Beatriz Suárez-Vence Castro
Cortopatía
Marketvita es un supermercado abierto 24 horas. Un Autoservicio, sin nadie que atienda o "dé la vez", y ésto, trae problemas de organización. Muchos problemas. Como si siempre fuese el primer día de rebajas en unos grandes almacenes: Uno llega, coge y tonto el último. O algo peor que tonto.
Marketvita es España, pero también cualquier lugar del mundo inmerso en una crisis que ha igualado por abajo, por muy abajo, tan pegado al suelo que apenas se puede respirar. Allí confluyen el miedo, la rabia, el resentimiento, los intentos de guardar las apariencias: Es un espejo de todo lo que no queremos ver en nosotros ni en los demás, pero que está latente y aflora cuando se agita.
Carlos Buero, dirige un corto que nos va enfrentando a algo en lo que podemos convertirnos si no vamos con cuidado, y lo hace sin piedad, solo con el bastón de un humor negro que poco mitiga el impacto final. Está rodado en blanco y negro, porque en Marketvita todo es blanco o negro, extremo, sin matices. El realizador nos coloca ante un cristal que, como él mismo dijo en la presentación, nos introduce en una atmósfera esperpéntica. Pero el esperpento no deja de ser la realidad misma cuando los valores se degradan. Es la sinceridad pegando mordiscos. Marketvita nos deja las huellas de sus dientes en la cara.
Esa verdad que intentamos esconder pero que termina por salir, es también el tema de otro de los cortos que se estrenaron el día seis de mayo en los Cines Dreams del Palacio del Hielo de Madrid, dentro del certamen Cortopatía: El juego del escondite, de la realizadora Mar Babuglia. El envoltorio es más dulce que el del primero, con un uso preciosista de planos y fotografía, con flashbacks y baterías de imágenes que nos van introduciendo en el alma del personaje protagonista: Nora, una mujer joven con una carga demasiado dura de soportar. Podemos oír su flujo de pensamiento mediante una voz en off, todo lo reveladora que puede ser: "Dicen que venimos al mundo por una razón. Yo aún busco la mía".
Nora disfraza la realidad para sí misma y para sus hermanas, que se rebelan contra ella y la situación en la que viven, cada una a su manera. Ninguna de ellas sabe muy bien lo que sienten, a causa de haber enterrado el dolor. Son mujeres tan fuertes como frágiles.
El castillo de naipes que la hermana mayor construye, termina deshaciéndose y deshaciéndolo todo alrededor. El espectador la acompaña, hipnotizado, en una caída que finalmente acaba levantando a ambos en el aire, porque para construir hay que destruir primero, aunque parezca imposible soportar el sufrimiento.
En El juego del escondite el dolor tiene un propósito que sólo se nos revela al final, cuando la propia protagonista descubre cuál es. Nora encuentra la razón que buscaba.
Ambos cortos constituyen una soberbia exploración del alma humana. De lo que perdemos. De lo que ganamos. De lo que somos. Véanlos si las distribuidoras les dejan, porque los cortos no reciben el mismo trato que los largometrajes, al menos en España. Sigan la trayectoria de Carlos Buero y Carmen Babuglia, que además de dirigir, han escrito los guiones de sus respectivos trabajos.
Los amantes del Cine agradecemos iniciativas como la de Cortopatía, que suma ya dieciocho ediciones y esperamos que el esfuerzo madrileño para que los cortos lleguen a las salas, encuentre eco en las demás comunidades. Yo, ya soy cortópata.