María Biempica
La educación perdida
Asistimos cada día a un acontecimiento que por su cotidianidad olvidamos su verdadera trascendencia. Cada día levantamos a nuestros pequeños para acudir en hora a su obligada sesión de aprendizaje confiando en que en el colegio forjen su formación. Largas horas de atención por un lado e instrucción por otro servirán para que nuestros hijos logren los conocimientos necesarios para sobrevivir a un futuro no muy lejano que será todo menos fácil.
Hasta aquí todos estamos de acuerdo. Pero que nuestros hijos logren esos conocimientos se está convirtiendo en una tarea imposible para muchos padres que se ven sometidos a largas horas de supervisión ante la falta de conocimiento-entendimiento-análisis que hacen que las horas de la tarde en las que podríamos compartir juegos, lecturas, confidencias o risas cómplices con ellos (en fin, disfrutar con nuestros hijos durante el poco tiempo que coincidimos) las dedicamos, muy a nuestro pesar, a explicar y resolver interminables deberes que hacen que muchos nos sintamos horrorizados ante este envenenado reto de ser maestros, padres y alumnos a la vez.
El hecho de que la educación se esté convirtiendo en un mero trámite para cubrir un expediente muestra la pobreza de un sistema criticado por todos y cada uno de los implicados.
A todo este desaguisado hay que sumarle los incómodos chats de madres y padres de alumnos del colegio que hacen que aún sea más difícil "desconectarte" de una vida que ya no sabes si es la tuya o la de tus hijos, en los que nos recuerdan los ejercicios que hay que hacer o lo que toca estudiar cada día, pero también informan de cada cumple, cada bronca y cada olvido, aceptando ser cómplices de esta intromisión injustificada del mundo de nuestros hijos que no nos corresponde, entiendo yo, tener que vivir.
Son sus vidas, sus deberes, sus olvidos, sus obligaciones y sus miedos. Son sus amigos, sus retos y sus logros o sus fracasos.
¿En qué momento hemos asumido vivir sus infancias?
Este sistema educativo ha perdido la hoja de ruta que debe establecer los mecanismos y las pautas para dotar a los estudiantes de conocimientos prácticos con los que puedan resolver futuros problemas con los que se encontrarán a lo largo de sus vidas. Cómo van a aprender a hacerlo, si nos obligan a los padres a tener que resolver sus problemas.
El sistema educativo está para adquirir, actualizar, completar y ampliar las capacidades, conocimientos, habilidades, aptitudes y competencias para el desarrollo personal y profesional de los estudiantes. Si esto se hiciese correctamente (completar sus competencias para su desarrollo personal y profesional) no habría tantos desempleados ni tantos "ninis" con los que contamos, para nuestro escarnio, en la sociedad española.
En una reciente entrevista a Angel Carracedo, catedrático de Medicina Legal en la Universidad de Santiago de Compostela, investigador y experto internacional en genética, afirma que "la educación necesita una revolución absoluta ya que el sistema actual es decimonónico y mata completamente la curiosidad y la creatividad de los alumnos".
En otros países como Finlandia sí se ha optado por afrontar esta revolución absoluta consiguiendo situar su sistema educativo como uno de los mejores del mundo, según el informe Pisa (Informe del Programa Internacional para la Evaluación de Estudiantes) realizado por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, también conocida como OCDE .
Desde este recién estrenado año 2016 todos los colegios del país nórdico empezarán a aplicar un método nuevo conocido como phenomenon learning, cambiando las clases tradicionales por proyectos temáticos cuyos principales protagonistas son los alumnos, participando en el proceso de planificación, siendo investigadores y además evaluando dicho proceso. Se premia la curiosidad y la participación, la imaginación y la capacidad de emprendimiento por encima de la memorización. Además, y en esto consiste la verdadera revolución absoluta, se eliminan las materias, los estudiantes tampoco hacen exámenes ni reciben calificaciones numéricas, sólo descriptivas.
A muchos nos hubiese gustado que nos describieran, aunque fuese con todo detalle, los continuos olvidos de la tabla periódica, de las capitales del mundo o de en qué consistía el nihilismo de Nietzsche, con tal de no aparecer con un suspenso en casa. Eso sí, era "mi" suspenso.
Con este sistema los niños recuperarían la ilusión por aprender y los padres, la ilusión porque aprendan.