Beatriz Suárez-Vence Castro
Grupos de presión, derecho a elegir y libertad individual
Los grupos de presión, colectivos pro derechos de una cosa y de la otra me están empezando a caer gordos. La unión hace la fuerza hasta que esa fuerza se vuelve tan violenta que se apropia del derecho a decidir de sus miembros.
Me viene esta idea a la mente hablando con una mujer que ha llegado a sentirse agobiada porque la gente, en su mayoría otras mujeres, le echa en cara "que no trabaja". Lo escribo entrecomillado porque es lo que le dicen, tal cual, cuando en realidad ella trabaja como una burra pero en algo que ahora es un crimen contra los derechos más elementales de la mujer: cuidando la casa y a sus hijos. Por supuesto sin remuneración.
Se licenció en Magisterio y, cuando su familia empezó a ser numerosa, dejó de trabajar para dedicarse a sus hijos y a las labores del hogar a tiempo completo. Por decisión propia, no porque su marido la obligase si no porque ella entendió en aquel momento que era lo mejor para sus niños, porque a ella misma le apetecía y económicamente se lo podía permitir. Desde entonces la presión de la gente ha sido tremenda: mantenida, maruja, retrograda, machista y un largo etcétera de calificativos es lo que tiene que aguantar diariamente, añadido al complejo de culpa de elaboración propia porque cree haber defraudado a la sociedad.
Lo que ha aprendido como maestra de infantil le ha servido para educar a sus hijos, además de todas las materias en que se ha tenido que hacer experta: Economía, Psicología, Primeros Auxilios, Cocina, y todo lo que una madre y ama de casa termina dominando sin títulos ni másteres ni farrapo de gaitas, que decimos por aquí.
¿Qué narices nos está pasando? Por un lado, se nos llena la boca diciendo que el trabajo de ama de casa es muy digno y debería estar remunerado pero, por otro, como a una mujer con formación universitaria se le ocurra dedicarse a ejercer a tiempo completo lo que acabamos de calificar como dignísima profesión, pensamos en ella como la peor clase de parásito social.
Que alguien me corrija si me equivoco (a poder ser sin insultarme), por lo que venimos luchando las mujeres durante todos estos años, desde las sufragistas, es por el derecho a decidir qué hacer con nuestros cuerpos y con nuestra vida y a ser parte activa de la sociedad, dado que antes no podíamos. Por desgracia, en muchos países del mundo siguen sin poder hacerlo, asfixiadas por un sistema social patriarcal.
Hasta hace no tanto tiempo, la mujer se quedaba en casa porque no tenía otra opción. No era sujeto de derecho y necesitaba la firma de su marido hasta para comprar un mueble. No podía matricularse en la universidad ni trabajar fuera de casa. A la mayoría de los hombres les gustaba que fuera así. Y a la mayoría de las mujeres también, porque habían sido educadas para ello. Con el tiempo adquirimos el derecho a hacer con nuestra vida lo que nos da la real gana. Y huelga decir que así debe ser, pero por si alguien no me entiende lo repito: así debe ser. Pero debe ser así no porque nadie te lo imponga, ya que si alguien te lo impone deja de ser una elección libre. Esto, dicho así al más puro estilo Rajoy, parece una perogrullada, sin embargo es difícil que la gente lo comprenda.
La mujer tiene que ser ahora lo que la sociedad dice que sea, es decir, el entorno pretende imponerse ejerciendo presión, igual que antes, pero con un disfraz liberalista post moderno supermolón que, personalmente, me parece el colmo de la hipocresía. Como se te ocurra quedarte en casa ocupándote sin intermediarios de la educación de tus hijos y del cuidado de todo lo doméstico, viene un piquete de vecinas multitarea y te sacan de tu propio hogar a gorrazos.
La mujer siempre ha de sentirse culpable: cuando decide trabajar fuera de casa porque no cumple con su familia y cuando decide no trabajar por fallarle a la sociedad que esperaba mucho más de ella.
Algo parecido, parecido en cuanto a lo que a mí me parece un recorte de libertades, sucede con las Asociaciones de Gays y lesbianas, que se ponen pesadísimas para que toda persona homosexual, quiera o no, salga del armario. Si no sales tú, te sacan ellos porque o estás con la mayoría o eres un cochino traidor.
Aclaro también que estoy de acuerdo en que estas asociaciones han conseguido mucho en cuanto a la normalización de algo que simplemente debería estar normalizado desde hace mucho tiempo: que cada uno haga con su sexo lo que le venga en gana.
El problema es que los "sectores radicales" de las mismas han entendido que la normalización pasa por gritar a los cuatro vientos que eres gay, que tienes pareja de tu mismo sexo y montar un show erótico festivo con cuanta más gente mirando mejor.
Si eres famoso, además tienes que reconocerlo públicamente so pena de verte repudiado por los de tu misma condición. Eso es lo que le ha pasado a la presentadora de televisión Sandra Barneda, moderadora entre otros programas de "Un tiempo nuevo" o "Gran Hermano".
Barneda cayó en algo que no te perdonan: Querer que tu vida privada sea eso, privada. Lesbiana sin presumir, la presionaron hasta que acabó hablando en su programa de lo que solo sus allegados y compañeros sabían: que le gustan las mujeres y que en aquel momento mantenía una relación con otra persona conocida en el medio televisivo. Ahora, para su desgracia, acabará siendo más conocida por sus romances que por su trabajo.
El tema está de actualidad porque la supuesta "normalización" se ha cebado la pasada semana con una pareja de populares presentadoras: María Casado y Toñi Moreno, quienes mantienen una relación, sin esconderla pero sin hacerla pública por deseo de ambas. La publicación Vozpopuli lo hizo público por ellas y sin consentimiento de ninguna de las dos. Como el entorno de María Casado ha dicho: A la fuerza.
Todos tenemos a estas alturas de nuestras vidas familia, amigos o conocidos que tienen pareja del mismo sexo y la normalización, entiendo yo, pasa precisamente por eso, porque sea tan normal como ser heterosexual y que nadie te obligue a hablar de tu pareja cuando no quieres y a presentarla en público por decisión propia cuándo, dónde y de la manera que consideres oportuna. Lo otro es obligar, y la libertad es precisamente lo contrario a las obligaciones.
Si antes lo políticamente correcto implicaba esconder tu orientación sexual, reprimirla y con ello causar daño a uno mismo y a su familia, ahora debes dar ejemplo por el bien del colectivo y enfundarte una bandera multicolor, lo quieras o no.
Cuando uno es reservado, es reservado y hay que respetarlo. Es una manera de ser que no tiene por qué encerrar ningún misterio que en nombre del bien social haya que desvelar. No importa si eres homosexual o hetero y "lo normal" es que todos contemos hasta donde queramos contar, sin vernos empujados a exponer nuestra condición.
Del mismo modo, la conciliación familiar y laboral, siendo un logro social por el que luchamos y que estamos todavía muy lejos de conseguir, no debe utilizarse como arma arrojadiza para quien ha decidido que no quiere sumarse a ella.
No todos tenemos las mismas luchas y entiendo que el bien colectivo, por muy noble que sea, no puede lograrse a costa de la discriminación individual hasta el punto de querer amargar la vida a una buena persona simplemente por no seguir lo que en su momento la sociedad, excesivamente exigente, demanda.