salvo de ellos, no deje de crecer.
Ese momento de duda, en el que se encuentran las miradas de la persona que va a cruzar y la del conductor detenido ante la señal vial, tiene consecuencias fatales. Nos miramos como dos vaqueros en duelo y, uno por otro, la liamos parda.
Las consecuencias en caso de atropello siempre van a ser peores para el que no lleva el amparo de una carrocería. A todos nos interesa aclarar esta cosa tan molesta de no saber cómo comportarnos en un lugar de paso que debería ser tan sencillo de afrontar. Antes el coche se detenía siempre. Ahora no.
Quizá ayudase poner el servicio de Lollipops que hemos importado de Estados Unidos (voluntarios con señal de Stop) en los puntos más conflictivos ya que, en algunas calles de nuestra ciudad, contamos con paso de cebra, semáforo y persona que para el tráfico, mientras que en otros nos encontramos únicamente el paso de peatones, mondo y lirondo. Ahí, sin otra señal que nos refuerce la prioridad es donde nos entran las dudas. Y ya se sabe que la duda mata. O como poco, te lleva al hospital.