Beatriz Suárez-Vence Castro
El tren
El tren es el medio de transporte con más encanto. El que más referencias tiene en nuestro idioma; el que más títulos y más bellos planos ha dado al cine, el que tiene las estaciones más bonitas. Aquel en el que podemos estirarnos a placer mientras contemplamos el paisaje que vamos dejando atrás, desde la ventana. Podemos leer, dormir ayudados por el traqueteo o tomarnos algo en el vagón-cafetería.
El tren es mucho más cómodo que el autobús y menos latoso que el avión. Puedes llevar el equipaje controlado y hablar con tu compañero de viaje sin que acabe doliéndote el cuello.
A quienes nos gusta viajar pero no conducimos, el tren nos facilita mucho los desplazamientos.
Me he subido a muchos trenes en mi vida, reales y figurados, incluido el tren CELTA que cubre el trayecto Vigo-Oporto y que el viernes pasado sufrió el terrible accidente que nos encogió a todos el corazón al dejar cuatro muertos y muchos heridos: cuarenta y ocho, a la altura de O Porriño.
En mi viaje hacia Lisboa, paré en Oporto a dormir y salí en tren de la estación de Vigo con mucha más suerte que los pasajeros del viernes. El tren CELTA suele estar solo en la vía y es un modelo que tiene ya treinta años. Sin embargo suele efectuar sus trayectos sin problema. Es pequeño, no muy cómodo. Cumple su función y nos devuelve a algunos el antiguo atractivo que tenían los viajes en tren cuando aún no existía la Alta Velocidad.
Sin embargo produce, o al menos en mi caso sí lo hizo, una incómoda sensación de inseguridad.
Después de Angrois, los gallegos volvemos a tener un accidente ferroviario de envergadura. Lo peor de estos casos, después de los fallecidos, es que nos limitamos a recordarlo en su aniversario y poco más. Cuando volvemos a viajar, cerramos los ojos a la altura del escenario y ya está. A veces se retiran los restos de la máquina accidentada, otras veces, no.
No llegamos a saber si realmente las víctimas reciben las correspondientes indemnizaciones, si efectivamente se ponen los medios para que, en caso de que el estado de la vía o del aparato haya tenido algo que ver en el siniestro, no vuelva a repetirse. Los accidentes son eso: accidentes, y en la mayoría de los casos es un fallo humano o un conjunto de fatalidades las que lo provocan, pero aun así hay que asegurarse de que el porcentaje de que esto suceda sea el más bajo posible.
Son muchas las estaciones en Galicia que se encuentran semiabandonadas, con pintadas en las paredes, sucias, con andenes mínimos. Y esa parte se puede arreglar. Preocupándonos de ello todos: quienes están a cargo de los dineros públicos y quienes viajamos y, simplemente porque no nos ha tocado a nosotros, seguimos nuestro viaje como si todo estuviese bien. Muchas cosas lo están. Otras, no.
Hoy, cuando sufrimos el segundo accidente con muertos en tres años, nos preguntamos si hemos hecho todo lo posible. Si entra dentro de "lo normal" o no. Para las familias de la gente que ha muerto, para los heridos, no.
Aunque es cierto que los medios de transporte, trenes, aviones, autobuses y la red de carreteras gallega han mejorado mucho, no es suficiente. Tenemos derecho a pedir más.