José Benito García Iglesias
"Por el valle de la muerte cabalgaron los seiscientos". 2ª parte y última
Si en el artículo anterior nos ocupamos de la que fue considerada la carga de caballería más gloriosa, más heroica y más inútil que vieron los tiempos, hoy nos ocuparemos de otra actuación de la caballería, igual de gloriosa, igual de heroica pero con un resultado muy distinto, de la que, sin embrago, no se han escrito poemas ni canciones, ni mucho menos realizado películas, al contrario, han tenido que pasar 91 años para que les fuese reconocida la heroicidad de sus actos, ellos, ni entraron en la fama, ni entraron en la gloria.
Desde 1919 España libraba una cruenta guerra colonial en el norte de Marruecos. El pago de 2.000 pesetas eximía del servicio militar, por lo tanto, solo los españoles pobres eran destinados a nutrir las filas del ejército de reemplazo que se veía obligado a combatir en aquel inhóspito y duro escenario, mal equipados, poco entrenados, mal pagados, mal alimentados y calzados con alpargatas.
En el año 1921 el comandante general de Melilla, Manuel Fernández Silvestre, un militar audaz y afectuoso con la tropa, prometió a Alfonso XIII que para Santiago alcanzarían el núcleo rebelde de Abd El-Krim, Alhucemas. En pleno julio inició una campaña de rápido desarrollo que dejaba posiciones muy endebles en un frente muy complejo, prácticamente incomunicadas y con escasez de agua. Silvestre, testarudo y temerario, decide, pese a las advertencias, continuar con el insensato avance.
En Annual el General Silvestre es cercado por las harcas rifeñas, surge la duda de si aguantar o retroceder, opta por esta última, y como pudo comprobar, desastrosa decisión, porque la retirada se convirtió en una desbandada que como refiere el informe Picasso: "Se abandona Annual con todos los elementos, sin órdenes, sin instrucciones, sin plan ni dirección. Revueltas las fuerzas, confundidas, sin jefes, acosados por el enemigo y sin más idea que la salvación en la huida individual, vergonzosa en unos, inexplicable en otros y lamentable en todos. Siendo inútiles los esfuerzos de unos pocos para frenar la avalancha que tan impremeditadamente se había dejado desbordar".
La retirada de Annual, comenzó a las 11:00 h. Pronto comenzaron a ser hostigados por un intenso fuego enemigo, oficiales y soldados huyen y surge el caos, las alturas de los desfiladeros de la vía de escape ya habían sido tomadas por los rifeños. Sin nadie que cubriera la retaguardia solo trataron de ponerse a salvo huyendo, desapareciendo toda capacidad de combate. En las primeras horas ya habían caído 2.500 españoles, la desorganizada columna intenta escapar hacia Melilla abandonando a su suerte a heridos y enfermos. Se cree que, ante la debacle, el general Silvestre se pegase un tiro.
Escritores como Ramón J. Sender, testigo del denominado «desastre» contaron cómo las mujeres indígenas seguían a la retaguardia rifeña torturando y rematando a los españoles heridos. A muchos les arrancaron las muelas aún vivos para hacerse con el oro de fundas y empastes. A otros los abrieron en canal a golpe de gumía.
Los supervivientes, organizados por el general Navarro, retrocedieron hasta Dar Drius. Navarro da la orden para la evacuación de la columna de Dar Dríus a El Batel. Tan solo hay una unidad que todavía se encuentra intacta, mantenía su cohesión y estaba bien dirigida: el Regimiento de Cazadores de Alcántara, 14 de Caballería, acuartelado en Dar Drius y al mando el teniente coronel Fernando Primo de Rivera, quien recibió la orden de proteger a la infantería… ¡Hasta la muerte!
En seguida comprende que se está pidiendo a sus 691 hombres, así que arenga a la tropa, y el regimiento, disciplinado y silencioso, se pone en marcha con sus escuadrones salvaguardando los flancos y la retaguardia, y protegiendo también el avance con ametralladoras y constantes cargas. A las cuatro de la tarde, aparte infinidad de escaramuzas parciales, los jinetes de Alcántara ya han tenido que dar su primera carga al galope contra una fuerte concentración enemiga. Pero en el barranco del río Igan, los españoles no podían proseguir con la retirada, en las posiciones elevadas se atrincheran miles de rifeños que hacen fuego graneado y la columna se arriesga a quedar cercada.
Entonces, el teniente coronel les toca a sus hombres la única fibra que a esas alturas, puede hacerse. Siete veces cargó la caballería monte arriba y sable en mano, en las orillas del río Igan, el 23 de julio de 1921, frente a una masa rifeña muy superior en número, reagrupándose tras cada carga, cada vez menos hombres, más heridos, exhaustos y sedientos jinetes y caballos, una y otra vez bajo la granizada de balas enemigas. Cargaron los soldados, pero cuando ya no hubo hombres suficientes para cerrar las filas, cargaron también, aunque nadie los obligaba a ello, los tres alféreces veterinarios, el teniente médico y hasta el capellán fue adelante con la tropa. Y cuando ya no quedó nadie a quien recurrir, cargaron también los catorce maestros herradores, y con ellos los trece muchachos de la banda de música del regimiento, que al igual que el joven corneta de órdenes, murieron todos.
La última carga, la octava, se hizo al paso, porque las cabalgaduras no podían más. Y finalmente al combate cuerpo a cuerpo, pie a tierra y con arma blanca. Sin embargo los heroicos jinetes de Alcántara, consiguieron romper las líneas enemigas y el convoy llegar a El Batel. Agotados, llenos de heridas, caminando entre las sombras con sus extenuados caballos cogidos de la brida, de los 691 hombres del regimiento sólo quedaban 67, con su jefe al frente, sin caballo, y herido, pero habían cumplido con su juramento de defender a la infantería hasta la muerte. Aquel regimiento permitió que las tropas en retirada no fuesen masacradas y que muchos más hombres, más de diez mil murieron en el “desastre”, perdiesen también la vida. La hazaña fue conocida como la de los «héroes de Alcántara»,
Pocos días después, su jefe, el mencionado teniente coronel Primo de Rivera, moriría tras una gangrena, en Monte Arruit, por las heridas ocasionadas por un cascote de granada de la artillería enemiga, siendo posteriormente condecorado con la Cruz Laureada de San Fernando individual; pero la tropa, a pesar de que se solicitó en varias ocasiones dicha condecoración, la máxima del ejército español, fue olvidada.
El 1 de junio de 2012 se ha resarcido uno de los mayores olvidos de la historia de España, la gratificación a los héroes del 14º de caballería que dieron sus vidas por cubrir la retirada de sus compañeros. Casi un siglo después se ha concedido la Cruz Laureada de San Fernando Colectiva al Regimiento de “Cazadores de Alcántara” 14 de Caballería por su sacrificio en Anual (Marruecos) en 1921. (B.O.E. 2-Junio-2012).