Beatriz Suárez-Vence Castro
Los problemas crecen
Una niña de ocho años ha recibido tal paliza de sus compañeros de colegio que ha tenido que ser hospitalizada con lesiones graves aunque, afortunadamente, ya ha sido dada de alta.
Los niños que le han pegado no son los únicos responsables. Lo somos todos como sociedad pasiva que no le da importancia a la violencia verbal o física hasta que no nos afecta a nosotros.
En mi opinión el problema es que huimos de los problemas. No ha sido mi hijo o mi alumno, luego no me incumbe y por supuesto ni mis hijos ni mis alumnos se verían implicados en una situación semejante. Y si se viesen, ya encontraría la manera de correr un tupido velo sobre sucedido. Vivimos un momento en que hay que cerrar los ojos a todo aquello que no te gusta y sacarse los marrones de encima o endosárselos a otro.
La violencia contra los animales era normal hasta hace poco y los sigue siendo para mucha gente. Los que avisamos de la aberración que supone maltratar un animal somos, según la opinión general, unos exagerados.
La cantidad de animales que se adoptan en protectoras y luego se devuelven debería sonrojar a cualquiera. Cuando adoptas un animal es tuyo; es para siempre. No importa el trabajo que te da o los problemas que trae consigo si viene con algún trauma. Cuando tienes un hijo (salvando todas las distancias), sucede lo mismo.
Aunque las estadísticas al respecto no son muy fiables porque hay un silencio sepulcral sobre el asunto, solo en nuestro país se devuelven entre un ocho y un doce por ciento de los niños que se adoptan o se acogen. Solo en la comunidad catalana, por ejemplo, han sido devueltos 72 niños en la última década.
Son devueltos en mayor medida los niños que en el momento de ser adoptados tienen más de seis años y, los períodos en que se producen más devoluciones son los seis meses después de la adopción y cuando el niño cumple trece años. Otro momento delicado es el proceso de divorcio de padres con niños adoptados, que en ocasiones termina con la devolución del niño. Legalmente, que no en la práctica, la adopción es un acto jurídico irrevocable.
En nuestro país el ochenta por ciento de las adopciones son internacionales, sin embargo es el Estado Español el que se hace cargo de los menores devueltos. No regresan a su país natal.
Los padres no pueden con ellos. No pueden, dicen, ayudar a un niño con problemas y, como tienen la posibilidad de devolverlo, se lo sacan de encima. No pelean por él. O no lo hacen lo suficiente como para quedárselo.
Sé que es duro reeducar a un animal traumatizado. Afortunadamente, no sé lo duro que es hacer lo mismo cuando a quien hay que reeducar es a una persona. Entiendo que acarrea un sufrimiento imposible de medir, pero si se ha aceptado esa responsabilidad debe seguirse con ella hasta el final. Y eso no es sacrificio, ni querer ganarse el cielo, es simplemente lo que hay que hacer.
Cuando el hijo es biológico, no cabe la posibilidad de devolverlo pero sí existe la de no educarle porque es difícil, es cansado porque quita horas de sueño y de vida. Hasta que el niño tiene edad suficiente para hacer algo tan gordo como mandar a una compañera al hospital. Un chico no se vuelve violento de la noche a la mañana. Hay síntomas. Y se ven.
La sociedad española es demasiado permisiva con la violencia. Los toros son la Fiesta Nacional.
Si un niño es agresivo en su comportamiento, físico o verbal, es normal. Cuando permitimos a un niño salirse con la suya solo porque está gritando, lo siguiente que hará, probablemente es pegar una patada y volveremos a ceder, hasta que el niño crezca y la patada haga más daño. No damos importancia a los insultos, ni a los malos gestos ni a las palabrotas, porque viniendo de un niño nos hacen gracia.
"Los niños son los reyes de la casa" es una de las frases que más daño ha hecho. Ellos mandan y ese mandato quieren extenderlo al aula y a la calle. Y si se les permite, lo hacen. Igual que lo hace un adulto maleducado en su lugar de trabajo o un jefe o un marido abusador. El acoso escolar es la versión infantil del acoso laboral y los malos modos se han aceptado como un mal menor en busca de una educación libre.
Cuando hemos llegado a un punto en que en ciertos hoteles o cafeterías no se permite entrar a niños, no es porque el hostelero sea un ogro. Es porque muchos clientes han tenido que padecer el mal comportamiento de un niño y la pasividad de sus padres. Se han marchado y el propietario no está dispuesto a tener más pérdidas. Es una variante actual y bien triste del clásico derecho de admisión.
