Bernardo Sartier
Casacas contra Cosacos
Los hijos de la vieja Europa mazándose. Cosacos "envodkados" cabalgando aguardiente. Vodka significa agua. Cosacos contra Casacas. El imperio británico, obeso y mórbido encajando la letra con sangre. Malos tiempos para la lírica balompédica. Sangre, sudor y lágrimas.
Vuelan sillas mientras las barrigas cimbrean depósitos de grasa parda, la grasa malévola e iracunda del sin nada. Del sin trabajo, del sin cultura. Del sin esperanza y sin futuro. Porque a éstos que se hostian les robamos la esperanza. No hay peor castigo que la molicie.
El "dolce far niente" produce jabalís con apariencia humana. Mamacallos violentos. Eso crea la vida muelle del desempleo. Pero necesitamos carne de cañón para justificar al Estado. De vez en cuando saltarle un ojo a alguien en una "manifa", casualidad involuntaria pero indemnizable.
La Unión Europea debió denominarse Unión Europera, porque con la pera o subidos a un peral, que sustituye al guindo, andan sus élites. El Zar Nicolas II y el Rey Jorge V eran primos e hicieron juntos la Primera Guerra Mundial. Ahora que no hay consanguinidad podemos imaginar al acorazado Potemkin abordando una orilla del Támesis y soltando el lumpen ruso por Londres adelante, como cuando llegaron a Berlín en abril del 45 y violaron a 240.000 mil alemanas. La Alemania ruinosa y arruinada solicitó luego 900 y pico abortos.
Inglaterra anda cabreada porque hace tiempo que futbolísticamente no gana nada. Nada en un deporte que inventaron. Y eso lacera el orgullo british. La última Eurocopa que ganó lo hizo con un gol gatillado, un gol de fornicador virgen y torpón al que solo le entró la puntita. Venció a Alemania con un vicegol de Hurst. Pero se jugaba en tierras de la pérfida y el árbitro fue presa de un giñe escénico. Validó un churro que no rebasó la línea de meta.
Y ahora los rusos enfrente, no menos agresivos. Los hijos de Putin cargan sus armas con posta lobera y disparan a simbólicos mitrofanes. Mitrofán era aquel oso que le pusieron en la estepa al Borbón emérito para que se lo cepillase cuando ya había iniciado la deriva de su decadencia física y política. Luego vino el elefante de Botswana y no le quedó más remedio, a Juanito -así le llamaba Don Juan- que dejarse recoger por la chalana decó y sin patente de Pedro I de Sanxenxo -también Pedro I del Náutico- en vez de por los brazos estilizados de Corina la Tónica. El apellido de Corina, Wittgenstein, suena, no me digan, como apalancar la chapa de una tónica.
Pero estábamos en que los Casacas Rojas y los Cosacos Rusos se citaron en el puerto viejo de Marsella para medirse las costillas. Esgrimieron unos la Commonwealth y otros el viejo imperio zarista. Y mamados hasta las trancas, empezaron a repartirse mandanga incluso en el cielo de la boca, porque ya digo, van justos de horas de biblioteca y trabajan por días o por horas, como en el Sergas. Y entonces metabolizan su mala leche con una liturgia alcohólica que es proemio de la patada en el colédoco, que es la AP-9 del hígado.
Triste Europa de catedrales góticas y música clásica enseñando el culo sucio de sus miserias. Toda una metáfora del brexit la panza sudorosa de su desempleada progenie acometiéndose en riña tumultuaria.
Y luego la Uefa, merienda de negros que tufa a dinero de tocomocho advirtiendo que enviará al monte a los jabalíes. Ja. Esa advertencia tiene idéntica coercibilidad que aquello que farfullaba Crisantito Conachas, amigo blandiblú y un poco trucha de la infancia cuando lo breábamos: "se lo voy a decir a mi papá, delincuentes". Esto decía Conachas mientras nos escarallábamos de risa, porque aquellos "papá" y "delincuentes", dichos con voz de pífano agrietado, sonaban a rabieta de niña pija sin muñeca y tenían la misma credibilidad que Montoro diciendo a los catalanes que los va a dejar sin la sopa caliente del fondo de rescate.
A los británicos también les llega. Llevan dentro un killer que sepultó en el olvido de su jardín veinte asesinatos pero que saluda, cortés, a la abuelita que saca al pipí a su terrier. Los rusos son más brutos. Prefieren cortarte la cabeza de un espadazo. Lo aprendieron luchando contra el rigor climático de la tundra. Los hijos de la Gran Bretaña contra los hijos de Putin. O sea, los hijos de la gran contra los hijos de la gran (si quieren, rellenen ustedes las casillas vacías).
Partido incierto. Quiniela empatada. Una equis de descalabros y contusiones. Si les quitamos la priva a lo mejor se aquietan. Aunque, vaya usted a saber, igual asaltan un Froiz, hurtan unas cuantas Maredsous -que tiene muchos grados- y se ponen ciegos igual. Y entonces peor el remedio que la enfermedad. Tengo la solución. Que se maten.