Beatriz Suárez-Vence Castro
Pirotecnia
Igual les parece a ustedes que me meto donde no me llaman, pero ¿de verdad les gusta la pirotecnia? Lo pregunto porque en las fiestas de Santiaguiño del Burgo a mi perra estuvo a punto de darle un infarto. No porque la hubiese llevado a las tómbolas o a comer churros y el estruendo la hubiese pillado allí mismo, no. Ella estaba en casa de mi madre, en la calle Benito Corbal, pero igual hubiese dado que estuviese en Pearl Harbour cuando la invasión japonesa. Hay una distancia considerable desde la calle que he mencionado hasta el Puente del Burgo, sin embargo se oían tan cerca los estallidos como si estuviésemos en una piragua en medio del río. Teniendo en cuenta que el antiguo dueño de mi perra, por llamarle de algún modo a este ser, la quiso liquidar pegándole un tiro, y la dejó ciega de un ojo, pues se entiende el pánico del animal y mi impotencia al no poder hacer nada para tranquilizarla, cuando llevo año y medio ayudándola a superar sus miedos.
Otra cosa es que importe, porque las cosas del Reino Animal importan bien poco.
Llevando la cosa por otro lado, les recuerdo que Benito Corbal está muy cerca, pero muy cerca, del Hospital Provincial donde hay gente que, como poco, tiene migraña.
Dirán ustedes que soy una exagerada, que "hay que divertirse" y que "es solo una noche". Ya, pero es que una noche con dolor de cabeza, oyendo estallar petardos, se hace muy larga.
Otro punto de vista es el de los niños pequeños y de los padres con niños pequeños. Los primeros tienden a asustarse muchísimo con la pirotecnia y a llorar la noche entera. Siguen llorando mucho tiempo después de que haya pasado el ruido, porque el susto les dura bastante. Los padres no suelen asustarse del ruido pero sí de pensar que desde que el niño les deja dormir hasta la hora de levantarse para ir a trabajar son dos horitas de nada.
No es mi intención con estos argumentos aguarle la fiesta a nadie. Cada uno encuentra diversión en cosas de lo más diferentes y el ruido ensordecedor tiene mucho adeptos, sobre todo en Valencia, lo que teniendo en cuenta que otro de mis monstruos particulares es el fuego, hace muy poco probable que vaya a las Fallas alguna vez en mi vida. Me da un poco de pena por los ninots, que me parecen una muestra real del ingenio que tenemos en España y por el traje de fallera, pero una tiene sus limitaciones.
La Pirotecnia no tiene por qué desaparecer: hay familias que hacen de ella su modo de vida, pero se podría limitar a un espectáculo únicamente de luces. Lo bonito, lo que da espectáculo, es ver estallar los colores en el cielo; el ruido que los acompaña suele ser bastante molesto, y no aporta gran cosa. Bueno, sí: aporta gran estruendo, como el del pasado lunes. Y perros infartados y niños llorando y padres soñolientos pegados a la máquina de café de la oficina, y enfermos tocando al timbre de la habitación toda la santa noche y enfermeras también pegadas a la máquina de café para poder recorrer el pasillo como almas que lleva el diablo. Esto aporta.
No veo yo muy descabellado hacer una propuesta a las alcaldías para que valoren la alternativa de unos fuegos sin ruido, ya que la contaminación acústica no supone un tema tan nimio como puede parecer. Si yo, para abrir un local comercial, tengo que atenerme a unos niveles de ruido que establece el Concello, me gustaría que con el dinero que recaudan de mis trámites de licencia no pagase después un ruido que supera con mucho el que puede hacer cualquier negocio local en un año entero.
El caso es que yo pregunto, antes de escribir estas cosas,igual que he hecho al principio de este artículo, no vaya a ser que no interesen a nadie y sea mejor que las escriba solo para mí misma y no moleste a nadie por una tontería, pero es que resulta que hay muchísima gente de todas las edades que piensa lo mismo. Entonces, ¿por qué seguimos aguantando año tras año algo que nos molesta?.
Me temo que el motivo va a ser el mismo por el que aguantamos unos políticos incapaces de gobernar: por pasividad. Porque, en este país, la boca solo la usamos para comer e insultar, no para hacer valer nuestros derechos donde y cuando se debe y con los mecanismos legales que tenemos a nuestro alcance.
Porque protestamos mucho, por lo bajini, pero no hacemos nada para cambiar las cosas.