En España nos hemos pasado tres pueblos dándoles cancha a los niños. En otros países de Europa no se concibe que un niño se comporte mal en un lugar público. Y mucho menos que esté mal visto que un adulto que no sea su padre o su madre le llame la atención al niño para que deje de molestar, si sus padres no lo hacen.
Tengo un amigo pontevedrés que vive en Suiza desde hace años y tanto su mujer, de nacionalidad checa, como él son unos padres cariñosos con sus hijos. Cuando vienen a España, que suele ser cada dos años, los propios niños se asustan de cómo se comportan sus primos.
Es cierto que muchas veces los padres hacen todo lo que tienen que hacer y aun así su hijo es conflictivo. No da resultado nada con él, ni la disciplina, ni la permisividad, ni los psicólogos. Nada. Es así. No es culpa de los padres, pero los padres siguen siendo responsables de lo que él haga hasta que sea mayor de edad. Simplemente porque es su hijo. Es injusto pero es así. La vida es injusta. Pero no por ello debemos eludir la responsabilidad que nos toca. O la que en su momento y por voluntad propia, quisimos tener.
El 26 de Mayo de este año acudí a una conferencia en la Ciudad Infantil Príncipe Felipe en Pontevedra, a cargo de Pedro Aguado, popular por su programa de televisión Hermano Mayor y Francisco Aguado, profesor de Instituto y autor de varios libros sobre Educación infantil.
Castaño es padre de un hijo con autismo. Dijo algo en su discurso que me produjo un gran impacto por su dureza y por toda la honestidad y generosidad que entraña: "No porque mi hijo sea autista debo dejar de decirle lo que puede hacer y lo que no. Aunque se lo tenga que repetir veinte veces y no me haya dejado dormir una siesta en mucho tiempo. Aunque tenga autismo, tengo que educarle, tanto por él como por los demás"
Es un testimonio valiosísimo porque viene de un padre que tiene un hijo con un problema, por lo tanto es padre dos veces: de su hijo y del problema que su hijo trae. Y lo asume. Y lo trabaja. Y lo sufre. Y ni su hijo ni todos los demás valoraremos lo suficiente todo lo que este padre hace a diario, todo lo que sacrifica, todo su cansancio y todo lo que quiere a su hijo. Pero él no lo hace para que lo valoremos. Lo hace porque es la única opción que tiene y porque asume su responsabilidad.
Los niños sin límites se pierden, se descontrolan. Y pueden acabar protagonizando un hecho tan terrible como el de Mallorca donde, en mi opinión, no solo la niña que ha recibido la paliza ha salido perjudicada. Los agresores están probablemente más perdidos que ella y, si algún día consiguen comprender lo que han hecho, el remordimiento les durará toda la vida. Así que tampoco debemos ensañarnos con ellos o con sus padres que a estas alturas ya se han dado cuenta que nunca hay que dejar pasar una mala palabra, un insulto, una patada, un grito o un comportamiento desagradable, porque el niño cuando es pequeño, si nadie le hace ver que está mal lo incorporará a su manera de hacer como algo habitual y crecerá con él hasta que sea adulto.
La niña agredida ha decidido que no quiere volver al centro escolar donde recibió la paliza. Los presuntos agresores son seis, todos menores de catorce años y no sabemos si van a seguir en el colegio. Lo habitual en estos casos es que el agresor se quede y el agredido se vaya. Debería ser al revés.
Puede parecer por lo que escribo que todos los niños se comportan mal hoy en día y no es así. Que todos los padres españoles lo hacen mal y no es cierto.
Los niños son ruidosos y movidos y tienen mucha más energía que nosotros. Pueden resultar agotadores para un adulto con una jornada laboral como la que suelen tener la mayoría de los padres o madres. Pero toda la vitalidad innata en el niño hay que canalizarla para que no explote cuando no debe o de una manera inadecuada.
También puede parecer que opino muy alegremente porque no soy madre o porque no me gustan los niños pero, créanme, lo hago precisamente por todo lo contrario. Los niños y los animales son los me proporcionan la alegría inmediata, la sonrisa diaria. Estoy de acuerdo con el actor Johnny Deep cuando dice que son los únicos seres capaces de dar cariño puro.
Por eso me duele tanto lo que ha pasado en Mallorca, lo que está pasando en tantos colegios, en tantas familias y no entiendo como hemos podido, todos, como sociedad, haber dejado que las cosas hayan llegado hasta aquí.