Beatriz Suárez-Vence Castro
Trigo
El lunes fue día de fútbol y política. Los dos espectáculos que más gente reúnen delante del televisor. La política va camino de igualarse al fútbol como show, pero con menos arte. Los cuatro candidatos a la presidencia de España jugaron vistoso pero con poca clase.
Rajoy, dando cifras que, siendo bien pensantes, no tenemos más remedio que creernos. Iba con los deberes hechos e hizo hincapié en lo único que no se le puede negar: la Macroeconomía. Cierto es que nos salvó del rescate, pero este tanto, importante, se ha deslucido muchísimo por todos los casos de corrupción de su Gobierno. Además, la Macroeconomía a nivel de calle, poco cuenta. Mientras los resultados no se vean en casa, da igual. No debería, pero da igual. No es difícil de entender, porque la prima de riesgo poco importa a quien no tiene trabajo y no puede mantenerse.
Al presidente en funciones le sobran datos y le falta calle. El mérito de salvarnos del rescate se ha diluido en medio de las altas cifras de paro, los recortes abusivos y una política asocial, con la vergüenza de los desahucios. De repetir en una segunda vuelta, tiene mucho que reparar y el lunes, insistió demasiado en lo bueno y dejó poco espacio al reconocimiento de errores y la voluntad de arreglarlos. Fue sin embargo, el más sólido, a mi modo de ver en cuanto a preparación y exposición de lo que debe ser un debate. Sin sorpresas, en su línea.
Pedro Sánchez también fue más de lo mismo. Lo único nuevo, el berrinche que se agarró por no haber salido presidente en la fallida sesión de investidura y que ayer dejó claro, cargado de rencor contra Iglesias y Rajoy. Mal perdedor. Le sobra ego y le falta visión de Estado como para poner primero los intereses del país en lugar de los de su partido o los suyos propios. No parece darse cuenta de que, salvo sorpresas de última hora, va a tener que pactar y no le va a llegar solo con Ciudadanos como posible socio.
Iglesias, fue junto con Rajoy, el más centrado en lo que tenía que hacer. Muchísimo más moderado que habitualmente y claro a la hora de exponer. Tendió una mano a Sánchez a pesar de los continuos mordiscos que el candidato socialista le dio. Es más consciente de lo que se avecina y de lo que ahora le toca hacer si quiere entrar en un Gobierno de coalición, la única alternativa a otro mandato de la derecha.
Para mí la gran decepción fue Albert Rivera. Blandiendo la portada del periódico El Mundo, como si fuese la única fuente fiable, para desmentir la política fiscal que promete Podemos. Atacó con virulencia a Rajoy e Iglesias y, aunque fue algo más tibio con Sánchez, en su intento por aparecer como la llave del cambio, se pasó de pueblo. Tuvo un discurso agresivo, interrumpió a los demás y perdió la moderación que hasta ahora tenía como corresponde al único partido de Centro. Lo más atractivo de su oferta, que se encargó de recalcar especialmente, es el cambio en la legislación para Autónomos y Pymes.
Ninguno de los cuatro dejó claro lo que van a hacer en cuanto a un posible pacto y sobre todo, en lo que viene siendo un gran fallo desde el principio, ninguno explica cómo va a hacer lo que quiere hacer. Tienen buenas ideas pero una incapacidad manifiesta para poder entenderse, que es el primer paso para llevarlas a cabo. Rajoy parece centrar todas sus esperanzas en las segundas elecciones, pensando quizá encontrar la mayoría que no consiguió en las primeras. Esa parece ser la razón de su falta de esfuerzo por llegar a un entendimiento con los demás. Menos comprensible es la actitud en los otros tres aspirantes, porque el nuevo gobierno pasa necesariamente por una alianza de centro izquierda.
Lo que más preocupa en la calle es la falta de empleo y cómo narices se las van a arreglar para hacer descender el índice de paro. Y eso, nadie nos lo ha explicado. Cuando falta el pan, el trigo, como le llama Rajoy, lo demás no importa. Empiecen por ahí, gane quien gane. Ninguno va a merecer la victoria porque el único triunfo posible es ganarse la confianza de la gente y, a juzgar por el debate del lunes, esa ya la han perdido.
Quiero pensar que tienen algo más que ofrecer que lo que han enseñado en televisión, porque quienes realmente se merecen una España mejor somos los que llevamos apretándonos el cinturón desde que estalló la crisis. Ellos solo están para servirnos y hacerlo bien. Nos lo deben.