José Benito García Iglesias
El puente de madera de La Barca
Parece ser que los monjes benedictinos del Monasterio de Poio ya administraban el cruce de una orilla a otra del río Lérez, entre el arrabal de A Moureira y la costa opuesta de Poio, allá por el 1197, por medio de una barca, de ahí procede el nombre del actual puente, y este medio se mantuvo durante varios siglos.
Fue este, precisamente, uno de los últimos pleitos del Gremio de Mareantes, ya decadente, lo sostiene con el Monasterio de Poio y es relativo al "Derecho de Barqueaje", consta de una larga serie de documentos, que van desde mediados del siglo XVIII, hasta mediados del siglo XIX.
El Monasterio se amparaba en una supuesta donación del Conde D. Ramón y de la Reina Dª. Urraca, en la cual se argumentaba que "el privilegio constituye parte de la propiedad, o es una de las pertenencias del Monasterio, como dueño absoluto o en pleno dominio de la barca en cuestión".
Consideraban que, dentro de las posesiones donadas se encontraba la parte del río incluida en los términos divisorios que se expresaban en dicho documento y aunque en la donación no se hiciese específica mención de la barca en cuestión, se daba como comprendida entre lo donado.
Los mareantes acusan al Monasterio de pretender usurparles el "barqueaje" con falsos documentos y actuaciones, cuando no ha habido ninguna ejecutoria sobre la supuesta propiedad del derecho de "barqueaje". Durante un largo espacio de 52 años de litigio, los pronunciamientos a favor de una y otra parte se suceden, sobre todo en el siglo XIX, hasta el definitivo pronunciamiento a favor de los mareantes.
Al amparo de la abolición de los señoríos por las Cortes de Cádiz, los mareantes obtienen el reconocimiento de sus derechos, como refleja la sentencia en la que "se declara que el derecho de "barqueaje" es privativo de los matriculados y se le deja al Monasterio salva la facultad de conservar su barca, solo para su uso propio y aprovechamiento de sus haciendas".
Pero el progreso y las nuevas infraestructuras de la ciudad, requerían de un medio más acorde con los tiempos, además de solucionar los enfrentamientos y conflictos producidos en el siglo XIX. Quienes se habían hecho con la privacidad del tránsito y lo explotaba era el Gremio de Mareantes, percibían por ello unos céntimos por cada pasaje, lo que reportaba unos considerables ingresos, limitando y restringiendo el de las demás embarcaciones, dando lugar a varias contiendas judiciales con las autoridades de Marina, con el Convento de Poio y con el mismo D. Francisco Antonio Riestra, (Marqués de Riestra) propietario de una magnifica quinta y una fábrica en La Caeira.
En 1865, se consideró que eran insuficientes las embarcaciones destinadas a dicho tráfico, dado que ya no sólo era el paso de personas, también era de carruajes, animales, materiales y otros desenvolvimientos, así que se pensó en la construcción de un puente de madera sobre el río, en el punto denominado La Barca y con la robustez necesaria para resistir los embates del mar, contando que a su vez supusiera una fuente de ingresos.
Así en el año 1867, el Gremio de Mareantes, sustituyó la explotación inicial del río, creando entre gran entusiasmo, la llamada "Sociedad comanditaria constructora del puente de La Barca", que la conformaba el propio Gremio, vecinos de Poio y unos cuantos capitalistas de Pontevedra, dando inicio a la construcción de un puente de madera que comunicase las dos orillas sobre el río Lérez.
Comenzó la construcción del puente en abril de 1867, con veinte operarios que trabajaban desde las seis de la mañana, hasta el anochecer y dirigía las obras el arquitecto D. Ricardo Aróstegui. Las obras terminaron a finales de abril de 1871 y se comenzó la explotación del negocio a partir del 1º de mayo de 1871, previa subasta en la que se le adjudicó el servicio a D. José María Areces, por 30.000 reales
En la junta de la Sociedad, figuraban tres marineros designados por los mareantes, en una sesión general, teniendo en cuenta que de los productos, eran entregados anualmente al Gremio de Mareantes seis mil reales, como compensación por haber cedido a la empresa explotadora el derecho de pasaje, que hasta entonces practicaban las embarcaciones.
El puente era de madera y de muy baja altura, tenía un tramo levadizo que se izaba con la ayuda de un cabrestante, instalado en una especie de castillete, para permitir el paso de barcos que tenían grandes mástiles y llevaban su mercancía a los muelles de La Galera y O Burgo. Con el tiempo ese cabrestante parece ser que producía un estruendoso ruido y era queja constante de los vecinos.
Fue la inauguración del puente un acontecimiento local, música, gaitas, cohetes y globos, barcos engalanados, bendición solemne, convite de la empresa a las autoridades y baile de centenares de parejas sobre el puente, para poner a prueba su resistencia, el primer día fue gratuito el paso, a partir de entonces cada pasaje era de cinco céntimos.
Pero los nuevos tiempos requerían de otras infraestructuras. El marqués de Riestra, demandó comunicaciones más vigorosas y en paralelo al puente había que hacer otro para el paso del ferrocarril. Años más tarde se impuso la construcción de un elegante puente metálico, con un amplísimo y airoso arco, mucho se habló de su seguridad y lo cierto es que medio siglo después el puente casi que amenazaba ruina, por lo que tuvo que ser recompuesta su estructura metálica y revestirla de cemento armado, el puente actual, que con el paso del tiempo se le fueron realizando diversas modificaciones.