Beatriz Suárez-Vence Castro
En rojo y negro
No se puede escribir de otra cosa cuando el fuego está quemando nuestros bosques durante tantos días, con sus noches. Noches sin dormir para los habitantes de Arbo, Arcade, Cotobade, Cerdedo, Crecente, Catoira, Caldas de Reis, Soutomaior, en Pontevedra, Laza y Avión en Ourense, Camariñas y Porto do Son, en A Coruña y alguno que me dejo en la cuenta, seguro, porque son más de 6.500 hectáreas lo que ha ardido, lo que se ha perdido.
"Nós axudamos ós demáis e, a nós quen nos axuda?" es la pregunta que, más para sí misma que para nadie, murmura entre lágrimas una mujer, sin saber que las cámaras están grabándola, sin poder pensar en nada más que en el hecho de que aquello por lo que ha trabajado toda su vida se está consumiendo ante ella en unos minutos, sin que pueda hacer nada más que echar agua, en un cubo, sobre el fuego. Otra mujer resbala y cae, en un intento de hacer frente a las llamas que se acercan a su casa, con la única ayuda de sus vecinos.
Los montes gallegos arden de nuevo: la especulación sobre los terrenos que luego se volverán a calificar, las rencillas entre vecinos, la piromanía, las fincas que acumulan maleza sin que los dueños , sean particulares o administraciones se ocupen de limpiar. Tantas versiones, tantos responsables de una desgracia que se repite verano tras verano.
Como siempre la responsabilidad ha de ser compartida, empezando por una Administración demasiado laxa en materia medioambiental que no prevé ni sanciona con suficiente dureza los delitos ecológicos. No se piensa dos veces antes de atentar contra el Medio Ambiente o maltratar un animal o envenenar un río porque quien lo hace, lo paga barato. Para quien lo sufre, en cambio, el precio es demasiado elevado.
No hay tampoco efectivos suficientes y las brigadas de a pie no pueden acceder a todos los lugares. Faltan helicópteros, falta personal, sobra gente con mala intención que por dinero o rencor se presta a prender fuego cuando hace más calor, cuando sopla el viento adecuado para que se propague rápido.
No digo que la solución sea fácil porque desde casa es fácil criticar sin aportar nada que ayude pero no está en las manos de los que escribimos sobre lo que pasa poner fin a algo tan grave. Ya nos gustaría. Pero hay que seguir escribiendo porque no debemos acostumbrarnos a esto por mucho que se repita. Porque el fuego, más si es provocado, debe ser noticia. Para denunciarlo, para protestar contra una lacra que está matando la tierra, el trabajo de la gente que lleva toda su vida trabajando por y para ella. La piromanía es un trastorno mental y hay enfermos entre quienes provocan el fuego. Bien, pues habrá que detenerlos por su propio interés y por el de los demás, y tratar su enfermedad adecuadamente.
A los otros, a quienes queman los montes por interés, que son mayoría y que no deben confundirse con los anteriores porque, en este caso, sí que son dueños de sus actos, hay que detenerlos y encarcelarlos por un tiempo mucho más largo del que se hace. O mejor aún: hacerles repoblar lo que se quema cuando sea posible. Que ayuden a reparar el daño que han hecho en la medida que sea reparable. Pero que dejen de causar tanto dolor.
Quien cuida lo público que lo cuide mejor, que se tome la Naturaleza en serio, porque de ella venimos y ella se va a quedar cuando ya no estemos para proveer de recursos a los que se quedan. Para ayudarles a vivir. Es algo demasiado valioso para perderlo.
A Pontevedra la ha castigado el fuego este año más de la cuenta, en el propio casco histórico, sin que todavía se sepa qué ha pasado exactamente y qué va a pasar con el edificio que ha ardido, sin que se haya explicado nada, sin que nos tranquilicen explicando que ha sido un accidente o que algo ha salido mal pero que no va a volver a repetirse. Porque quien manda no explica. Ahora, ha vuelto a pasar en el rural, tan abandonado, tan dejado como si no fuera parte de Pontevedra, sin siquiera agua suficiente en algunas zonas o un sistema de alcantarillado en las viviendas. Ese rural ha vuelto a arder y queremos saber por qué y vamos a seguir exigiendo las ayudas para la gente que se ha quedado sin tierra. Exigiendo, no pidiendo porque lo esencial no hace falta pedirlo. Debe ser dado por quien tiene la obligación de hacerlo.
La Naturaleza no está suficientemente protegida, lo que viene a decir que nosotros no lo estamos y no podemos consentirlo, dejar que pase un año más sin que se tomen las medidas necesarias para que no vuelva a suceder.
Decir nunca máis nos trae recuerdos dolorosos a todos, independientemente de nuestra ideología política pero cuando el rojo y el negro lo envuelven todo, los demás colores no importan. En 200…nos robaron un gran trozo de azul y ahora no podemos seguir perdiendo el verde, nuestra identidad: Fuego: Nunca máis.